Los secretos que esconde el santuario de Castellón, la cueva que produjo el último milagro en España

Abril de 1996. Josefa Alapont tenía parkinson, hasta que una amiga rezó por su recuperación en la Cueva Santa de Altura. La Virgen obró un nuevo milagro, el último hasta la fecha

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La Cueva Santa de Altura es poco conocida en nuestro país, pero su historia no es por ello menos interesante. Tanto es así que se le conoce como 'El Lourdes español', en referencia al santuario ubicado en el sur de Francia.

En nuestro país existen otros santuarios más populares como el de Torreciudad o Covadonga, pero la Cueva Santa de Altura puede presumir de vivir el último milagro ocurrido en nuestro país, en el año 1996.

Su origen se remonta al año 1516, cuando en la Sierra de Calderona se apareció la Virgen a la que se le han atribuido numerosos milagros confirmados por el Vaticano.

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Un poco de historia de la Cueva Santa

El santuario de Altura se encuentra en la provincia de Castellón, en las laderas de la Sierra de Calderona. Para situarnos, a unos doce kilómetros de Castellón de la Plana. En el interior de la cueva se encuentra una advocación mariana, la Virgen de la Cueva Santa, que es patrona de la diócesis de Segorbe-Castellón, aunque también de otros lugares en América Central y del Sur y de los espeleólogos.

El origen que dio lugar a la Virgen de la Cueva Santa tuvo como protagonista a uno de los pastores que se refugiaban en la cueva para refugiarse del frío, y dejó en su interior una imagen de María. Según la leyenda, un siglo más tarde la Virgen se le apareció a otro pastor que pasaba la noche en la cueva y le indicó dónde se encontraba la imagen.

La talla, de 20 cm de alto y 10 cm de ancho, es un bajorrelieve de yeso que muestra una virgen anciana con traje de viuda. Es destacable que a pesar de la humedad existente en la sima la imagen no se haya deteriorado mientras que otros elementos de hierro o madera depositados a su lado sí que lo hayan hecho.

De manera progresiva, la devoción por la imagen mariana se extendió por la comarca de Alto Palancia, y algunas localidades cercanas. En el año 2012 se presentó un plan de restauración del santuario.

Milagros atribuidos a la Virgen de la Cueva Santa

Como hemos comentado más arriba, son muchos los milagros que se le atribuyen a la imagen mariana, lo que le ha convertido en uno de los santuarios más visitados. El primer milagro lo protagonizaron en 1592 el matrimonio integrado por Juan Monserrete e Isabel Martínez, vecinos del pueblo de Jérica, situado a doce kilómetros del santuario.

Juan contrajo la lepra y el matrimonio fue desterrado de la localidad. Se trasladaron hasta la hoy Cueva Santa. Al amparo de la Virgen, Isabel cuidaba a su cónyuge mientras imploraba la intercesión divina para su recuperación. Durante nueve días rezó por su esposo, quién acabó por curarse milagrosamente.

La tradición cuenta que en ese momento apareció un monje vestido con el hábito dominico que les ordenó regresar a la ciudad y trasmitir el prodigio a los castellonenses. Pero fue a partir del 2 de junio de 1592, fecha en la que los sacerdotes cartujos Bartolomé Lleo y Mateo Marco, junto al eclesiástico francés José Salinas, se instalaron en el enclave, cuando las obras portentosas comenzaron a recogerse concienzudamente.

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En 1554, Montesino y Catalina Macián, vecinos de Bejis, protagonizaron otro portento. Acudieron al templo sagrado con su hijo aquejado de una hernia y, tras implorar su curación a la Blanca Paloma, el mal desapareció. Años más tarde, en 1600, Miguel Juan Barberán y su hijo, Juan Feliciano, acudieron al lugar desde la urbe de Rubielos para pedir una acción milagrosa. Y su plegaria supuestamente también se vio cumplida.

A medida que se iban sucediendo estos milagros, crecía la devoción por la Virgen. Las romerías comenzaron a ser frecuentes, especialmente en periodos de sequía.

El último milagro data de 1996: Josefa Alapont se recupera del parkinson

El último milagro está fechado en abril de 1996, cuando un grupo de jubilados de Sueca (Valencia) organizaron un viaje turístico a Segorbe. En ese grupo iba Josefa Alapont y su marido, Blas Soler.

Josefa, a sus setenta años, estaba enferma de parkinson. En el programa del viaje estaba previsto una visita al santuario de Cuenca Santa de Altura. A Josefa ya le quedaban pocas fuerzas tras cinco días de viaje, por lo que decidió no bajarse del autobús y esperar a que sus compañeros de viaje regresaran de la cueva.

Una de las amigas que también estaban en el grupo de viaje, Francisca Ahulló, rezó por Josefa en la capilla y recogió para ella agua que brota de las paredes del recinto.

Francisca bajo hasta el tabernáculo, donde se guarda el relicario que expone la talla milagrosa de la Virgen, comenzó a orar y ocurrió algo insólito: “Hubiera pedido para mí, que camino con dificultad y tengo problemas de corazón, pero pedí por ella, que lo necesitaba más que yo. No sé qué ocurrió, pero yo noté una cosa extraña al entrar en la cueva. Incluso vi un resplandor. Esa luz provocó el milagro, estoy segura y moriré convencida de ello”, contaba hace años la propia Francisca.

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Ya en su domicilio, Josefa Alapont se lavó los brazos y las piernas con parte del líquido cristalino y el resto la tomó durante la cena: “Bebí de esa agua. Me encontraba muy mal. Tenía temblores en las manos y el dolor era insoportable”, manifestaba en aquellos años la enferma de parkinson.

Horas más tarde se obró el milagro, porque mientras se encontraba con su marido en la cocina, descubrió no sentir ningún temblor ni dolor. Un hecho insólito, ya que los médicos aseguraban que su enfermedad no tenía cura, y que con el tiempo empeoraba.

Uno de los médicos que atendían a Josefa, Francisco Domínguez Sanz, no fue capaz de explicar esta recuperación de la paciente. Pese a todo, la anciana debía acudir a las revisiones y análisis médicos. Un año después, los médicos certificaron su curación sobrenatural. Fue el 7 de enero de 1997 cuando el Hospital Universitario de la Fe dejó constancia de que el parkinson había remitido.

La noticia acaparó la atención de los medios de comunicación. Nadie podía explicarse lo ocurrido. Fue el último milagro ocurrido en nuestro país.

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