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Atracos, agresiones y amenazas: trabajadores nocturnos cuentan sus vivencias más duras en ‘Crimen y castigo’

Un taxista, un guardavías y dos médicos comparten las historias de robos, encontronazos e intimidaciones que han sufrido trabajando

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David G. Triadó
@davidgtriado

Responsable del área audiovisual y reportero multimedia

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 00:35

Atracos, agresiones, amenazas, intimidaciones… Trabajar no siempre es fácil y, si se hace de noche, la oscuridad parece impregnar, a veces, las conductas de las personas. En esta entrega de ‘Crimen y castigo’ trabajadores nocturnos nos cuentan sus experiencias más duras.

Empezamos escuchando a Paco, un taxista de Alicante que lleva treinta años en el oficio. El 28 de diciembre de 1991 es una fecha que no olvidará jamás. Por aquel entonces, este miembro de la asociación El Taxi Unido era joven e inexperto, y trabajaba de noche. Recogió a un cliente bien vestido, que no le despertaba ningún tipo de sospecha. Pero, como dice el tópico, las apariencias engañan.

“Te quedas paralizado, impotente, sin saber qué hacer”

En un momento determinado de la carrera, el cliente sacó un cuchillo jamonero y le exigió todo el dinero que llevaba encima. El delincuente salió del vehículo y se fue alejando a paso ligero pero sin correr. “Te quedas paralizado, impotente, sin saber qué hacer. En ese momento pensé en pasarle el coche por encima, porque me daba tiempo”, admite Paco. Sin embargo, descartó esa posibilidad: “Las personas normales no hacemos estas cosas”. Pero esa no fue la única ocasión en que se encontró con ese individuo… Descubre la historia completa escuchando el podcast que encabeza esta noticia.

De Alicante nos vamos a Valencia y cambiamos el taxi por una ambulancia del Servicio de Asistencia Médica de Urgencias. Hablamos con un médico que se ha encontrado de todo sobre el terreno. En una ocasión, recibieron un aviso para acudir a una zona del área metropolitana de Valencia. Se había producido una reyerta con un arma de fuego y armas blancas. Había varios heridos. “Tuvimos la mala suerte de llegar minutos antes que la Policía”, lamenta el médico. Y describe la situación vivida sobre el terreno como un “caos”.

“El estrés que pasamos esperando a las fuerzas de orden público fue increíble”, confiesa el doctor. Había muchísimas personas gritando e incluso zarandeando a los profesionales sanitarios. “Nos increpaba todo el mundo”, ya que todos pretendían que se prestara la atención médica a sus familiares en primer lugar, según cuenta el doctor.

Y, a continuación, nos sumergimos en el subsuelo. Juan -nombre ficticio- es guardavías de Transportes Metropolitanos de Barcelona. Se dedica a recorrer los túneles del metro de la capital catalana cada noche entre la una y las cuatro de la madrugada, cuando ya se ha cortado la tensión, para comprobar que todo esté en perfecto estado para que el día siguiente los trenes circulen con normalidad. Pero, en la oscuridad de los túneles, Juan ha tenido más de un encontronazo con grafiteros.

“Si te entrego yo a ti mi llave inglesa, ¿quién me dice a mí que no vayas a atizarme en la cabeza con ella?”

Una vez se encontró con un grupo de cuatro. Suelen colarse a través de salidas de ventilación y acostumbran a ir equipados con botes de espray pero también rodillos y botes de pintura, escaleras y sierras para lograr acceder al recinto.

Eran hombres con una edad de alrededor de la treintena y que llevaban pasamontañas. “¡Me rodearon y me tocaron!”, exclama Juan. Y agrega: “Me tocaron mis herramientas de trabajo y, si me las quitaban, a lo mejor me podían agredir. Ese fue el mayor de mis miedos. Si te entrego yo a ti mi llave inglesa, ¿quién me dice a mí que no vayas a atizarme en la cabeza con ella, por ejemplo?”. Fue precisamente por estos encuentros con grafiteros, que los profesionales del metro lucharon por realizar su trabajo en pareja. Y lo consiguieron.

Pero no es necesario meterse a la boca del lobo para encontrar problemas. José Ferrandis, médico de urgencias en Canarias, cuenta lo difícil que resulta en ocasiones ejercer su trabajo en el centro médico. En una ocasión, un paciente que no presentaba ninguna causa de emergencia y que tuvo que esperar cuarenta minutos a ser atendido, entró a la consulta de Ferrandis chillando y profiriendo insultos. “Me decía a gritos que ya estaba bien de tocarse ‘las narices’”. El médico intentó tranquilizarlo pero el paciente siguió elevando el tono hasta el punto que se abalanzó encima del doctor. Este tuvo que escapar de la consulta. El paciente lo persiguió por los pasillos y Ferrandis se refugió en el office, donde el personal sanitario tiene la comida, el agua y el baño.

“Me hacía gestos amenazantes: que me iba a cortar el cuello y a dar una paliza”

“Me hacía gestos amenazantes: que me iba a cortar el cuello y a dar una paliza”, asevera el doctor. En ese momento estuvo “inspirado”, logró reconducir la situación y hacerle “poner los pies en el suelo”. Confiesa que dio por hecho que sería víctima de una agresión: “Vi muy claro que en ese momento me tocaba a mí, cuando ya les había tocado a otros compañeros. En este caso me libré pero soy la excepción”.  El mismo paciente, cuando se calmó y recapacitó, le pidió perdón “diez veces”. 

Y para terminar esta entrega de ‘Crimen y castigo’ con un poco de buen sabor de boca. Nuestro médico valenciano nos cuenta cómo un día tuvo que tirar de ingenio para salvar la vida a un bebé recién nacido. ¡Usó un horno!

Te invitamos a escuchar el podcast que encabeza esta noticia y a entrar en la sección de ‘Crimen y castigo’ para escuchar las versiones extendidas de las entrevistas, más historias de profesionales nocturnos en apuros, noticias relacionadas y otras entregas del podcast.

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