Mensaje del arzobispo de Burgos: «Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado»

Mario Iceta invita a construir un futuro fraterno, «donde todos quepamos y vivamos en paz»

Tiempo de lectura: 3’

«Los dramas de la historia nos recuerdan cua?n lejos estamos todavi?a de alcanzar nuestra meta, la Nueva Jerusale?n, “morada de Dios entre los hombres” (Ap 21, 3)». Con estas palabras, el Papa Francisco compendia –en voz baja y con el alma esperanzada, convencido de que esta? cerca la construccio?n de un futuro ma?s acorde con el plan de Dios– el di?a que celebramos hoy: la Jornada del Migrante y del Refugiado.

El lema, elegido por el Santo Padre, se centra en Construir el futuro con los migrantes y los refugiados. En este sentido, perpetu?a que solo es posible tener un horizonte si se camina de la mano de los ma?s vulnerables.

Ciertamente, cuando hablamos de seres humanos y de dignidad, no podemos esperar a man?ana, porque el futuro empieza hoy. Y si ponemos el corazo?n en seguridades cimentadas y presentes, la Palabra nos recuerda –una y otra vez– el destino pasajero de lo que somos, pues «aqui? no tenemos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura» (Heb 13, 14).

Los obispos de la Subcomisio?n Episcopal para las Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Espan?ola, en su mensaje para esta 108a Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, comienzan afirmando que a pesar de las oscuridades y las malas noticias que nos invaden, «la fe nos dice que hay esperanza» y que «tenemos un futuro que tiene el don de comenzar a realizarse ya en nuestro presente». Aferrados a esta firme conviccio?n, en un mundo globalizado y regado con los flujos migratorios, la Iglesia, en cada lugar, «se pone al servicio del Reino de Dios, sabiendo que nuestra tarea no es pesimista ni alienante, pues es Cristo mismo quien actu?a».

No podemos esperar, por tanto, a construir un futuro sobre posibles man?anas. Porque, como nos ensen?a cada di?a la historia, man?ana puede ser tarde. Construir un futuro para todos es una tarea apremiante, «siempre que comencemos aprendiendo a leer y desvelar el paso de Dios por la historia del presente», como recuerdan los obispos en su misiva. Hoy, «cuando se pone en cuestio?n el derecho a huir de guerras, hambrunas, de construir una vida familiar en entornos seguros, de buscar una vida digna», afirman que es tiempo de atreverse a mirar el futuro de las migraciones «con los ojos de Dios».

Una tarea principal es construir un futuro fraterno, en armoni?a, donde todos quepamos y vivamos en paz. Porque el Evangelio se hace carne en cada uno de estos rostros migrantes y refugiados, y la Iglesia esta? llamada a ser siempre «la casa abierta del Padre» (Evangelii gaudium, 47). Uno de los signos concretos de esa apertura es, segu?n el Santo Padre, «tener templos con las puertas abiertas en todas partes». De ese modo, «si alguien quiere seguir una mocio?n del Espi?ritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrara? con la frialdad de unas puertas cerradas».

Lo mismo hemos de llevar a cabo con nuestros hermanos migrantes y refugiados que se acercan a nuestras vidas, con una mirada profunda y contemplativa, acogiendo la invitacio?n que nos hace la propia Iglesia de acogerles, protegerles, promoverles e integrarles. Su presencia en nuestras vidas «representa un enorme reto y una oportunidad de crecimiento cultural y espiritual», tal y como confiesa el Papa en su mensaje para esta jornada. Gracias a ellos, reconoce, «tenemos la oportunidad de conocer mejor el mundo y la belleza de su diversidad». Con ellos, como nos ha ensen?ado –con sus gestos y sus acciones– el Santo Padre, maduramos en humanidad «hacia un nosotros cada vez ma?s grande».

Le pedimos a la Virgen Mari?a que, cuando nos cueste encarnar la mirada de Jesu?s de Nazaret en cada uno de estos hermanos nuestros, Ella nos ayude a caer del lado de Dios, de Su misericordia, de Su compasio?n. Y cuando pensemos que no somos capaces, recordemos las palabras que el Sen?or puso en el corazo?n de san Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad» (2 Co 12,9). Solo asi?, abrazados a los habitantes ma?s necesitados de las periferias existenciales, podremos construir un futuro inundado de fe, esperanza y caridad; siendo disci?pulos del Amor y anunciando la alegri?a del Evangelio, esa que nada ni nadie podra? arrebatarnos jama?s (cf. Jn 16, 22).

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga


+ Mario Iceta Gavicagogeascoa

Arzobispo de Burgos


Religión