La historia inspiradora de Ablaye: "El final estaba escrito, pero pudo estar con su hijo"

La vida de este senegalés residente en España es una de esas llamada a cambiar muchas cosas a su alrededor

Ana Medina

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Ablaye llegó a España en 2008 para poder trabajar y enviar dinero a su familia, que permanecía en su país. En 2010 fue diagnosticado de una enfermedad terminal: hipertensión arterial pulmonar. Pero junto a esa cruz, ha venido la cara. En sus últimos meses de vida, pidió que su hijo Cheikh pudiera viajar para pasar acompañado el último tramo de su enfermedad. Su testimonio y su lucha despertaron una ola de compasión que comenzó en el Hospital donde era tratado, el Costa del Sol de Marbella, y acabó consiguiendo poner en red a miembros de la diócesis de Málaga, de la asociación de personas que padecen esa enfermedad, las administraciones, la Conferencia Episcopal Española y el Gobierno de España.

Dos de sus mayores defensores han sido Rafael Bravo, cardiólogo del Hospital Costa del Sol, y el enfermero Pablo Guardado. Ellos han contado en TRECE cómo Ablaye empezó a ser especial para el equipo médico que lo trataba. «Siempre hablamos de la importancia de que los pacientes sean acompañados. Él venía siempre solo, era muy amable, muy atento a todos nosotros. Sabiendo de su soledad y de la etapa de la enfermedad en la que estaba, nos hizo volcarnos aún más en ser su parte de familia en el Hospital», cuenta Bravo.

Enseguida, el último deseo de Ablaye alcanzó a la opinión pública. «Por ayudar, a mi manera, lo que pude hacer fue darle repercusión y crear una cadena de firmas. Se recogieron más de 64.000 en solo unos días porque era fácil mover a la solidaridad de todas las personas cuando se les ponía en el lugar de Ablaye. Nadie quiere morir solo y conseguimos una gran colaboración», expresa Guardado.

Con todas esas voces pidiendo ayuda, se consiguió que Cheikh pudiera venir a España y acompañar a su padre. No se separó de su padre en sus últimos días, hasta su fallecimiento.

Ablaye, cuya voz recoge el programa, alababa y agradecía la labor de todos los miembros del Hospital. De Rafael Bravo decía: «Rafa es mi ángel, de verdad. Nunca en mi vida he conocido a nadie como él. Siempre está pendiente de mí. Podía decir es un extranjero, no tiene nada. Pero me asiste en todo. Solo puedo decir que Dios lo bendiga».

La de este senegalés es una historia de final feliz. «El final de Ablaye estaba escrito — cuenta el cardiólogo —, lo que queríamos era modificarlo ligeramente y que estuviera con su hijo en ese fin. Sabemos que murió en paz. Eso nos hace felices». Guardado, por su parte, recoge la enseñanza que deja en ellos toda esta vivencia: «Que cuando nos ponemos en común, la solidaridad, la empatía y la unión consiguen grandes cosas».

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