Las tres religiosas que resucitan un monasterio en Marruecos

Las Hermanas de San Francisco de Asís trabajan en 'reaviviar' un monasterio que llevaba deshabitado desde 2013

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Las Hermanas de San Francisco de Asís se instalaron en el monasterio de Tazert el 8 de diciembre pasado, en una zona entre montañas, rodeado de olivos y eucaliptos. Llevaba deshabitado desde 2013, cuando las clarisas tuvieron que abandonarlo. La presencia monástica en este lugar data de los años 30 del siglo pasado. Por allí han pasado diversos franciscanos que querían hacerse presentes en medio de este pueblo, siguiendo el espíritu de Charles de Foucauld.

Desde 2015 la Iglesia estaba buscando una comunidad dispuesta a trasladarse allí y ahora comienza una nueva etapa en la vida del monasterio. Además de la acogida, se han hecho cargo de una cooperativa que produce tapices y bordados, en la que trabajan 80 mujeres. Una asociación llamada Corazón Magrebí los compra para venderlos en Marrakech y Europa, y luego distribuye el fruto de la venta. El año pasado repartieron a cada una unos 10.000 dírham», más de 900 euros, lo que supone un sobresueldo muy interesante para que las familias puedan salir adelante.

A esto se suma un pequeño proyecto de salud pública puesto en marcha por una de las religiosas, enfermera. El arzobispo de Rabat, el salesiano español Cristóbal López, explica en Alfa y Omega que la Iglesia no quiere perder su inserción en las zonas rurales, pero reconoce que en Tazert la vida es más exigente para las religiosas: mientras en Casablanca o Rabat se sobrevive perfectamente con el francés, allí tienen que esforzarse en hablar árabe y tamazight, el idioma de la mayoría bereber de esa región. Pero subraya el objetivo de ser una Iglesia totalmente encarnada en la realidad marroquí

Un aspecto esencial de esta presencia es ser un testimonio constante de oración. Entre los musulmanes existe un cierto prejuicio de que los cristianos no rezan, y de hecho los vecinos en seguida preguntaron a las monjas si ellas rezaban, porque no escuchaban la campana que sonaba en otros tiempos. Ahora ya saben que también la tienen que tocar, ha contado monseñor López.

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