El diácono que casó a sus padres

Para Pedro del Pino celebrar la boda de sus padres ha sido "un regalo inmerecido del Señor"

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Pocas personas pueden decir que han estado presentes en la boda de sus padres. Pero a Pedro del Pino "el Señor no solo me ha concedido estar en la boda de aquellos que me dieron la vida, sino que además me ha concedido vivirlo". Así lo explicó el la homilía este diácono de 25 años de la diócesis de Córdoba.

Fue el pasado 26 de diciembre, solemnidad de la Sagrada Familia, cuando el oven tuvo la oportunidad "y el regalo inmerecido del Señor de poder ser testigo del sí de Dios a sus vidas". Fue en el 25 aniversario de la boda civil de sus padres, que quisieron recibir en ese momento el sacramento del Matrimonio. " Ellos renovaban a los ojos de los hombres aquel sí pronunciado hace 25 años, pero lo que nuestros ojos no podían ver era que Dios mismo estaba diciéndoles a ellos un sí aún mayor, un si mayúsculo como respuesta a los muchos síes que de alguna forma ellos le han ido dando a lo largo de sus vidas y que ese día le dieron", explica emocinado el diácono.

Un sí del que vinieron muchos otros

La vida, sin duda, es un sí que se multiplica, explica. Pedro. "De aquel primer sí, imperfecto aún, vinieron muchos otros: un sí a la vida de sus hijos, un sí a la vocación de uno de ellos, un sí a empezar a comprender que Dios se quisiera llevar a su hija y un sí a, ya siendo un poco más mayores, tener al pequeño de la casa". Un sí no pocas veces regado por las dificultades y el sufrimiento, la incertidumbre y la duda, pero un sí bendecido por Dios y sellado por el sacramento del matrimonio.

Poder casar a sus padres, ha sido para este futuro sacerdote "uno de los regalos más grandes que el Señor me ha hecho en mi vida. Que la primera boda que haya podido celebrar haya sido la de mis padres, ha sido un regalo inmerecido".

Los planes de Dios no son nuestros planes

Sin duda, los planes de Dios, no son nuestros planes. "Él sobrepasa todo cuanto podamos soñar, Él nos busca incansablemente, como Buen Pastor, para conducirnos al cielo, incluso de las formas menos sospechadas. Está claro que nadie puede ganar a Dios en elocuencia: que por medio de aquel a quienes ellos le dieron la vida, hayan podido recibir la Vida".

Como en aquel momento, sus padres no pudieron viajar "de luna de miel", después de 25 años, nos “liamos la manta a la cabeza” y junto con sus padres y hermano, Pedro puso rumbo a Roma donde pudieron saludar al Santo Padre. "Allí le pedimos su bendición para ellos en este nuevo camino que comienzan. Un momento de gracia especial, de cercanía de la Iglesia, que en la figura del Vicario de Cristo, los acompaña y bendice en su recién estrenada unión conyugal. Es la Iglesia misma, desposada con Cristo quien ahora los acoge, con más plenitud que nunca y los acompaña como Madre y Maestra".

Tras haber vivido estos dos "regalos", Padro tiene una última petición: "Os pido a quienes leáis estas letras que recéis por ellos, que los encomendéis a la Sagrada Familia de Nazaret y animo a todos aquellos que de una forma u otra quieren vivir el amor esponsal en su vida, a poner a Cristo en medio de su historia, de su día a día, pues es Él, aunque quizás no os deis cuenta, quien guía vuestros pasos. A la Sagrada Familia de Nazaret nos encomendamos, especialmente en este Año Familia Amoris Laetitia".



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