El apoyo de la Iglesia a los trabajadores del campo y contra la despoblación: "Hay que implicarse con ellos"

El campo español se manifestó este domingo para pedir al Gobierno soluciones en favor del castigado sector primario: ¿cómo se implica la Iglesia con estos trabajadores?

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Este domingo asistimos a una cita histórica para el campo español, que se manifestó por las calles de Madrid para protestar por la imparable subida de los precios. Se estima que unas 400.000 personas asistieron a las protestas, procedentes de toda España y de diferentes sectores, como el de la agricultura, la ganadería, la caza o la pesca.

Una gran marea naranja tiñó el Paseo del Prado de la capital y los alrededores con miles de personas exigiendo soluciones al Gobierno. Unos problemas que aceleran el proceso de despoblación que vive buena parte de España, poniendo en jaque la identidad cultural de cientos de pueblos.

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¿Y la Iglesia, cómo puede contribuir al sostenimiento del mundo rural en nuestro país? Una pregunta que no tiene fácil respuesta. Para el Padre Gaspar Pérez, párroco de un total de once municipios del entorno de Saldaña en Palencia, la clave es que la Iglesia se implique siempre en los problemas de los vecinos.

“Yo comparto todas las reivindicaciones de este domingo. Yo soy hijo de agricultores y lo vivimos de manera preocupante porque los pueblos se vacían. En una reunión con el obispo de Mondoñedo-Ferrol, no dijo que no le llamáramos la 'España vaciada', sino la 'España vaciándose', porque seguimos quedando gente y lo que queremos es trabajar en condiciones dignas”, ha explicado el religioso en Ecclesia.

“Pero la Iglesia no solo debe estar, hay que implicarse en la vida de la gente y hacer de sus problemas nuestros problemas. Una de las cosas por las que protestábamos ayer es la rentabilidad económica, porque si no la hay no se puede vivir del campo. Se piden precios dignos para agricultores y el resto de familias. Pedimos que los costes del campo sean asumibles. Si trabajamos muchas horas, lo mínimo es vivir con dignidad y asumir los costes. La Iglesia tiene que implicarse”, ha agregado el Padre Gaspar Pérez.

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Bustillo de la Vega es el municipio donde reside el sacerdote, de unos 160 habitantes. El número total de vecinos entre los once municipios que lleva como párroco apenas superan los 600. Todos ellos tienen el sector primario como actividad principal. Vivir del campo es una proeza en el contexto actual.

Uno de los motivos por los que luchar y no trasladarse a pueblos más grandes o a la ciudad, es el de mantener sus raíces y la identidad cultural. En este ámbito, las celebraciones religiosas son un agente importante: “Hay dos lugares donde la gente se junta para dialogar, que son los bares y la iglesia. Si no nos apoyamos mutuamente, cometemos el error de dejarnos comer los garbanzos”.

En la comarca de Saldaña, algunas de las celebraciones más importantes son la Virgen del Valle pero, especialmente, la festividad de San Isidro el 15 de mayo: “Es cuando nos unimos todos los agricultores del pueblo, compartimos la Eucaristía y nuestros problemas”.

Ante el creciente proceso de despoblación, Gaspar Pérez teme que estas celebraciones terminen por desaparecer a medio plazo: “Es una realidad palpable en muchos pueblos, porque si nos vaciamos poco a poco, perdemos nuestra propia identidad, el agricultor solo vendrá a trabajar y se marchará. Es un miedo presente”.

Así las cosas, el Padre Gaspar vaticina que en dos décadas, poco a poco irán desapareciendo algunas tradiciones religiosas, aunque cree que las más importantes se sostendrán: “Aún tenemos esa raíz. Luego tenemos que alimentar al tronco para que dé sus frutos. Siempre queda algo y las tradiciones nunca desaparecen, salvo que desaparezcan los pueblos. Todavía estos pueblos de 200-300 habitantes podrán seguir teniendo un poso de identidad”, espera el religioso.

“Sin la Misa se acabaría la manera de vivir que tenemos”

Zamora es una de las provincias de la geografía española más afectadas por el fenómeno de la despoblación. El sacerdote Teo Nieto es párroco de un total de quince municipios de la comarca de Aliste. Entre estos pueblos se encuentra Tola, que en invierno viven unas 85 personas.

“En el pasado pudo haber unos 300 vecinos, pero se ha ido perdiendo población”, cuenta en Ecclesia uno de sus habitantes, José Pedro, de 32 años, que se dedica a la ganadería.

“Teo (el sacerdote) va rotando por los pueblos y viene un fin de semana sí y otro no a Tola. Antes de la pandemia tenía celebrantes en la propia comunidad para hacer una celebración los domingos que no podía venir. El hombre se tiene que organizar porque tiene que llevar también las clases en el instituto, lleva el Movimiento de Jóvenes Rurales,está metido en muchas historias para sacar la comarca adelante. Se porta muy bien con nosotros”, revela José Pedro, que no duda en alabar el trabajo de su cura.

Para mayores y jóvenes, la vida religiosa ocupa un lugar muy destacado: “Nuestra vida en la comarca de Aliste va a la par de nuestra vida como ganaderos. Los domingos tratamos de librar para descansar e ir a Misa, que viene muy bien espiritual y mentalmente”, asegura.

Tal y como detalla José Pedro, las homilías de Teo Nieto son similares a las terapias o visitar al psicólogo: “Nos da lecciones”, apunta. Y es que para la generación de este joven ganadero, Teo Nieto es casi un padre, ya que les ha visto crecer a lo largo de los 25 años que lleva como sacerdote en la comarca zamorana.

“Le quiere mucho la gente joven, los niños y ancianos. A parte de un cura es un conviviente más. Cuando era más joven colaboraba con nosotros en las barras de las fiestas... pero no puede más. No sé como da de sí. Tenemos la suerte de tener un buen veterinario, el guarda forestal, el cura, el médico... todos nos apoyan mucho para que estos pueblos no desaparezcan”.

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Como le suceden a muchos de los párrocos rurales de nuestro país, Teo Nieto recorre miles de kilómetros al año con su vehículo particular para poder atender a sus fieles, en unas carreteras que no son precisamente las más seguras: “Tenemos una carretera muy estrecha en Tola. La gente tiene más miedo a morir de un accidente que de la covid-19 o de un cáncer. Es un drama”, lamenta José Pedro.

Pese a lo difícil de la situación, José Pedro espera que la Eucaristía no deje de celebrarse en los pueblos de la comarca de Aliste: “Sin la Misa se acabaría la manera de vivir que tenemos. La Igleisa está involucrada. Tenemos muchos santos dedicados a los mozos, las mozas, casados, vecinos... cada santo tiene su fiesta. Hay unos ritos y costumbres que se pierden sin la Misa”, advierte el joven ganadero en Ecclesia.

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