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Consuelo Mamolar, a Pilar García Muñiz: "Sigue habiendo presión en el País Vasco"

Consuelo, viuda del coronel De Aymerich, da charlas para que no se olvide lo que pasó como ha hecho Mediodía COPE desde Centro Memorial Víctimas de Terrorismo

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Raquel Pérez Polo
@RaquelPerezPolo

Redactora COPE 

Tiempo de lectura: 7'Actualizado 02 jun 2023

Este primer día del mes de junio se cumplen dos años desde que abriera sus puertas en Vitoria, elCentro Memorial Víctimas de Terrorismo. Por este motivo, Mediodía COPE con Pilar García Muñiz se realiza desde sus instalaciones que albergan una muestra museística centrada en el terrorismo de ETA.

ElCentro Memorial Víctimas de Terrorismo fue creado en reconocimiento y reparación integral de las víctimas del terrorismo. Desde hace un año, en su exposición permanente se puede ver una recreación del coche bomba que explotó en la Casa Cuartel de Zaragoza el 11 de diciembre de 1987.

Aquel execrable atentado de ETA, cometido por el comando 'Argala' que encabezaba Henri Parot, causó la muerte de once personas, cinco de ellas niñas, y heridas a otras 88.


Reproducción del coche bomba que explotó delante de la Casa Cuartel de Zaragoza


Este sistema, con bombonas de butano y un temporizador, lo importó ETA del IRA, de la banda terrorista de Irlanda del Norte, que lo utilizaba en sus atentados. ETA lo comienzó a utilizar en ciudades como Zaragoza, en Barcelona en la brutal acción contra Hipercor o en Madrid en atentados como el de la plaza de la República Argentina.

Exhibir el coche-bomba, que ha sido realizado por los Tedax de la Guardia Civil de Zaragoza, tiene un claro objetivo: mostrar la brutalidad del terrorismo y contribuir a su deslegitimación.

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Sin duda, el ver un coche bomba es impactante y, no lo es menos, ver la primera batería que tuvo Miguel Ángel Blanco, asesinado por el etarra Txapote, que le ejecutó a sangre fría con dos tiros en la cabeza, el 12 de julio de 1997. La batería del que fuera concejal del PP de Ermua, es una reproducción de la que tocaba en la orquesta Poker, de la que era miembro.

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Reproducción de la primera batería que tuvo Miguel Ángel Blanco y que se puede ver en el Centro Museo


"Hay que llevar a las aulas el relato de lo que ocurrió"

El objetivo del Centro Memorial es que nunca olvidemos lo que pasó, porque lo que se olvida puede llevar a creer que no existió.

Raúl López Romo, el responsable de Educación y Exposición del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, deja claro que "la educación es fundamental, hace 15 años era detener a terroristas y ahora es llevar a las aulas el relato de lo qué ocurrió", cuando Pilar García Muñiz le pregunta qué es lo que hay que hacer en materia de educación para que los jóvenes, todos aquellos que no vivieron los años de plomo de ETA, sepan qué paso.

¿Cómo se puede hacer esto? "Pues con muchos formatos", se utiliza sobre todo la tecnología actual como vídeos con el testimonio de las víctimas, "trabajos que enviamos por email a todos los institutos de España y muchos vienen aquí para ver el centro", explica López Romo.

"El último proyecto es el vídeo testimonio de víctimas educadoras, esos testimonios están en castellano, en euskera o en francés y algunas víctimas es la primera vez que hablan. Escuchar el testimonio de las víctimas siempre ayuda y que se use en educación es una asignatura pendiente", reclama el responsable de Educación y Exposición delMemorial que subraya el interés de los jóvenes,"sorprende el interés de los chicos que pueden estar una hora preguntando cosas a las víctimas".

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"Sigue habiendo presión en el País Vasco"

En el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo de Vitoria se lucha conta el olvido. Nunca olvidar es algo que siempre piden las víctimas de terrorismo.

Pues vamos a hacer memoria. En septiembre de 1989, la Guardia Civil acaba de desarticular el comando “Araba” de ETA, integrado por los terroristas más sanguinarios de aquella época. Algunos de ellos habían cometido más de 10 asesinatos.

Hace 33 años era difícil imaginar que una chica de 19 años, con cara de niña, era guardia civil y pisaba los talones a terroristas de ETA para impedir que llevaran a cabo atentados. Era la cabo primera Manuela Simón, uno de los agentes que se jugó la vida en aquella operación que acabó con uno de los comandos más sanguinarios de la banda terrorista.

En este golpe a ETA, la Guardia Civil encontró además numerosa documentación e información detallada sobre posible objetivos: cargos institucionales, militares, agentes de la Benemérita...

Entre otros muchos aparecía un nombre: Ignacio. También sus apellidos, su domicilio, sus características físicas y otros detalles que hicieron pensar a la Guardia Civil que su vida corría peligro. Se trataba de Íñigo de Aymerich de San Román, coronel de Artillería, de San Sebastián.

De inmediato, la Guardia Civil informó al entonces comandante de artillería que su nombre figuraba como objetivo de los terroristas, aconsejándole abandonar Vitoria en un plazo de 48 horas y no volver a pisar la ciudad bajo ningún concepto.

Fue un shock y no fue una sorpresa porque como eran los tiempos que vivíamos pues piensas, te ha tocado a ti. Todo se pone en marcha”, confiesa Consuelo Mamolar Rubio, mujer del entonces comandante a Pilar García Muñiz en Mediodía COPE.

Consuelo tenía entonces 39años , y su hija 10, una edad difícil para explicarle lo que pasaba y, sobre todo, hacerlo sin odio. ¿Cómo se lo explicas? “Difícil, le dije que como a los militares les cambian de destino que se ha tenido que ir. Hasta ahí quedó la cosa. Después íbamos todos los fines de semana a Burgos y seguía haciendo preguntas. Fue delicado porque no le podíamos contar la verdad”, confiesa.

El coronel estuvo fuera de Vitoria durante dos años. Durante ese periodo, la familia se debatió entre la posibilidad de irse de la ciudad y acompañarle en el nuevo destino o que fuera él quien volviera a Vitoria.

Definitivamente y asumiendo los riesgos, decidieron que sería él, quien volviera a Vitoria. No tenían ningún tipo de apoyo, sobre todo económico y además, desde el primer momento tuvieron muy presente que nadie les iba a echar de su pueblo.

No fue nada fácil para la familia vivir con semejante presión: sentir el aliento de los terroristas cada día, cada semana y cada mes. Además, las condiciones para volver a Vitoria eran ineludibles: cambiar de domicilio (como hicieron), vender la vivienda, comprar otra, cambiar de coche. Todo eran gastos y además por decreto ley, no había opciones.

A partir de 1977, comenzó el éxodo de parte de la población vasca hacia otras zonas de España, e incluso del extranjero. Los asesinatos y las amenazas de ETA, así como la hostilidad hacia todo aquel que no fuera nacionalista, unido a las dificultades económicas por la crisis de la industria pesada vasca, hizo que miles de vascos se marcharan de su tierra.

El Centro de Estudios, Formación y Análisis Social del CEU publicaba hace unos días el informe titulado “El éxodo vasco como consecuencia de la persecución ideológica” resaltando un dato que pone los pelos de punta: 180.000 vascos, el 9 por ciento de la población vasca, tuvieron que salir del País Vasco entre 1977 y 2022, motivados tanto por el terrorismo de ETA como por la presión nacionalista.




Consuelo Mamolar Rubio, viuda del coronel Ignacio de Aymerich, se quedó y aguantó el tirón. Ahora, Consuelo colabora desde el Centro Memorial de las Víctimas, contando su historia a los más jóvenes. Participa en charlas y videoconferencias para evitar que 40 años de terrorismo no caigan en el olvido.

"Se lo cuento cómo lo viví, sin odio, porque no cabe en mí, pero que fueron años muy duros y que cuando mi hija estaba en el instituto como ellos ahora, pues fue muy complicado. La vivencia que tuve yo no tiene nada que ver con otras personas que vivían en Vitoria sin tener esa amenaza. No había metralletas en todas las esquinas todos los días, pero un día sí y otro no” recuerda.

Consuelo le cuenta a Pilar García Muñiz que los adolescentes que acuden a sus charlas están interesados, “preguntan mucho, pero cuesta entrar en el tema, para ellos es difícil imaginarse eso. Les cuesta porque no se lo imaginan. Ahora estoy aquí contando mi historia y pienso, esto me ha pasado a mí”, reflexiona.

¿Por qué hay que contárselo a los jóvenes? “Principalmente para no olvidar y porque sigue habiendo presión en el País Vasco, detalles pequeños, pero lo hay. Todavía no está normalizado esto, queda mucho".

Consuelo que se emociona durante la entrevista en Mediodía COPE, "porque creo que hay que seguir luchando" y porque "tenemos que ser conscientes de que esto ha pasado y no se tiene que volver a repetir", concluye.

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"Te preguntan por la venganza, el odio y el perdón"

En febrero de 1992, Koldo San Martín estaba haciendo la mili en Cádiz. En aquellos años, el Servicio Militar era obligatorio en España para todos los jóvenes que cumplían los 18 años. Y así lo fue hasta 1996.

A finales de aquel mes, el martes 25 de febrero, entorno a las dos de la tarde, un superior llamó a Koldo a su despacho para darle la peor de las noticias. Le dijo: “tu padre ha sufrido un atentado, pero aun no sabemos si está vivo o muerto”.

No duró mucho la duda: estaba muerto.

José San Martín Bretón, el padre de Koldo, guardia civil, yacía en la calle, a tan solo doscientos metros de su casa, en Getxo (Vicaya), y a 1.000 kilómetros de donde su hijo hacia la mili. El etarra y asesino Juan Carlos Iglesias Chouzas, alias “Gadafi”, le había descerrajado un tiro en la cabeza. Después, ya en el suelo, le remató.

Decenas de chavales, que a esa hora salían de clase, fueron testigos indeseados del crimen. ETA acaban de asesinar al guardia civil Jose San Martín Bretón. Justo cuando regresaba a la casa cuartel de Algorta donde vivía con su familia.

José San Martín era riojano y llevaba desde 1977 viviendo en el País Vasco. Todos los días hacía el mismo recorrido. Cogía el tren en Bilbao, tras su jornada de trabajo, y desde la estación de Algorta caminaba hasta la casa cuartel. Lo que nunca llegó a saber, es que en el mismo vagón en el que él viajaba cada día, lo hacía también otro miembro de ETA, el que facilitaría la información al comando que lo asesinó.

Koldo se hizo guardia civil para honrar a su padre. Para su madre fue el punto final. Un antes y un largo después. Ahora Koldo San Martín compagina su trabajo de guardia civil con charlas y conferencias que da en institutos y universidades.

¿Qué dicen los chavales cuando le cuentas la historia de cómo murió tu padre asesinado por ETA? "Los chavales cuando les contamos el relato se quedan estupefactos porque tienen un desconocimiento bastante alto, reaccionan luego bastante bien, pero cuando oyen el relato por primera vez, les cuesta meterse en situación y creer que eso ha ocurrido en su país", responde Koldo a Pilar García Muñiz.

¿Qué saben de ETA, lo ven como algo muy lejano? "Les digo que esto ha ocurrido hace poco, no hace tanto tiempo, les pregunto si conocen a Miguel Ángel Blanco y a algunos les suena, han oído algo en su casa, pero esos niños, ahora ya adolescentes tienen un desconocimiento brutal", admite.

"Te preguntan por la venganza, el odio, el perdón. Hacen preguntas muy buenas, a nivel de colegio, sin han trabajado el tema de ETA en clase sale mucho lo de la pena de muerte y les impresiona saber que la pena de muerte no está recogida en nuestro sistema jurídico y de que no estemos a favor de la pena de muerte", subraya Koldo.




Y hay más recalca "cuando empiezas a dar cifras, casi 900 muertos, y los heridos y cuando les decimos que hemos tenido que abandonar el País Vasco, se quedan impresionados y te dicen 'encima de que asesinan a tu padre, te tienes que ir'".

Porque la historia de Koldo es escalofriante, "les cuento que yo he nacido allí, en el País Vasco, que me he criado allí y les cuento que desde pequeño he tenido que ocultar la profesión de mi padre, yo no la podía decir porque no sabía a quién se lo estaba diciendo",cuenta.

"Me inventaba profesiones. Y mi padre me decía que para las fichas pusiera funcionario, pero yo le buscaba profesiones con uniforme o decía que era butanero o farmacéutico y eso cuando se lo explicas a los chicos, les cuesta creerlo". concluye.

Y Pilar García Muñiz termina la conversación con aquella frase de García Márquez: “Recordar es fácil para el que tiene memoria, olvidarse es difícil para quien tiene corazón”.



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