García Magán: "El gran reto que tenemos es mostrar el mensaje evangélico con toda la fuerza"

El nuevo secretario general de la CEE concedió una entrevista a ECCLESIA en el momento de su nombramiento como obispo auxiliar de Toledo:"No es más ser obispo que madre de familia"

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"Uno experimenta que se trata de una llamada, de una vocación dentro de la vocación al ministerio sacerdotal que conlleva una tarea de gran responsabilidad, como es la de ser sucesor de los apóstoles". Esta fue la primera reacción de César García Magán, obispo auxiliar de Toledo, que fue ordenado y tomó posesión el pasado 15 de enero, y así se lo contaba a ECCLESIA en el número 4.104 de la revista. El que este miércoles 23 de noviembre ha sido elegido secretario general de la Conferencia Episcopal Española aseguraba entonces que "uno se santifica intentando hacerlo bien, pues si eso se vive en plenitud, así es como nos santificamos".

"Tomado de entre los hombres, es constituido a favor de los hombres". Este fue su lema sacerdotal y lo fue también a la hora de entrar a formar parte del episcopado. Toledano de formación y con 60 años ha querido agradecer al Papa Francisco que le haya destinado "junto al mismo presbiterio al que he pertenecido desde que me ordené, y pese a que he estado prestando otros servicios fuera, hace ya catorce años que, primero como vicario episcopal y luego como provicario general me han hecho tener una visión global de la realidad diocesana".

—¿Con ese bagaje de trabajo en la diócesis, y también fuera, en la Santa Sede, qué cree que necesita la Iglesia, en este caso la de Toledo?

—Yo creo que la Iglesia de Toledo, quizá la de España y la de Europa Occidental necesita eso que san Juan Pablo II llamó la nueva evangelización y a la que nos convoca el Papa Francisco. Estamos en un cambio de época, en un cambio de paradigma cultural, donde al menos en Europa Occidental el gran reto y el gran peligro al que nos enfrentamos no es quizá un ateísmo militante, como en el primer tercio del siglo XX, sino el que el cristianismo se convierta en una pieza de museo, como advirtió Benedicto XVI, es decir las iglesias como museos, el arte… El gran reto que tenemos es mostrar el mensaje evangélico con toda la fuerza de transformación que tiene para las personas, pero también de transformación a nivel social, comunitario, cultural. Los obispos, los sacerdotes, todos los fieles laicos, estamos en un momento sinodal, nos debemos sentir Iglesia para lograr esa renovación, esa revolución de lo que significa el Evangelio para todas las personas.

—De hecho, usted lo decía en su ordenación, que nuestra misión debe ser anunciar la esperanza a todos los hombres y mujeres a través del Evangelio. ¿En un mundo globalizado y en medio de la pandemia del covid, cómo podemos acompañar en los sinsentidos de la vida y ser luz en esa oscuridad?

—Nuestra esperanza tiene nombre y apellidos, nuestra esperanza se llama Cristo resucitado, y como dice el Evangelio, la luz no es para ponerla debajo del celemín. Hemos recibido esa luz y tenemos que ponerla encima del candelero para que alumbre a todos los hombres y mujeres en circunstancias difíciles y para que alumbre a toda la sociedad. Evidentemente, esta situación sanitaria, social, laboral, económica tras la pandemia, por una parte, ha puesto de manifiesto que estamos globalizados también a nivel sanitario, la covid-19 no entiende de fronteras. Y eso nos ha dado una sensación de vulnerabilidad, había falsas seguridades, nos creíamos sobre todo en este primer mundo, que lo teníamos todo, que éramos poderosos, que éramos fuertes, que éramos ricos y la covid nos ha dado una cura de humildad. Ahí tenemos que poner el Evangelio. Los primeros apóstoles, los primeros cristianos no lo tuvieron más fácil que nosotros; ellos fueron capaces de transformar, y la cultura imperante entonces era más adversa que la actual para el Evangelio. A lo mejor la principal diferencia entre ellos y nosotros es que ellos se creían profundamente lo que profesaban y lo vivían.

Uno se santifica intentando hacerlo bien

—¿Y ayuda el proceso sinodal que estamos viviendo a poner de manifiesto la pluralidad de carismas y cantidad de servicios que constituyen y enriquecen a la Iglesia particular?

—El Sínodo es una bendición, precisamente por las circunstancias en que nos encontramos. Aunque es diferente en Europa Occidental o en América Latina o en África, o en el continente asiático, tanto a nivel social como eclesiástico, el Sínodo pone en evidencia esa realidad de la Iglesia comunión. Si no somos conscientes todos de que esa tarea para la cual existe la Iglesia, por y para evangelizar, como dijo san Pablo VI en Evangelii nuntiandi y ha recordado el Papa Francisco en Evangelii gaudium, si no somos conscientes de ello, mal vamos. Si seguimos pensando que lo de anunciar el Evangelio, que lo de llevar a Jesucristo a los demás es tarea del Papa, de los obispos y de los sacerdotes, significa que todos tenemos un largo camino que recorrer. El Sínodo creo que es un momento propicio para tomar conciencia de eso y sacar por supuesto las consecuencias pastorales y evangelizadoras pertinentes.

—Le veo a usted con muchas ganas… Nos está "poniendo las pilas..."

—¡Pues debe ser la imposición de manos de mis hermanos obispos y de la unción abundante que me hizo el señor arzobispo Francisco Cerro con el Santo Crisma! Siento de alguna forma ese Espíritu que he recibido. Pero también les invito a ustedes, a los medios de comunicación: ahí está la labor de ECCLESIA durante tantos años y eso se vincula con algo que es teológicamente muy importante como es la inculturación del Evangelio, que no es ni más ni menos que una consecuencia de la encarnación del Verbo, de Jesucristo. Eso no significa traicionar el mensaje; la originalidad del mensaje siempre está ahí, el contenido es el mismo, el agua del Evangelio es la misma, pero el continente hay que cambiarlo para que siga siendo Buena Noticia provocadora para cada momento, para cada circunstancia histórica.

—Ya han pasado unos días desde su ordenación, ¿le ha puesto el arzobispo Cerro "muchos deberes"?

—¡Deberes nunca faltan! En gran parte seguiré siendo vicario general, ahora con esa perspectiva nueva. Aquí en la diócesis estamos ya viendo en perspectiva un Sínodo. El arzobispo ya ha anunciado que al acabar esta etapa del Sínodo Universal vamos a tener un Sínodo diocesano en esa línea y tenemos por delante tres años de preparación: El primero dedicado a los laicos, el siguiente a los sacerdotes y el otro curso a la vida consagrada. No faltan tareas. Toledo, gracias a Dios, es una diócesis de rica vida cristiana, muy extensa, somos la segunda diócesis en extensión de España. Pero no hay que olvidar que lo importante en la Iglesia es que tomemos conciencia de cuál es nuestra vocación, la misión a la que el Señor nos llama. No es más importante ser obispo o ser sacerdote que ser consagrado o que ser laico o laica, que ser padre o madre de familia y tampoco uno se santifica más siendo obispo, sino que uno se santifica intentando hacerlo bien, pues si eso se vive en plenitud, así es como nos santificamos.


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