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LA NOCHE DE ADOLFO ARJONA

Operaciones especiales en la IIGM: la noche que los aliados robaron un estratégico radar a los nazis

En 'La Noche de Adolfo Arjona' repasamos algunos de los operativos desarrollados durante la Segunda Guerra Mundial

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imagen de www.davidlopezcabia.es

Carmen Cerbán

Redactora COPE Málaga

Málaga

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 09:53

La noche del 27 de febrero de 1942, en Bruneval, una ciudad costera en el norte de Francia, el termómetro a duras penas superaba los cero grados. Los aviones de la Royal Air Force británica aguardaban el momento idóneo para iniciar la misión: varias decenas de paracaidistas debían descender junto a unas instalaciones donde los nazis protegían un potente radar que utilizaban para detectar a los aviones enemigos. Era el objetivo de la llamada operación Biting, una de las operaciones especiales desarrolladas durante la Segunda Guerra Mundial.


En aquellos primeros compases de la década de los 40 del siglo XX, buena parte de Europa se encontraba bajo el dominio nazi. Los alemanes continuaban invadiendo territorios y los bombardeos desde el aire se habían convertido en la estrategia más efectiva de los aliados contra los enemigos nazis.


DETECCIÓN DE LOS AVIONES BRITÁNICOS

En 'La Noche de Adolfo Arjona', el divulgador histórico, autor de novelas inspiradas en la Segunda Guerra Mundial, David López Cabia, cuenta que los británicos comenzaron a sospechar antes incluso de que comenzara la guerra que los alemanes les habían tomado la delantera y que eran capaces de detectar con gran precisión la ubicación de sus aviones. Unas sospechas que fueron confirmadas, entre otros motivos, a raíz del llamado Informe Oslo, cuando una “misteriosa fuente alemana se ofrece a revelarles información secreta sobre la tecnología militar alemana y, en concreto, sobre el radar”.


“Al principio los birtánicos no se creyeron esa información porque les parecía demasiado buena para ser verdad”, añade el autor de 'Ataque nocturno', novela que tiene como trasfondo la operación Biting. Sin embargo, esas informaciones fueron confirmadas. La eficacia de los radares alemanes se basaba en la combinación de radares de largo alcance y de onda corta, lo que permitía determinar con una enorme precisión la posición de los bombarderos británicos.


ATAQUE DESDE EL AIRE

En noviembre de 1941, la Royal Air Force británica localizó un radar alemán en un punto de la costa al norte de Francia, en Bruneval. “Había una guarnición de unos cien soldados alemanes custodiaban el radar, los accesos a la playa estaban fuertemente defendidos con búnkeres e intentar un desembarco era un suicidio”, motivo por el cual los británicos planearon atacar por el aire.


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Una vez identificada y localizada aquella instalación estratégica para los alemanes, el jefe de Operaciones Combinadas del Ejército Británico propuso un plan: había que entrar allí y robar el radar de los para conocer su funcionamiento, pero en ningún caso destruirlo.


UN EQUIPO DIVIDIDO EN CUATRO GRUPOS

El equipo de británicos elegido para robar a los alemanes su radar fue dividido en cuatro grupos. Según relata David López Cabia, uno de esos grupos tenía que atacar las casas de los técnicos del radar, otro grupo tenía que asaltar la estación del radar, un tercer grupo tenía que eliminar las defensas de los acantilados para tener vía libre para la retirada por mar y el cuarto grupo tenía como misión detener cualquier contraataque alemán.


Aquella noche, los británicos “cayeron con gran virulencia sobre los alemanes, los pillaron completamente sorprendidos en sus refugios y trincheras”. Y, mientras tanto, un sargento “especialista en radares comenzó a tomar notas y a hacer fotografías, hasta que los destellos de las cámaras fotográficas atraen los disparos de los alemanes”. En ese momento, “bajo fuego, desmontaron las piezas del radar”. “Llegó un momento que la cosa se puso tan fea que tuvieron que recurrir a la fuerza brutapara “arrancar compontentes del radar”. A pesar de todo, “consiguieron robar los componentes con éxito, escapar a la playa y ser evacuados a Gran Bretaña”.


EXPLOSIÓN

Además de sacar de allí intacto el radar, la otra clave para garantizar el éxito de los británicos en aquella misión era que los nazis no supieran que habían robado su maquinaria para estudiar el funcionamiento del radar. Debían hacerles creer que lo que querían era destruir la estación y por eso, antes de la huída, los británicos llenaron aquel lugar de explosivos.


La operación Biting “consolidó a los paracaidistas británicos como un cuerpo de élite de referencia y de gran fiabilidad y, además, en el plano tecnológico tuvo un impacto tremendo”. David López Cabia le explica a Adolfo Arjona que, además de hacerse con todas aquellas piezas, capturaron “a un operador de radar que tuvo una actitud muy colaborativa y les ayudó a desentrañar los misterios de esta tecnología”.


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