Sara Navarro es una de las grandes diseñadoras de zapatos dentro y fuera de nuestro país. Sara recibe a cope.es en su acogedor y luminoso piso abuhardillado del madrileño barrio de Salamanca. A escasos metros tienen sus atellier otros grandes como Caprile o Verino. Cerca le queda también El Retiro, donde le gusta salir a correr siempre que sus viajes se lo permiten. Porque Sara se cuida y se nota.

En su casa se respira arte, el que ella tiene para crear y el que ha elegido para su casa. Líneas depuradas, estanterías blancas, orden, porque Sara es muy organizada y metódica, y muchos libros de psicología, carrera que estudió. “Siempre me interesó el pensamiento humano, entender los cambios socioculturales”, nos cuenta. Algo muy útil que le ha permitido “intuir las tendencias, los cambios en la moda y en la sociedad y entender mejor a la gente con la que te relacionas".

También le atraen las historias y la historia. “Un libro es capaz de inspirarme una y 20 colecciones”. Especialmente admira la cultura clásica, Grecia y Roma. Recuerda que las sandalias vienen de sumerios y acadios, aunque todos las identifiquemos con los romanos, quizás por las películas. “Eran estéticamente muy bonitas, de tiras cruzadas que se ataban en los empeines y muy modernas", explica.

Un libro es capaz de inspirarme una y 20 colecciones

Y en toda la casa, mucho arte, cuadros de pintores contemporáneos de una colección que empezó con tan solo 17 años.  “Es una de mis grandes pasiones. Desde niña me recuerdo pintando todo lo que se me pasaba por la imaginación”.

El amor por el calzado le viene de serie. Es la tercera generación de una "saga" familiar que empezó con un joven abuelo artesano. “Empezó con tan solo seis años como aprendiz en un taller importante de Elda”, nos cuenta. Su padre le siguió los pasos. Nos enseña con una sonrisa y mucho amor fotos de las tres generaciones de 'maestros del calzado' y de las herramientas que usaban entonces y que "no han cambiado mucho".

En Elda tiene su taller. Este municipio alicantino es la cuna de calzado por excelencia. “Allí se hacen casi todos los zapatos de lujo en el mundo", incluidos los de las grandes firmas.

Y de Elda al mundo. Europa, en especial Francia, son grandes consumidores de zapatos de Sara Navarro. En Oriente también.”Valoran mucho la artesanía española. De hecho el logotipo de mi marca parece un dragón, con los colores cereza y dorado, que representan mucho a mi país, pero que también tienen mucho que ver con Oriente”.

La Sara Navarro de 2019 es solidaria. Ayuda con talleres a mujeres en riesgo de exclusión. También le preocupa la ecología. Sus alpargatas son un buen ejemplo. “El único secreto en este tipo de calzado es que los materiales sean ecológicos y biodegradables. Llevan cuñas de yute, corcho y caucho que las hacen más cómodas".

Si se plantaran mis sandalias podría crecer un árbol

“Al final favoreces la calidad de vida y das un componente de salud a tu cuerpo. La planta del pie es muy permeable, todo lo que te pones se absorbe rápidamente y pasa al torrente sanguíneo”.

Reconoce que en el calzado tradicional la tecnológica es fundamental, de hecho asegura que sería muy difícil diseñar si no conociera bien la técnica.  “Un zapato es como una escultura, tiene mucho de ingeniería industrial”.

De todo el proceso de creación de un zapato le gusta el principio y el final. “El medio es el proceso de producción, es el más largo y efectivo, pero también el más pesado. El principio es muy satisfactorio, cuando imaginas la idea, es como pensar un sueño. El otro momento sublime es cuando sacan el zapato de la horma y te lo pruebas, lo comparo con el nacimiento de un bebé".

En su bolso siempre lleva lápiz y papel. También tiene un juego en su mesita de noche. Sara se reconoce “maniática”. “Cuando preparo una colección tengo que tenerlo todo a mano, lápices de colores, pieles, materiales, las diferentes opciones de suelas, de hormas. A veces tardo más en preparar todos los materiales que en hacer el propio diseño".

Atesora, una cajita roja de metal que es su talismán  desde hace ya 30 años. Se la regaló un estudiante japonés con el que hizo un curso de diseño de calzado en Milán. En ella guarda todo el material con el que trabaja, muchos lápices de colores, un par de cúter y pegamento. 

En su trayectora, Sara atesora numerosos premios. Viendo su currriculum casi a uno por año, aunque quizás uno de los que guarda con más cariño sea la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. Además es conferenciante y ha participado en las pasarelas de mayor prestigio internacional, con complementos para diseñadores de la talla de Galliano.