Max, el joven sacristán italiano que persigue su sueño a pesar de la pandemia de la covid-19

En la sacristía de la pequeña iglesia de S. Martino - que da nombre al pueblo de unos 3.100 habitantes - Max Zipperle se siente como en casa

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Max Zipperle, 13 años, es el sacristán más joven de la diócesis de Bolzano-Bressanone en Italia. Realiza su labor dos veces por semana, los miércoles y sábados por la noche, alternándose con los otros cuatro sacristanes de la parroquia.

El verano pasado se incorporó oficialmente a la Asociación Diocesana de Sacristanes. Su entrada "oficial" en la sacristía lo hizo en 2016, a los 8 años. Al día siguiente de su Primera Comunión, se unió a los monaguillos de la parroquia. Max sigue siendo monaguillo en la actualidad y si se le pregunta por su futuro, él lo tiene claro: ir a la universidad y especializarse en filosofía, historia del arte e Iglesia. Asimismo, Max tiene un sueño que guarda en el cajón: encontrar y conocer al Papa Francisco.

En la sacristía de la pequeña iglesia de S. Martino - que da nombre al pueblo de unos 3.100 habitantes - Max Zipperle se siente como en casa. Dentro del armario pone escrupulosamente las copas en fila y las describe detalladamente, explicando cuál se usa en las celebraciones entre semana, cuál en las festivas, cuál es para las solemnidades y cuál se usa generalmente en la fiesta del patrón de la parroquia.

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Respirar la sacristía desde la cuna

Max tiene un gran interés en todo lo que se rodea el mundo de la Iglesia y de la liturgia. Respiró la vida de la sacristía desde la cuna. La familia Zipperle, de hecho, cuenta con una larga tradición de sacristanes.

El abuelo de Max, Anton, llevó este servicio durante muchos años en la parroquia de Sant’Orsola. Pero no solamente su abuelo. “Mi bisabuelo también era sacristán”, dice con orgullo el joven. A estas altura, no debería sorprendernos cuando a la edad de tres años en el jardín de su colegio empezó a construir con los Lego no una casa, sino una iglesia.

Los abuelos, Antón y Rosa, jugaron un papel importante en la vida religiosa de Max. “Son muy creyentes - dice hoy el joven sacristán - y pasé mucho tiempo con ellos. Muchas veces iba con ellos a Misa y visitaba las tumbas del cementerio”.

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El sueño de Max

Dos veces a la semana, los miércoles y los sábados por la noche, Max se encarga de preparar todo para la Celebración Eucarística. Lo hace todo con meticulosa precisión y naturalidad innata. Coloca el epistolario en el ambón y el misal en el altar, enciende las velas, llena las ampollas de agua y vino. Luego tiene la tarea de recolectar las ofertas y también hace sonar las campanas.

Karl Lahner, el mayor de los cinco sacristanes de la parroquia, dice que está muy satisfecho con la preparación y el compromiso de Max. "Es un chico detallista y diligente - dice - nos gustaría tener muchos más chicos como él".

Justo en estos días Max ha celebrado su cumpleaños número 13. Como regalo, pidió un vestido para utilizar en su servicio como sacristán. Pero Max también tiene otro sueño en el cajón.

Le encantaría encontrar y conocer al Papa Francisco, quizás al final de una Audiencia General. Por ahora, el coronavirus hace imposible este sueño. Pero Max no tiene intención de rendirse. Tan pronto como las disposiciones nacionales lo permitan, él y su familia irán a Roma. Y San Pedro es la primera parada que ya ha marcado en su programa de viajes.

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