El obispo Eduardo Hiiboro relata la miseria en Sudán del Sur: "La visita del Papa sería clave para la paz"

La guerra civil que estalló en el país dos años después de su independencia del norte árabe ha dejado millones de refugiados y casi 400 mil muertos

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Sudán del Sur es un país cuyos habitantes mueren de hambre. Las diferentes facciones enfrentadas desde hace décadas en una cruenta guerra civil, hace que uno de los países de más reciente creación pero con mayores índices de pobreza esté sumido en el caos más absoluto.

Pese a que en 2011 Sudán del Sur logró independizarse del norte árabe, dos años más tarde estalló una nueva guerra civil entre los gobernantes resultantes tras la creación de una república unificada, concretamente entre su presidente, Salva Kiir, y el líder rebelde (otrora vicepresidente de Kiir), Riek Machar. Más de tres millones de habitantes se han visto obligados a huir del país como consecuencia de una guerra que ha costado la vida a unas 380 mil personas.

En las últimas horas ambos rivales se han comprometido a formar un gobierno de unidad nacional antes de finales de febrero, dentro del plazo de 100 días otorgado por los líderes africanos. Desde la firma de un acuerdo de paz en septiembre de 2018, la lucha ha disminuido significativamente en Sudán del Sur.

Pero durante muchos años, no hubo día y noche tranquila en el territorio. La violencia, los robos o las violaciones están a la orden del día. Incluso adolescentes de apenas 16 o 17 años son vendidas por su familia a un hombre para que se convierta en su marido, a cambio de unas cuantas vacas.

La miseria continúa por tanto muy presente, tal y como ha relatado en COPE.es el obispo de la diócesis de Tambura-Yambio, Monseñor Eduardo Hiiboro Kussala. El obispo ha estado recientemente en España, donde ha demandado ayuda a la Conferencia Episcopal Española y a Manos Unidas para financiar los proyectos de su diócesis. No habla castellano, por lo que ha estado acompañado en todo momento por el misionero anglo-español en Sudán del Sur, Christopher Hartley, que nos ha servido de traductor.

Monseñor Eduardo Hiiboro Kussala se ha mostrado muy agradecido con la respuesta que ha obtenido tanto de la CEE como de la ONG: “Tengo muchas esperanzas de que los proyectos presentados para nuestro pueblo cuente con la ayuda necesaria”.

Entre esos proyectos en los que está involucrado el obispo, destaca gestionar las relaciones entre el gobierno y las facciones que están en litigio, asegurar que la ayuda alimentaria lleguen a su destino o trabajar para que la guerra no sea la única actividad lucrativa en el país.

Toda ayuda es poca, tal y como comenta el obispo, que convive con las penas y el sufrimiento por el que atraviesan sus conciudadanos: “Yo formo parte de la esperanza y el sufrimiento de nuestro pueblo. La carencia de las necesidades básicas como el agua, los alimentos o las medicinas es lo que dificulta todo, incluido el proceso de paz”.

Monseñor ha explicado además que las ayudas procedentes del exterior son importantes, pero critica determinadas acciones de algunas organizaciones, pese a no dar nombres: “Me preocupa que en algunas organizaciones se destine tanto dinero en sueldos para los integrantes, por lo que muchas de las ayudas no redundan en un beneficio para el pueblo. Tampoco veo bien que venga tanta gente de fuera y no se dé oportunidad a los nativos a participar en este proceso de colaboración con las organizaciones internacionales. Al final, solo se conforman con ser receptores de unos bienes que reciben sin esfuerzo en concepto de obras de caridad”.

El Papa Francisco el pasado mes de noviembre expresó su intención de viajar a Sudán del Sur a lo largo del año 2020, y pidió a los responsables del país que continúen con el compromiso de un diálogo inclusivo. Para nuestro invitado, la visita del Santo Padre representaría un enorme impulso para alcanzar la paz: “Rezamos mucho para su venida. Traería muchas bendiciones a la población para cimentar el proceso de paz para que las diferentes facciones lleguen a acuerdos”, reflexiona Monseñor Eduardo Hiiboro Kussala.

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