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De las bombas y la masacre en Bosnia a las playas de Mundaka: 25 años del genocidio en Srebrenica

Con 17 años Muriza Cokerovic huyó descalza mientras calcinaban su casa, vio morir a sus vecinos y dió por muerto a su padre

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Redacción La Linterna

COPE.es

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 19:18

El 9 de mayo de 1992 es una fecha que Muriza Cokerovic no podrá olvidar jamás. Tenía 17 años cuando quemaron su casa, la de sus vecinos y tuvo que huir descalza sin ningún tipo documentación para demostrar quién era o de dónde venía. Lo hizo sin mirar atrás, sin saber quién le acompañaba por el camino pero con la seguridad de que su padre había sido asesinado por el ejército federal de su país. Al menos hasta ese momento era su país. Muriza vivía en una pequeña ciudad de Bosnia a tan solo 3 kilómetros de Serbia. Ella y su familia cruzaban la frontera todos los días para ir a la escuela o al trabajo. Eran conscientes de que entre las diferentes repúblicas de Yugoslavia existía un conflicto pero la guerra estalló en la puerta de su casa sin que pudieran reaccionar. El barrio donde había crecido se había convertido en un campo de guerra

Muchos de los vecinos se refugiaron en casa de Muriza. Aún recuerda cómo los niños lloraban escondidos bajo de las mesas mientras el ejército serbobosnio acribillaba a todo aquel que se cruzaba en su camino. Bosnia era un país muy fragmentado. Solo algo más del 40% era de origen bosnio de religión musulmana. El resto de los territorios estaban integrados por serbios y croatas. Estos dos países elaboraron un plan para limpiar étnicamente Bosnia e integrarlo dentro de sus fronteras. A las mujeres y los niños les permitían escapar, a los hombres les esperaba otro destino.

Los militares le obligaron a ir hasta un cuartel militar. Allí se encontró con su madre, su hermano pequeño y su prima. Sin saber qué estaba pasando, quiénes eran los que quemaban sus casas y asesinaban a sus padres, maridos o hermanos les montaron en un camión y les forzaron a abandonar su hogar. Huyeron de su casa sin saber adonde les llevaban.

El destino era Serbia. A través de Cruz Roja pudieron refugiarse en casa de una mujer que les acogió en su casa. Como el caso Muriza había otras tantas familias que habían sufrido la misma suerte. Estaban en un lugar desconocido, sin saber qué estaba pasando y bajo amenaza de muerte. Los militares servios se habían propuesto "limpiar" cualquier territorio. Se instalaron en esta casa pensando en cuándo podrían salir de allí. lo que Muriza no sabía era que en esta huida de Serbia les acompañaría otra persona. Muriza daba por muerto a su padre. Ella había visto como los militares separaban a los hombres de los mujeres y los niños pero en su caso fue diferente.

Cuando recuperó el conocimiento tuvo que camuflarse, cruzar el río y a través de compañeros y amigos se enteró de dónde había huido su familia. Una vez juntos, pudieron cruzar la frontera a Macedonia. Muriza comenzó a trabajar en un puesto de comida, su hermano descargaba fruta de madrugada, su padre cortaba leña. Allí pasaron cinco meses hasta que ee enteraron de que CEAR España había abierto una embajada en este país. Obtuvieron todos los permisos para salir de Macedonia, un país que también estaba involucrado en la Guerra y en diciembre de 1992 llegaron a un pueblo costero de Bizkaia, Mundaka.

Muriza, que con 17 huyó descalza mientras calcinaban su casa, que vio morir a sus vecinos y que dió por muerto a su padre, echa la vista atrás y cree que tuvo suerte en la vida. Puede dar gracias de que vivió este infierno con su familia. La guerra en los balcanes entre 1991 y 1995 fue esto. Asesinatos, violaciones, torturas, asedios constantes. Una guerra indiscriminada entre vecinos. Una limpieza étnica sólo comparable con la II Guerra Mundial. En estos cinco años hubo 130 mil muertos y 3 millones y medio de refugiados. El número de fallecidos y desplazados son solo los números de una barbarie que dejó millones de historias y cicatrices que aun perduran. Esta semana se cumplen 25 años de uno de los mayores genocidios en la historia. 8.000 bosnios musulmanes fueron asesinados a manos del ejército serbobosnio y enterrados en fosas comunes.

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