La historia de un enfermo que acude cada año a Lourdes: "No me aporta una sanación física, pero sí espiritual"

Carlos López padece esclerosis múltiple, por lo que se desplaza en silla de ruedas. Su limitación física no le impide peregrinar al santuario. En ECCLESIA conocemos su historia

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La diócesis de Vitoria organiza entre los días 22 y 25 de septiembre una peregrinación diocesana al santuario de Lourdes (Francia) junto a personas enfermas o con discapacidad.

Junto a ellos acudirán los hospitalarios, que son voluntarios que destinan su tiempo a atender y cuidar al peregrino enfermo. Se encargan de su transporte, cuidado sanitario, alojamiento, ayuda al vestir, a comer, al aseo y acompañan en todas las celebraciones que se celebran en el santuario.

A una de las personas a las que atenderán los voluntarios en esta peregrinación será a Carlos López de Silanes, quien desde hace una década utiliza una silla de ruedas por la esclerosis múltiple avanzada que padece.

Será la novena vez que Carlos acude al santuario de Lourdes, tal y como él mismo relata en ECCLESIA: “Me lo propusieron cuando estaba enfermo y yo como cristiano dije que lo lógico es que fuera. Nunca antes había estado en el santuario, y cuando fui por primera vez me propuse no faltar ningún año porque la experiencia es muy buena como enfermo, como persona y peregrino”, argumenta.

Y es que para nuestro protagonista, la peregrinación a Lourdes no le aporta una “sanación física”, pero sí una “sanación espiritual”, al compartir la experiencia con otras personas que viven su misma situación, y en un entorno “de generosidad, de atención y de cariño lleno de amor”.

“A mí, como enfermo, soy más sensible a esas atenciones que proporciona la hospitalidad. Es una experiencia muy buena. Alguna vez he dicho que es la Virgen a través de la hospitalidad la que me da ese cariño cuando voy a su casa”, ha continuando exponiendo Carlos López de Silanes.

Los efectos de la pandemia impidieron a la diócesis de Vitoria organizar la peregrinación, aunque Carlos prefiere no lamentarse por ello, ya que recuerda que las consecuencias de la covid-19 la ha sufrido toda la sociedad: “Ha limitado nuestro lado social. La peregrinación es importante pero me siento cuidado por mi señora y por la Comunidad Neocatecumental a la que pertenezco”.

A lo largo de sus ocho años de peregrinación al santuario francés, Carlos ha conocido multitud de historias de personas enfermas o con discapacidad. No obstante, lo que más le ha marcado es el momento en el que algunos hospitalarios pasan de ejercer como voluntarios a experimentar la enfermedad en sus propias carnes: “Impacta ver cómo afrontan esa circunstancia con el amor de Dios. Es la experiencia más importante, no sentirse solo, que Dios está contigo llevando la Cruz”, cuenta en ECCLESIA.

A lo largo de estos diez años en los que Carlos mantiene una larga lucha con la esclerosis múltiple, asegura no haber encontrado solo aspectos negativos a su situación, gracias a su amor a Cristo: “Desde la fe uno experimenta más facilidad para estar con Dios. Yo, que soy orgulloso, me hace entrar en la humildad. En mi día a día necesito muchas atenciones de otros, y compruebo cómo el Señor pone a mi lado personas que atienden con mucho cariño y dedicación. Es la experiencia del amor de Dios para no sentirse solo. El amor de Dios se manifiesta y la enfermedad te permite verlo de manera más evidente que cuando se está sano”, ha explicado.

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