Los expertos aseguran que las monjas son las que mejor cuidan el patrimonio, pero están desbordadas

El Congreso 'Conventos de Toledo. Patrimonio Histórico Vivo' remarca la necesidad de dotar de recursos a monjas y monjes para mejorar su calidad de vida y atraer nuevas vocaciones

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El Congreso Internacional 'Conventos de Toledo. Patrimonio Histórico Vivo' concluye que las comunidades monásticas son las que mejor cuidan el patrimonio pese a su déficit de recursos. Los expertos que han participado en este encuentro, alrededor de una treintena, aseguran que los conventos son un patrimonio histórico 'vivo' y quienes viven en ellos afrontan con muy pocos recursos el mantenimiento de inmuebles y objetos artísticos muy valiosos.

El congreso lo ha organizado el grupo de investigación 'Claustrat' de la Universidad de Castilla-La Mancha, que dirige el catedrático de Historia Moderna Francisco José Aranda Pérez, y se ha llevado a cabo en Toledo, una ciudad que es "un excelente laboratorio de conocimiento y búsqueda de soluciones" para esta cuestión.

Los religiosos han sido los mejores custodios de sus casas durante siglos

Los expertos han debatido durante dos jornadas sobre el arte y el patrimonio conventual pero también sobre su economía y jurisprudencia, y han concluido que el protagonismo de la conservación y sostenibilidad de este "enorme acervo de la vida monástica toledana" debe recaer en los religiosos (en su mayor parte, mujeres) por dos motivos: el primero es que la propiedad es suya; y dos, que en la mayor parte de los casos han sido "los mejores custodios de sus casas desde hace siglos" y lo han mantenido 'vivo' hasta la actualidad empleando "ingentes recursos personales y económicos".

La situación actual es que los conventos están al borde de sus fuerzas, por la disminución y envejecimiento de sus comunidades y por sus dificultades económicas. Pero no se les debe abandonar "a su suerte" porque ese patrimonio no es solo responsabilidad de cada una de las órdenes religiosas sino de toda la sociedad, incluyendo la administración civil, la eclesiástica y el conjunto de la ciudadanía.

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Las conclusiones del congreso apuntan a que es "imprescindible" hacer campañas de concienciación y acción continuadas para obtener recursos: "Si queremos que sean viables, autosuficientes y que incluso puedan prosperar en vocaciones hay que mejorar sus medios de vida, y, antes que nada, hacer habitables sus casas e instalaciones, como las de cualquier ciudadano".

Consideran importante "relanzar" la conciencia pública sobre el problema del patrimonio conventual dando cabida a los poderes públicos (civiles y religiosos), a colectivos y a entidades empresariales preocupadas por la herencia histórica, pero, sobre todo, inciden en no quedarse en el lamento sino en buscar soluciones y mostrar unidad de acción.

Así, proponen abordar planes directores de prioridades y urgencias que contemplen el conjunto de conventos como una unidad vital y que tiendan a consolidar los conventos y ofrecer una solución "viable y digna" a las monjas y monjes que se queden sin su comunidad religiosa original. En este caso, deben darse usos culturales "de la máxima categoría y calidad" que enriquezcan, a la par, la vida ciudadana.

Y sería de utilidad crear escuelas-talleres de oficios de restauración específicos para el ámbito monástico en las que puedan participar las religiosas y religiosos para sus casas.

Menos conventos y monjas envejecidas: la vida religiosa llega a un final de ciclo

La vida religiosa como se ha conocido hasta ahora "está llegando a un final de ciclo", han coincidido los expertos, y esto se ve en la reducción de conventos y en el envejecimiento de su población.

Ante ello "urge tomar posición y actuar" porque una parte sustancial de ese modo de vida y de ese patrimonio "corre peligro real" de descontextualización, desnaturalización e incluso pérdida para el uso público.

En este sentido, han señalado que la sociedad actual no debe ver la presencia de monjas de otros continentes y de culturas distintas como un "obstáculo" ya que el "trasvase" de religiosos entre tierras lejanas ha sido normal en la misión evangelizadora de las órdenes religiosas a lo largo de toda su historia.

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