Así trabaja la Iglesia en busca del arrepentimiento de los terroristas

Aleluya accede al testimonio de un miembro de la diócesis de Bilbao que ha dedicado su vida a acompañar espiritualmente a presos de ETA

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La labor que desempeña la Iglesia con los presos es importante para la reconversión de muchos de ellos. El derecho a la libertad religiosa y de culto es uno de los Derechos Humanos universales también recogida en la Constitución española.

Por ello, el acompañamiento espiritual es clave para la salud física y mental del preso. Se trata no sólo de un deber moral para con los encarcelados, sino de un deber cívico y solidario. Incluso con aquellos que han cometido delitos de sangre y han sido capaces de destrozar familias enteras, como es el caso de los asesinos de la banda terrorista ETA.

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¿Cómo es la labor que desempeña la Iglesia con estos presos? ¿Se arrepienten? ¿Se abren más con la presencia de los párrocos y trabajadores pastorales de las diócesis?

'Aleluya' ha obtenido el testimonio de una persona que trabaja en el ámbito de Paz y Reconciliación de la Diócesis de Bilbao y ha mantenido relación con numerosos presos de la banda armada. No ha querido revelar su identidad, pero su experiencia y la crudeza de sus comentarios encierran enorme valor e invitan a la reflexión.

Iglesia y presos de ETA: una relación tensa y compleja

Su relación y labor con los presos de ETA, o con antiguos integrantes del grupo terrorista, surgió hace una década: “En mi propia experiencia personal, ya desde mí mismo, percibo intuitivamente, siento emocionalmente y entiendo racionalmente la existencia de una gran tensión en la relación con los presos de ETA, y no solo con ellos, que tiene expresiones no solo en mi interior sino también en las personas que me rodean, en miembros de la comunidad cristiana y en la sociedad en su conjunto”.

En opinión de este testimonio, desde un punto de vista eclesiástico, la atención a estos presos es necesaria ya que “responde al juicio evangélico. Acompañarlos es intentar expresar el amor peculiar que siente Dios por los pecadores… y, por otro, no puedo olvidar, su comportamiento moral inaceptable. ¿Cómo podemos amar al pecador al tiempo que rechazamos su pecado? Posiblemente, en este caso, el camino está en trabajar en favor de su reinserción social plena, que pasa necesariamente por buscar su conversión: su rechazo al pasado de terror, la asunción de sus responsabilidades ante las víctimas y su compromiso de integración en la sociedad desde el respeto a la ley”.

Esta persona, que trabaja en el ámbito de Paz y Reconciliación de la Diócesis de Bilbao, ha remarcado en 'Aleluya' que, la Iglesia es todavía considerada “un interlocutor de cierto prestigio entre los presos y su entorno, incluso un mediador cualificado útil en orden a dar visibilidad, internacionalización y cierta legitimidad a sus reivindicaciones y peticiones. Esto nos lleva a desarrollar un compromiso social y eclesial con los presos especialmente discreto, cuidadoso, gestionado con una responsabilidad muy importante”.

Autocrítica del pasado propio

Todos los presos de ETA con los que ha mantenido una relación continuada este experto en atención penitenciaria han sido capaces de extraer algún tipo de lectura crítica de su propio pasado. “Ayudar a realizar esa necesaria relectura autocrítica por parte de los presos exige presentarse a ellos con los deberes hechos y no dando lecciones, es decir, desde la autocrítica propia y, en nuestro caso, como cristianos, desde los criterios no sencillamente morales sino propiamente evangélicos”.

Varios de los antiguos miembros de ETA que iniciaron su desmarque de la organización terrorista, asegura este trabajador de la Diócesis de Bilbao, lograron acompañar esta lectura crítica de su pasado solicitando mantener un contacto personal con las víctimas o sus familiares más allegados.

Unos encuentros enmarcados dentro de los parámetros de la justicia restaurativa: “Esto ha posibilitado que los presos puedan escuchar directamente a quienes padecieron su violencia, la tremenda injusticia que supuso su actuación, las indelebles consecuencias que generó en personas concretas, en seres humanos, y no en supuestos “objetivos militares” o “enemigos del pueblo”, y también ha propiciado la oportunidad de manifestar por su parte el reconocimiento de estos delitos y del mal que comportaban, de asumir la responsabilidad de sus inmorales actos y de comprometerse en favor de una convivencia pacífica y democrática”.

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El trabajador de Paz y Reconciliación ha precisado que, para llevar a efecto esta experiencia de encuentro con las víctimas, los presos “estuvieron dispuestos y activamente interesados a adiestrarse emocionalmente, a conocer la realidad a través de otras personas que no formaban parte de su entorno ideológico y a aprender de la mano de expertos en diversas disciplinas sociales a lo largo de sesiones formativas dentro del centro penitenciario”.

¿Qué motiva a los presos de ETA a arrepentirse?

Aunque las víctimas aparecen en este relato como eje central del trabajo con los presos, no son siempre el motivo inicial que empuja al presidiario a transitar un camino de revisión crítica de su pasado, que le lleva al rechazo de la violencia.

Su motivación es diferente: relaciones afectivas, de pareja, que le abren a nuevas posibilidades vitales de futuro; en otros, es la experiencia de la paternidad la que les lleva a pensar que si algún día quieren contar a sus hijos adolescentes qué hicieron, solo podrán hacerlo habiendo realizado un recorrido de cambio radical; en muchos casos, son acciones terroristas especialmente sangrientas y crueles las que les hace decir ¡basta! y, a partir de allí, cuestionar las propias, en las que participaron; tampoco faltan quienes comienzan solamente mostrando su disconformidad con el funcionamiento y estrategia de la banda y desde allí, desmarcándose del grupo comienzan a pensar autónoma y libremente.

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En su labor penitenciaria, también se ha encontrado a presos que “viven angustiados con el peso de la culpa, soñando constantemente con los ojos de sus víctimas; finalmente, no hay que olvidar que la prolongada estancia en prisión, desencantados de los incumplidos futuros espléndidos que ETA les auguraba, alejados de los mínimos parámetros de una vida con sentido, hace mella también en la actitud de los presos…”

¿Hay realmente arrepentimiento?

¿ De verdad se arrepienten los presos de ETA del mal injusto, injustificable que han cometido? Tal y como apunta esta persona de la Diócesis de Bilbao, “ciertamente la cuestión es muy problemática. El arrepentimiento es un concepto moral que goza de muy mala prensa en nuestra sociedad actual, es una categoría claramente contracultural. Nadie se arrepiente de nada, ¿tal vez porque nadie se siente culpable de nada? También podemos decir que la coherencia, la persistencia en las propias convicciones es mejor valorada socialmente que el cambio de planteamientos, siempre sospechoso en sus motivaciones. Incluso se rechaza de forma simplista el arrepentimiento por considerarlo una actitud religiosa, que no rige en contextos secularizados. Quienes entre los presos de ETA dispuestos a transitar por los caminos de la reinserción tienen posturas más duras, no se cansan de repetir públicamente que el arrepentimiento y la delación son sus líneas rojas infranqueables”.

No obstante, manifiesta que “con quienes he mantenido relación es ya un modo habitual de referirse al mal injusto cometido contra sus víctimas con expresiones como “lo que nunca debió ocurrir” o “lo que no debe volver a repetirse”. En algunos casos hay una deslegitimación radical del daño causado, y así se dice que fue una injusticia. En otros, se reconoce el mal, pero no se está dispuesto a valorarlo moralmente como injusto”.

Conclusión

A juicio de este acompañante penitenciario, es necesario seguir trabajando eclesialmente con los presos de ETA con el fin de lograr “la deslegitimación de la violencia y el reconocimiento de la injusticia cometida. Y hacerlo teniendo como referencia la distinción entre el pecado y el pecador, la posibilidad de segundas oportunidades y el horizonte de la reinserción social, las virtualidades del perdón evangélico, la convicción de que la conversión es posible… “

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