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Jo Eun-Sil desvela cómo consiguió escapar de Corea del Norte: con un móvil y dos meses de travesía

Jo Eun-Sil, una valiente de tan solo 26 años que ha conseguido salir del infierno de un país como Corea del Norte, relata su historia en La Linterna

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Tiempo de lectura: 7'Actualizado 22:19

Corea del Norte tiene una población de alrededor de 25 millones de habitantes. Cerca de un 40% de todos ellos, sufren desnutrición, en muchos casos crónica, y necesitan asistencia humanitaria. El país delimita sus fronteras con China, Rusia y Corea del Sur. Su capital es Pyongyang, es el centro político, económico e histórico del país. Y su líder es Kim Jong-un.

Jo Eun-Sil relata en La Linterna cómo consiguió salir de Corea del Norte


La provincia de Hamgyong se encuentra al norte, en una de las regiones que están más cercanas a Japón. El río Tumen actúa de frontera con China. El clima es realmente frío en invierno mientras los veranos son todo lo contrario, calurosos y con algunas lluvias de manera ocasional. Es uno de los lugares donde más ensayos nucleares realiza el régimen norcoreano. Allí vivía Jo Eun-Sil con su padre que fue militar y su madre, doctora en medicina oriental en una zona donde la principal actividad económica que tienen está relacionada con la agricultura.

La joven de 26 años que consiguió escapar del infierno de Corea del Norte

Con una azada arando el campo se pasaba las tardes Jo Eun-Sil. No lo hacía por gusto, ya que se trataba de un trabajo forzoso impuesto por el Gobierno norcoreano que realizaba después de ir a clase cada mañana. “Como todos los niños norcoreanos que vivían en el pueblo, por las mañanas iba a la escuela y por las tardes, obligatoriamente tenía que acudir junto a un grupo para hacer trabajos en el campo o en alguna fábrica”, recuerda.

Un día normal en Corea del Norte consistía en cumplir con un horario estricto definido por el Estado. Una persona denominada líder de grupo lo controlaba todo y realizaba informes de comportamiento para las autoridades. Los días festivos descansaba. Las mujeres de la casa cocinaban y el único tiempo libre lo destinaban a poder comer. Jo reconoce que en su escuela había mucha diferencia respecto a los colegios de la ciudad. No había ordenadores y los cortes de luz impedían que los profesores pudieran impartir clases con normalidad. Después, cuando acababa, siempre les obligaban a ir a las granjas.

Jo Eun-Sil relata en La Linterna cómo consiguió salir de Corea del Norte


A Jo le recorre un escalofrío cuando escucha este sonido. Le lleva a esos días en el que vivió una de sus experiencias más horribles. Hasta 12 horas estuvo sin guantes, en una granja, recogiendo a paladas toneladas de estiércol: “Recuerdo que recogía los excrementos de los animales. En Corea del Norte no existe el baño moderno. Es muy común que el baño sea la propia naturaleza por lo que, para mí, recoger el estiércol no me generaba ninguna sorpresa porque sabíamos que era para el campo”.

"Fue una cosa accidental, mis padres decían 'cierra las cortinas'"

Por el año 2005, cada hogar disponía de una televisión, con cinco canales, en los que solo se veía propaganda estatal y algo de entretenimiento controlado. Jo estaba en casa junto a sus padres y sus dos hermanos viendo la tele. La televisión empezó a hacer cosas muy extrañas. Ellos vivían en la montaña y no entendían lo que estaba ocurriendo. Fue su primer contacto con el país vecino y uno de los máximos enemigos que tiene en la actualidad Corea del Norte: “Fue una cosa accidental, ocurrió cuando yo era pequeña y vivía en Corea del Norte en una aldea de una zona bastante montañosa. Teníamos televisión y una antena y, de vez en cuando, captábamos alguna emisora. Un día, de forma accidental, captamos una señal distinta. En ese momento nos dimos cuenta de que hablaban coreano, pero con un acento diferente. Era una cadena de una emisión de Corea del Sur y nos sorprendió”.

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Jo tenía tan solo 8 años cuando de repente empezó a ver cómo sus padres se asustaron y se levantaron rápidamente. Cerraron las persianas y las cortinas con gran rapidez. No querían que nadie del vecindario se diera cuenta de que habían pillado una señal de Corea del Sur. Es algo que está penado incluso con la muerte por el régimen norcoreano: “Yo era pequeña por lo que no tenía ninguna noción de lo que era legal o no en Corea del Norte. No se hablaba de si estaba prohibido o si estaba o no permitido. En ese momento mis padres decían 'cierra la cortina, eso no lo puede oír nadie, esconderos, vamos a escuchar la tele pero escondidos'”.

Ejecuciones en público y castigos por ver programas extranjeros

La realidad en este país es que la pena de muerte se puede producir por un hurto, un asesinato, por piratería o incluso por algo tan insignificante como ser de otra religión o consumir medios que no pertenezcan al régimen. “Los norcoreanos estamos acostumbrados a ver y presenciar ejecuciones de este tipo. Es obvio que no todo el mundo participa en algo así, pero el sistema político utiliza estos actos para meter más miedo a la población. Matan públicamente, algo que forma parte de un sistema político dictatorial”, advierte.

Jo Eun-Sil relata en La Linterna cómo consiguió salir de Corea del Norte

EFE/Ramón Abarca


Se torturan a presos, se les ejecutan, se mutilan los cadáveres y se obliga a la gente a mirar, sobre todo a los adolescentes, a presenciar todos estos actos a modo de advertencia. Según los últimos datos, se estima que durante la era de Kim Jong-un hubo al menos 23 ejecuciones públicas. Las últimas a tres jóvenes que fueron acusados de ver y compartir un programa de televisión surcoreano.

“Tal y como entendemos en cualquier otro país, un castigo se impone cuando se ha cometido algún delito, pero en mi país esto no pasa”, lamenta Jo. “Solo por haber dicho una expresión, queriendo o sin querer, sobre algo que va contra el sistema político norcoreano, se le puede castigar hasta ser ejecutado. Tampoco existe libertad de religión y también se castiga de esta manera. Otro ejemplo es que si uno ve a través de Internet o un USB vídeos de cultura de otros países, también se le puede castigar hasta ser ejecutado”.

Antes de ser ejecutados, muchos de los detenidos permanecen un tiempo en campos de internamiento. Los presos son sometidos a torturas sin tener ningún contacto con el mundo exterior. Según el Comité para Derechos Humanos en Corea del Norte, unas 120 mil personas fueron encarceladas sin un juicio justo por razones políticas. Le preguntamos sobre la situación en este país a Jae-hoon Choi, experto en la República Popular Democrática de Corea de Amnistía Internacional: “Los presos políticos que van al centro de detenciones son aquellos que han hecho una crítica a los líderes de las tres generaciones. Muchas personas que han tenido una religión, como el cristianismo, o personas que han hecho comentarios sobre el capitalismo, se les castiga entrando al centro de detención y se convierten en presos políticos”.

Jo Eun-Sil relata en La Linterna cómo consiguió salir de Corea del Norte


Imagínate la situación de todos estos jóvenes que viven en Corea del Norte, que intentan crecer mientras son amordazados y atemorizados por las leyes y ejecuciones públicas del régimen norcoreano. A todo eso suma que, con la pandemia, se declaró la situación de “emergencia nacional máxima”. Durante tres años el Gobierno mantuvo aún más las fronteras cerradas.

“Tras el inicio de la pandemia, Corea del Norte ha cerrado más sus fronteras. El tema de los derechos humanos para los norcoreanos es imposible porque no tienen acceso a ningún tipo de cultura ni contacto con el exterior. No es casualidad que en el año 2022 el Gobierno norcoreano haya aprobado tres leyes y dos de ellas tengan relación con restricciones a la libertad de expresión”, relata con preocupación Jae-hoon Choi.

Además, se restringió aún más el acceso a la información procedente del extranjero y se impuso restricciones en Internet y en los móviles. El futuro de chicos y chicas como Jo era cada vez más oscuro: “Yo soy una persona joven y, en ese momento, no veía ninguna esperanza para mi futuro aunque hubiera estudiado o terminado una carrera universitaria. No tendría una profesión que me gustara, ni un sueldo normal. Allí vivíamos bajo una presión y vigilancia continua, tanto en el pueblo donde estábamos, como en mi universidad”.

Esa presión, esas ganas de salir y de escapar de un régimen que le permitiera sentirse libre y esa energía para buscar un futuro mejor, hizo que Jo tomara la decisión de huir del país haciendo un viaje de miles de kilómetros.

Así logró Jo Eun-Sil salir de Corea del Norte

A través de un teléfono móvil extranjero consiguió comunicarse con unos tíos suyos en Corea del sur. Ellos, contrataron desde Seúl a un “traficante de personas”. Le llegaron a pagar hasta 23 mil euros. La primera parada la hizo en China, el país más cercano a la provincia en la que vivía. Allí, en medio del bosque, estuvo alrededor de una semana cruzándose prácticamente toda la región para llegar a Laos.

Entre árboles y montes, Jo caminó durante horas. Tenía mucho miedo de ser atrapada y entrar en un centro de detención norcoreano. Tal era su sensación que durante el viaje se llevó veneno y hojas de afeitar para suicidarse en el caso de que fuera capturada. En su huida, llegó a Laos tras cruzar varias montañas. Todo eso de noche junto con otros compañeros que decidieron unirse a esta aventura. Tan solo había que cruzar al otro lado del río. Al fondo esperaba Tailandia, donde residen muchos de los norcoreanos que han huido del régimen. Así que cogieron una lancha y, una vez tocaron tierra, se toparon con varios agentes fronterizos.

Jo Eun-Sil relata en La Linterna cómo consiguió salir de Corea del Norte

EFE/Andrés Sánchez Braun


Jo recuerda que cuando estuvieron en Tailandia se sintieron a gusto. Estaban en un centro de detención, pero los policías les trataban con cariño. Jo cuenta que lo que más le llamaba la atención era la comida, con los estofados y las sopas con todo tipo de verduras. El objetivo estaba tan solo a un pasito de poder lograrlo. “Es verdad que he estado detenida en un centro de detención de Tailandia. Allí el ambiente no era muy agradable, pero sabíamos que después de todo nuestro viaje teníamos la esperanza de un final feliz. Sabíamos que la relación diplomática entre Tailandia y Corea del Sur era buena y que desde Tailandia ayudan a los desertores norcoreanos para que puedan pasar a Corea del Sur”.

Finalmente, llegó a Corea del Sur tras un mes y veinte días de travesía y mucho sufrimiento. Ahora vive en Seúl con sus tíos que le está ayudando en todo momento. Ahora estudia en la universidad y trabaja en un restaurante de tapas coreanas.

Jo espera poder trabajar dentro de años en un departamento de contabilidad de alguna empresa de Corea del Sur. Lo cierto es que, con el paso de los días, se ha dado cuenta de lo importante que es la libertad: “Para mí la libertad es poder expresar y hacer lo que mi cabeza me dicta. Que nadie me oprima y me presione para hacer algo y pueda opinar y actuar sobre lo que quiera. Eso es libertad”.

Ahora, gracias a Amnistía Internacional, está de gira por algunos países de Europa contando su tremenda experiencia huyendo del infierno que le supuso el régimen norcoreano. Está descubriendo nuevas culturas, nuevas maneras y formas de vivir que le ayudan a darse cuenta de la oscura realidad que vivió en primera persona hace unos años.

Cuando Ángel Expósito le pregunta por si tiene o no miedo de una posible represalia por parte del régimen norcoreano, Jo no tiene dudas: “Sinceramente, miedo por si me captura un agente norcoreano en Corea del Sur no, porque ya viven allí unas 34.000 personas que han huido de Corea del Norte. Tengo preocupación por mi familia. Ahora ellos están bien. No sufren acoso y no les ha pasado nada porque yo esté aquí”.

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