Esta mañana he refrescado mi lectura de las “Últimas conversaciones” del periodista Peter Seewald con Benedicto XVI, que son una auténtica mina de oro. En las páginas sobre la elección de Francisco reconoce que fue una sorpresa, pero en seguida, al ver cómo hablaba con Dios y con las personas, se sintió feliz. La elección de un hombre procedente de América significaba que la Iglesia no está anquilosada en ningún esquema, que es portadora de una fuerza de renovación continua.

El entrevistador le pregunta con algo de sorna si se sentía corregido en algo por el Papa Francisco, y le responde (riendo) que sí, sobre todo a través de su afectividad directa con las personas, algo que es muy importante y que reconoce no haber practicado suficientemente. Habían transcurrido ya tres años del pontificado de Francisco y Seewald le insiste: “¿está usted contento?”. La respuesta no deja lugar a dudas: “sí, en la Iglesia se respira una nueva frescura, un nuevo carisma que llega a las personas, y eso es algo hermoso”

En las últimas páginas, a modo de recapitulación, se percibe la serenidad con que mira al pasado y al futuro. Era consciente del desafío que plantea a la fe una cultura positivista y agnóstica, que obliga a la Iglesia a encontrar nuevas formas de presencia.

Reconoce que Europa no es ahora el centro de la Iglesia, mientras que han aparecido nuevos elementos, africanos, sudamericanos o asiáticos que pueden despertar al envejecido Occidente del cansancio y olvido de su fe. Seewald le pregunta si se considera reformador o conservador, y responde que son precisas ambas cosas: “he intentado abrir camino hacia delante desde una reflexión moderna sobre la fe; al mismo tiempo es importante no permitir que se desgarre la fe”. Cuando le pregunta si ha disfrutado como Papa, vuelve a reír: “me siento agradecido por muchas vivencias hermosas, pero, por supuesto, también ha sido una carga” … Gracias por todo.