Secuestros y agresiones: el día a día de los cristianos en Nigeria y que ha vivido Mari Ángeles como misionera

En Aleluya, la religiosa revela el trabajo que realiza su comunidad en la ciudad de Kaduna, de mayoría musulmana: "Hace cuatro años secuestraron al presbítero que me acompañaba"

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La misionera Mari Ángeles Amo está a la espera de poder regresar a la ciudad nigeriana de Kaduna, uno de los estados donde mayores índices de persecución y agresiones contra la comunidad católica se producen, para poder llevar la palabra de Dios a sus gentes.

“Estamos a la espera de que al presbítero que me acompaña le den el visado. Yo lo tuve que renovar en agosto y puede entrar en el país”, explica en Aleluya Mari Ángeles, quien espera que antes de finales de año pueda regresar al país africano.

Periódicamente en los medios de comunicación conocemos la triste noticia de que religiosos o religiosas son secuestrados o asesinados por los grupos yihadistas que profileran en la zona norte de Nigeria: “Hay dos realidades en el país. El sur es mayoritariamente cristiano y no hay problema para poder vivir la fe, pero el norte es más problemático por ser zona musulmana”.

La ciudad y estado de Kaduna es de estas últimas, aunque Mari Ángeles precisa que las persecuciones no tienen únicamente un móvil religioso, sino económico.

En las distintas parroquias, Mari Ángeles y su comunidad implementan un itinerario de formación cristiana a los habitantes de los poblados, generalmente en las zonas rurales: “Nos acercamos a las zonas más alejadas para celebrar catequesis. Pero sobre todo formamos a estas comunidades para que los hermanos sean cristianos adultos que puedan extender el Evangelio en el futuro”, detalla la misionera perteneciente al Camino Neocatecumenal.

La espada de Damocles apunta constantemente a la sien de la comunidad católica en la zona. En el entorno de Mari Ángeles, el presbítero que le acompañaba fue secuestrado durante cinco días: “Hace cuatro años le secuestraron cuando viabaja en coche de una ciudad a otra. Viajar por carretera es muy peligroso, por eso ya no lo hacemos y optamos por el avión”, comenta.

No obstante, la misionera no ha vivido constantes episodios violentos, pero sí en las proximidades de donde ejerce la misión: “Unos jóvenes seminaristas también se los llevaron. En 2002 en la ciudad de Kaduna recuerdo que fueron casa por casa persiguiéndolos”.

Pese a las duras experiencias que viven los misioneros, Mari Ángeles Amo no cree que estén hechos de otra pasta ya que, como apunta, “los que más lo sufren son quienes viven allí que están acostumbrados”.

“Yo nunca he tenido miedo de que algo me pueda suceder. Soy más consciente en España que allí”, reconoce.

En estos meses de ausencia, Mari Ángeles ha confesado que lo que más hecha de menos de Kaduna es a la comunidad y poder anunciarles la palabra de Dios para que no estén solos: “La covid-19 ha sido difícil. Quiero darles ánimo porque se vive una situación de desesperanza por la falta de trabajo, la corrupción...”

Sobre la forma en la que los habitantes acogen la palabra de Dios, Mari Ángeles precisa que “existe falta de constancia, pero tienen curiosidad, escuchan y acogen esa palabra”.

Preguntada por la importancia de que desde los países desarrollados los fieles se conciencien del papel de las misiones en los territorios con menos recursos, la religiosa dice que es fundamental: “Pese a la riqueza de un país como Nigeria, no está distribuida y la gente vive en la pobreza. Necesitamos la ayuda externa”, advierte en Aleluya.

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