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La ruin actitud de una empresa pública estatal hacia un empleado con su madre gravemente enferma

Rubén guarda rencor a la empresa por su comportamiento durante la hospitalización de su familiar

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Tiempo de lectura: 2'Actualizado 14:24

Rubén tiene 25 años. Desde hace dos años lleva dedicado en cuerpo y alma a su empresa, de titularidad pública. La decepción corre por sus venas desde hace unos meses. Su madre falleció el pasado mes de marzo por una enfermedad respiratoria congénita. Las semanas previas fueron un calvario para nuestro protagonista. Su progenitora fue intervenida quirúrgicamente hasta en cuatro ocasiones, aunque todas ellas se enmarcaban en un mismo ingreso hospitalario que se prolongó por un periodo de cuatro meses que a la familia se le hicieron una eternidad. 

Más allá del drama familiar, Rubén guarda rencor a la empresa por su comportamiento durante la enfermedad de su madre. Para empezar, solicitó a la empresa los días libres que le correspondían por convenio. Pero a partir de la segunda operación, sus responsables se cerraron en banda y se negaron a que su empleado estuviera junto a su madre en aquellos difíciles momentos. 

Argumentaban que entre operación  y operación no había un nuevo ingreso de por medio, por lo que no le correspondían más días. Mientras tanto, Rubén solo podía intercambiar los turnos con sus compañeros, pese a lo cual no pudo estar junto a su madre en aquellos momentos en los que se debatía entre la vida y la muerte. También le fue denegado un cambio horario.

Por otro lado, Rubén trató de pedir tres días de excedencia forzosa que le fue denegada bajo el pretexto de que no contaba con un contrato indefinido ni se había cumplido el mínimo de un año como contratado por obra y servicio que se requiere para obtener dicha excedencia. Ante la desesperación se vio obligado a pedir vacaciones adelantadas del año siguiente. Accedieron a ello desde la empresa, no sin antes poner objeciones. 

Aquello le llevó a Rubén a un cúmulo de sensaciones negativas. No tenía vida social. Desde el trabajo acudía al hospital Gregorio Marañón de Madrid para estar a la vera de su madre. Así durante cuatro meses. Al menos, el trato fue exquisito hacia la familia. Rubén incluso escribió una carta de agradecimiento al personal del centro sanitario una vez se produjo el triste desenlace. Como anécdota y nota positiva de la calidad humana de los profesionales, cabe destacar la de una auxiliar de enfermería en prácticas que visitaba a su madre cada día después de su jornada laboral para acompañarla. Una vez más se demuestra que pese a los vaivenes de nuestra clase política, afanado en recortar en lo más elemental, ahí están los profesionales para sobreponerse a los obstáculos del día a día. 

No así la empresa de Rubén, que tampoco estuvo a la altura de las circunstancias tras el fallecimiento de su madre. Ni siquiera acudieron a darle el pésame. La fecha de defunción coincidió con el inicio de sus vacaciones, motivo por el cual la empresa aprovechó para no concederle al empleado los cuatro días que le correspondían por fallecimiento de familiar de primer grado. ¿Se puede ser más ruin?

Rubén hoy sigue decepcionado con la empresa de titularidad pública. Incluso se plantea cambiar de empleo. Su dolor por lo ocurrido le sigue dejando huella en su día a día. Siete meses después espera las condolencias o al menos un gesto de cariño hacia sus fríos pagadores. 
 

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