La valiosa cruz que fabricó este cardenal durante los años que estuvo preso por el régimen comunista

El cardenal permaneció en prisión durante trece años en los que jamás renunció a su fe

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La vida del cardenal vietnamita Francisco Nguyen van Thuan dio un giro de 180 grados en 1975. Tras varios años como obispo de Nhatrang, en el centro del país asiático, el Papa Pablo VI le nombró aquel año Arzobispo de Saigón.

Un nombramiento que coincidía en el tiempo con la invasión comunista de la ciudad. Poco tiempo después, acusaron a van Thuan de participar en un complot del Vaticano, en colaboración con EEUU para luchar contra el régimen comunista que imperaba en el país. Como consecuencia de aquella invasión, el cardenal fue arrestado el 15 de agosto de 1975, día de la Asunción de la Virgen.

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Tuvo que presentarse en el palacio presidencial, a una distancia de casi 500 kilómetros que le separaba de Saigón. Un trayecto que estuvo marcado por la tristeza por parte del cardenal vietanamita, aunque esa sensación se entremezclaba con la de la esperanza, cuando recordó las palabras del obispo misionero chino, John Walsh, tras doce años de cautiverio: “He pasado la mitad de mi vida esperando”.

Gracias a aquel recuerdo, el cardenal vietnamita decidió vivir cada momento presente en prisión “colmandolo de amor”. Pero las circunstancias del arresto no eran sencillas en la localidad de Cay Vong, donde estuvo bajo viligancia pemanente durante un periodo de trece años, sin por supuesto previamente haber sido juzgado legítimamente.

A Francisco Nguyen van Thuan le preocupaba sobremanera la situación que vivían los ciudadanos invadidos por el comunismo. El catolicismo estaba además siendo perseguido con el cierre de librerías católicas y religiosos que habían sido enviados a trabajos forzosos.

Los malos pensamientos invadieron durante un tiempo la mente del cardenal, hasta que una noche recordó a San Pablo y se iluminó la bombilla: “Francisco, es muy simple, haz como San Pablo cuando estuvo en prisión: escribía cartas a varias comunidades”, pensaba así mismo. De esta manera, comenzó a escribir cartas que luego compusieron los libros por él escritos.

Trece años en los que jamás renunció a su fe. De hecho, en aquellos años de cautiverio construyó una cruz pectoral, que una vez liberado hacía ver a todo el mundo, y que se convirtió en el símbolo de su cautiverio y también de su espiritualidad. Construyó esta cruz con trocitos de madera que le daban los guardias, y después consiguió construir una cadena con cable eléctrico. Una vez hecho cardenal, siguió llevando esta cruz.

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Finalmente, en 1988 fue liberado y puesto bajo régimen de arresto domiciliario en Hanoi, sin permitírsele regresar a su sede diocesana. En 1991 se le autorizó ir de visita a Roma pero no se le permitió el regreso. Desde entonces vivió exiliado en esa ciudad.

Ante esta situación, el Papa San Juan Pablo II le nombró, en 1994, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz a la vez que dimitió como Obispo coadjutor de Saigón. En 2001, el Sumo Pontífice lo creó cardenal de Santa María de la Scala. Falleció el 16 de septiembre de 2002 en una clínica de Roma, víctima de cáncer.

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El Papa Benedicto XVI inició el proceso de beatificación del Cardenal, siendo aprobado el decreto por Francisco el 4 de mayo de 2017, y por el que se reconocen sus virtudes heroicas, el primer paso necesario para su beatificación.

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