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La verdad es que abres un periódico o una web por la sección de internacional y te dan ganas de cortarte las venas. Enciendes la tele y el telediario es una sucesión de barricadas, peleas, fuego o violencia.

La frase típica viendo, leyendo u oyendo un informativo de radio es: "¡Joé! Cómo está el mundo". Es cierto que las revueltas aparecen a la vez. Es verdad que todas tienen denominadores comunes en la violencia, el descontrol o en el caos. Pero el gran hecho diferencial de lo que pasa ahora y lo que pasó antes, y aquí también coinciden todos los episodios de violencia, son las redes sociales.

Además, aunque las veamos juntas, es mentira que todas las protestas respondan a lo mismo.

Por orden de aparición:

Bolivia, con 23 muertos oficiales, es el estallido interno de un sistema bolivariano corrupto y fraudulento que se resiste a su destitución, movido por la sombra chavista y castrista desde muy cerca.

Eso, y una sociedad que no aguanta su enorme división entre muy pocos ricos muy ricos y una inmensa masa de pobres muy pobres. La clase media apenas existe.

Chile es la explosión de una desigualdad social escondida también y larvada durante años. Lo que sorprende es la virulencia de las manifestaciones en un país que se considera --o se consideraba-- la élite en hispanoamérica.

La subida del precio del transporte ha sido tan solo la última chispa de la mecha.

Los estudiantes de Hong Kong responden al miedo del régimen chino. Un miedo que se ha desbocado y que se acerca, peligrosa y precisamente, a la respuesta de Pekín.

Porque es cierto que el régimen chino sigue siendo un dictadura con todas las letras  --excepto para las súper élites del partido y sus influencias-- pero, no sé, Hong Kong, vista desde Europa... Esa violencia me da que está tan descontrolada como organizada. Y, de nuevo, las redes sociales.

En el Líbano, la crisis política ha dado un nuevo giro tras la retirada de Mohamad Safadi, propuesto como candidato a primer ministro por los partidos afines a Irán y Siria. 

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Safadi, un multimillonario que fue ministro de finanzas y de obras públicas, ha renunciado a ser nuevo presidente aduciendo que es demasiado difícil formar un gobierno con un amplio apoyo político. El anuncio de su nombre, el viernes, desató la cólera popular y lanzó a las calles a miles de ciudadanos indignados.

Tras la dimisión de Hariri el 29 de octubre, Safadi era el primer candidato que había logrado el consenso entre la mayoría de los partidos que fragmentan un parlamento acogido con alfileres. Y, ¡ojo! En un región al límite, frontera con Siria e Israel.

Irán. El gobierno iraní ha tropezado con las consecuencias de una medida tan necesaria como inexorable.

Este domingo, por tercer día, cientos de iraníes en decenas de localidades del país se han manifestado por la decisión abrupta de elevar el precio del combustible y racionarlo. La dura respuesta policial a las protestas y disturbios -que ha producido un muerto oficial y hasta diez heridos-- ha obligado además al corte casi total de internet para evitar difundir qué ocurre.

Y, por último, los chalecos amarillos en Francia, como el claro ejemplo de una Europa rica que no quiere perder un milímetro de sus privilegios, ventajas y posición. A pesar de que la globalización existe y son ellos mismos los que se aprovechan de ésta, cuando lo precisan.

¿De verdad esos chalecos amarillos están tan mal? ¿Se han mirado al espejo?

Está claro que no.

Los motivos de tanta violencia no son comunes. Pero todos tienen unas redes sociales que sirven, en todos los casos, para espolear, coordinar y manipular como nunca antes de había visto.

¿O es que no ha sido así en Barcelona y en Cataluña? Aquí como en ningún otro sitio se ha visto a alguien que ha manejado los hilos y a las masas que han seguido como marionetas arrancando adoquines y apedreando a policias.

Otros que tal bailan, ¿de verdad esos catalanes tan mal están?

Tan solo hace falta alguien que meza la cuna y que riegue de dinero una mega red social; junto a un gobierno débil y, por supuesto, una masa cabreadísima (con o sin motivo) que se deje adoctrinar.

La frase es cierta, ¿eh? ¡Cómo está el mundo! Y, a pesar de todo, ¡qué suerte tenemos!