Carta del obispo de Lleida: «Las calles en Semana Santa»

Nos acercamos a la Semana Santa y Salvador Giménez recuerda la coherencia que debe regir la vida de los cristiano: lo que celebramos en la calle debemos vivirlo en nuestro interior

Salvador Giménez Valls

Tiempo de lectura: 2’

En estos días previos a la Semana Santa hay ambiente de preparación de esta gran fiesta por parte de parroquias y comunidades cristianas. Estas organizan los horarios de los actos litúrgicos aconsejando la asistencia de todos los creyentes que incluyen las confesiones, se preocupan de las actividades formativas y acompañan las manifestaciones públicas de los pasos.

En la preparación también están todos los miembros de las Cofradías y Hermandades, sobre todo sus Juntas Directivas. Desean tener a punto todos los materiales y todas las presencias para que las procesiones por las calles y plazas de nuestros pueblos tengan una perfecta organización y contribuyan a resaltar el motivo central de la Semana Santa.

La sociedad en general también espera con alegría estas celebraciones, bien porque se conceden unos días de vacaciones para salir de los lugares habituales de residencia bien porque son espectadores respetuosos del misterio central de la fe de los cristianos: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Participan contemplando, asisten recordando y se alegran de tener un motivo más de fiesta en las calles y plazas como un elemento importante de la cultura y de la tradición vivida por tantas generaciones anteriores.

Todo ello como manifestación pública de la fe de los cristianos. Me parece que a nadie molestará que un grupo social determinado ocupe un espacio público en unos momentos concretos y expresen sus convicciones con valentía y con profunda devoción. Si bien es cierto que la fe no se agota en un acto exterior. Los cristianos somos conscientes que lo importante radica en nuestro propio interior. Allí, en el corazón, es donde se disparan los impulsos para convertirnos en mejores seguidores del Crucificado quien ya lo afirmaba en los evangelios cuando distinguía entre lo que sale del interior y el interés por los actos externos para ser vistos por la gente. Nosotros repetiremos hasta la saciedad que la coherencia es básica para la vida cristiana. Lo que celebramos en la calle lo debemos vivir en nuestro interior. Esto último depende de cada uno y la manifestación en la calle nos permite recordar y enseñar a los demás la fe que profesamos, que celebramos y que compartimos en los hogares y en las parroquias, en los colegios y en las agrupaciones festivas.

Aceptando lo fundamental de nuestra fe, me satisface agradecer el entusiasmo de tantos cristianos en la preparación de los pasos y en su asistencia multitudinaria a los actos programados. Hago una llamada cordial para que cada día aumente el número de los que se responsabilizan de estas organizaciones cristianas. Muchas veces da la impresión de que hay carencia de colaboradores porque, con rasgos egoístas, preferimos satisfacer el tiempo libre con maquinitas y pantallas olvidando la importancia de la palabra y la escucha, del acompañamiento y la colaboración con personas que piensan y creen lo mismo deseando darlo a conocer a nuestra sociedad actual.

Me parece acertar si digo que todos los que acudís a las procesiones, hacéis un público testimonio de vuestra fe. No somos nadie para juzgar la intensidad de vuestro compromiso cristiano. Pero nos alegra la mayor participación de cofrades cada año y el empeño por la evangelización. Esto último no es exclusivo de sacerdotes y religiosos sino de todos los bautizados que se exigen autenticidad con lo que celebramos, fidelidad con lo que predicamos y felicidad con lo que vivimos. Que nada ni nadie nos dificulte una sana y santa participación en estos días santos. Que los últimos momentos de la vida del Señor sean un modelo de actuación para todos sus seguidores.


+ Salvador Giménez Valls

Obispo de Lleida


Religión