El Real es tradicionalmente uno de los barrios más cómodos de Melilla para residir. Dispone de todo tipo de comodidades: bares, terrazas o decenas de comercios. Sin embargo, desde hace varias décadas los vecinos conviven con la prostitución en sus calles. Un fenómeno que se remonta a la década de los años sesenta y que, lejos de menguar, no para de crecer. Las autoridades locales y la policía local esgrimen que no pueden poner fin a esta lacra, al tratarse de una actividad alegal. Pero lo cierto es que la paciencia de los vecinos se está agotando con el paso del tiempo.

Uno de los vecinos del Real, Jesús, afirma no obstante que las leyes locales les permite actuar: “La prostitución de Melilla es atípica, porque un alto porcentaje tanto de las mujeres que la ejercen como de sus clientes son de origen marroquí. Melilla tiene acuerdos con Marruecos por el que se prohíbe pernoctar en la ciudad sin visado, y lo que queremos los vecinos es que ese reglamento se cumpla, además de que se aplique la normativa de seguridad ciudadana por la que se castiga a quienes ejercen la prostitución en la vía pública.”

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Pero el hecho de que la mayoría de los clientes no sean de nacionalidad española, sino marroquí, impide multarles: “Son personas que carecen de domicilio en suelo español, y no se les puede sancionar. A los que solicitan estos servicios en la vía pública y son españoles o ciudadanos europeos, la multa asciende a 750 euros.”

El cumplimiento de ambas normativas no está resultando tarea sencilla, dado el déficit de agentes policiales en la Ciudad Autónoma: “Hay patrullas, pero pasan por el Real menos de lo que deberían. Nos consta que los agentes piden a las mujeres la documentación y les instan a marcharse a otra zona donde no molesten.”

No obstante, las chicas que ejercen estas prácticas se niegan a marcharse, por un lado porque se trata de un barrio que, a juicio de las meretrices, está repleto de potenciales clientes, dado el elevado número de establecimientos hosteleros con los que cuenta. Además, al ser una zona llena de vida, se sienten más seguras, ya que son conscientes de que algún vecino saldrá en su ayuda cuando tengan problemas con algún cliente.

Otra de las particularidades, es que la figura del proxeneta no existe. No hay una red de trata de seres humanos: “Estas mujeres actúan por su cuenta. Los vecinos apenas nos comunicamos con ellas, pero sí sabemos que la presión vecinal hizo que se marcharan de otros barrios para venir al nuestro. Coincidió también con el momento en el que en Melilla se cerraron muchos clubes de este tipo. La mayoría de las trabajadoras se quedaron sin trabajo, y decidieron hacerlo en la calle. Por aquí es donde vienen tantas peleas a altas horas de la noche, sobre todo si hay alcohol y drogas de por medio.”

Y es que las peleas en la vía pública, la suciedad en las calles, el tráfico de drogas o clientes en estado de embriaguez, son una constante en el barrio del Real, tal y como apunta Jesús. Otra de las cuestiones más preocupantes, es que los más pequeños del barrio empiezan a normalizar la situación: “Las chicas están presentes en el barrio las 24 horas del día por distintas zonas localizadas, entre ellas al lado de un parque, que es donde se concentra la actividad durante el día. Mis hijos por ejemplo aún son pequeños, pero los que tienen ya más edad, lo ven como algo normal, y eso es lo más preocupante.”

Llama la atención también el aspecto que presentan las mujeres que ejercen la prostitución: “No hacen un gran negocio. Aquí se habla de unos veinte euros por servicio. Son mujeres además que, si las ves, no van vestidas de manera extravagante. Algunas incluso llevan una chilaba marroquí.