Los arzobispos de San Francisco y Los Ángeles han bajado a la arena para defender la memoria de San Junípero Serra, porque, como han escrito en un artículo en el Wall Street Journal, “la forma en la que decidimos recordar el pasado moldea el tipo de personas que seremos en el futuro”.

Los legisladores del estado de California han decidido reemplazar una estatua de San Junípero en el Capitolio por un nuevo monumento en honor a los pueblos nativos del estado. Ningún historiador serio suscribe las acusaciones utilizadas para justificar la eliminación de la estatura de San Junípero, que denunció el abuso de las mujeres indígenas y con 60 años, padeciendo un dolor crónico en la pierna, recorrió 2.000 millas hasta Ciudad de México para exigir a las autoridades una declaración de derechos a favor de los nativos, que él mismo había escrito. La cruel destrucción de los pueblos nativos del estado ocurrió mucho después de que Serra hubiese muerto, cuando el gobierno había tomado las riendas de muchas de las misiones que él fundó.

No estamos ante una mera discusión histórica, las calumnias contra San Junípero tienen una clara intención de moldear el futuro. En cambio, los arzobispos Gómez y Cordileone han propuesto colocar dos estatuas en el Capitolio de California: una que celebre la herencia viva de los pueblos indígenas del estado y otra que refleje la fe y el liderazgo de quien fue su defensor infatigable, San Junípero Serra.