Carta del obispo de Lleida: «Las colonias de verano»

A través de su escrito semanal, Salvador Giménez anima a disfrutar de los campamentos de verano ya que contribuyen positivamente a la «formación integral» de quienes participan

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Muchos de los lectores guardan un magnífico recuerdo de su infantil participación en las actividades veraniegas que organizaban las parroquias, los colegios o los mismos movimientos diocesanos. Se centraban sobre todo en las colonias que, en los Pirineos o en otros parajes, atraían a un gran número de niños y jóvenes que pasaban unos días fuera del seno familiar.

Cuando hablamos de este tipo de colonias agradecemos la colaboración de tres grandes grupos de personas que las hacen posible: los voluntarios, los organizadores permanentes y los padres. Todos confluyen para conseguir un mismo objetivo: educar a niños y jóvenes en una determinada modalidad al aire libre. Ayuda y complementa la formación integral de las personas que se adquiere en el seno de la familia, en la escuela y, en ocasiones negativamente, en la calle y en mil programas de entretenimiento audiovisual.

En este terreno también parece que se ha conseguido volver a la ansiada normalidad. Tras la pandemia, sufrida por todos durante los últimos años, vuelve este verano la organización de colonias y campamentos. Es una tradición muy antigua entre nosotros que no se puede perder. La experiencia gratificante de tantos que han disfrutado de la naturaleza con los amigos y compañeros ha propiciado que las distintas ofertas agoten las plazas con rapidez. En un suplemento periodístico de los domingos (finales de mayo) había un gran reportaje sobre la iniciativa de la misma diócesis en Montsant y animaba a todos a recuperar la participación por considerarla fundamental; seguro que el texto y, sobre todo, las fotografías del reportaje llenarían de nostalgia y gratitud el corazón de muchos lectores.

Creo que es necesario señalar en esta actividad la labor de los voluntarios en general. No quisiera olvidar la gran cantidad de personas que, movidas por su fe en Jesucristo, dedica gran parte de su tiempo a servir educando a los más jóvenes y mostrándoles el camino que nos enseña el evangelio. Todos aprenden a vivir el respeto y al amor a los semejantes sabiendo que se fundamenta en el amor que Dios nos tiene. Los días de colonias son una buena motivación para descubrir, reconocer y acompañar la experiencia religiosa. Este período es parte de la programación que los diferentes centros educativos (sobre todo los “especializados” en tiempo libre) desarrollan a lo largo del año en sesiones semanales con monitores y niños.

También es importante destacar el trabajo de los responsables de los distintos centros de “Esplai”. Es permanente su dedicación a la formación de monitores y educadores; ello hace posible que en todas las generaciones existan grupos que se entusiasman por esta labor entregada y solidaria. Impresiona comprobar el interés y la seriedad de la formación que reciben sobre los variados temas de educación en virtudes, en valores y en el reconocimiento del respeto a la naturaleza.

Agradezco a los padres y demás familiares la confianza que depositan en los diferentes centros y la colaboración que prestan para que todo se desarrolle con normalidad y eficacia. Es fundamental la implicación de los padres en esta tarea. Son ellos los primeros responsables del crecimiento de sus hijos y nadie les puede suplantar en esta digna empresa. Nuestra obligación es colaborar con ellos para que sus hijos puedan servir mejor en el futuro a la sociedad en la que viven.

Termino esta aportación semanal con una llamada para todos los niños y jóvenes que se benefician de las colonias y actividades de tiempo libre. Que el Señor os ayude a descubrir su creación y la preocupación solidaria por los demás; es la lucha constante contra el egoísmo.



+ Salvador Giménez Valls

Obispo de Lleida

Religión