¿Cuántas veces han oído hablar en estos más de dos meses de experiencias frustradas y de planes que se han truncado a causa de la pandemia? Eso es lo único seguro que ha cambiado el coronavirus… De momento.
Sobre todo, los viajes. Yo iba a hacer dos: en febrero y en mayo. No he podido hacer ninguno. Para el de febrero, cancelaron los vuelos. Para el de mayo, el país al que viajaba no permitía la entrada de españoles.
Robert Behnken y Douglas Hurley también tenían intención de hacer un viaje y no pudieron. Pero ellos tienen más suerte que yo. Ellos despegarán mañana a las 22 horas y 32 minutos. Sí, ya sé que la hora es un poco extraña. Pero es que ellos no viajan en avión; viajan en cohete. Van a la estación espacial internacional. La idea es parecida a en lo que estamos nosotros: potenciar el turismo. Pero en el caso de los americanos, de la órbita baja de la tierra. Van en el cohete que ha diseñado la empresa que quiere enviar a un turista a la luna dentro de tres años. Nosotros somos más del corto plazo; a ver qué hacemos en tres meses.
Igual Robert y Douglas, cuando miren para abajo, pueden ver, desde otro punto de vista, en qué ha cambiado la tierra el coronavirus. Pero cuando miren para arriba -o de lado, vete tú a saber- seguirán viendo las mismas estrellas que vemos nosotros. Y la misma luna, que no hay ninguna necesidad de alcanzar en tres años. Porque si no, a ver qué vamos a pedir después.