Luis Argüello profundiza en la "importante" misión del diácono: “El anuncio del evangelio es un servicio”

El arzobispo de Valladolid asegura en el encuentro anual que se celebra en Zamora, que los futuros diáconos deben adquirir "una fuerte sensibilidad misionera"

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“Id”, esa es la energía del mandato del Señor, “id y anunciar, id y haced discípulos”. Ahondando en estas palabras que el diácono pronuncia cuando despide al pueblo tras la celebración de la Eucaristía (“Podéis ir en paz”), Luis Argüello, arzobispo de Valladolid, comenzó su ponencia en el encuentro de Diáconos Permanentes de toda España.


Una reunión que se celebra en Zamora desde el 3 y hasta el 6 de diciembre en el encuentro anual que organiza la Comisión Episcopal para el Clero y Seminarios.Este año, bajo el lema “Fieles al envío misionero. Diáconos en salida”, se está trabajando para que los futuros diáconos adquieran “una fuerte sensibilidad misionera”. Junto con los sacerdotes,” reciben por la ordenación un don espiritual que los dispone para una misión universal. Por ello han de preparase para realizar el anuncio de la Verdad, también a los no cristianos, especialmente a quienes son sus conciudadanos, y siempre abiertos a la misión ad gentes”.

Tal y como expresó Argüello, “el hecho mismo de que sea el diácono cuando participa de la celebración el que proclame en el nombre del señor, viene de alguna forma a expresar que el anuncio del evangelio es un servicio”.

Un coloquio entre fidelidad y novedad

El arzobispo de Valladolid, profundizó en el texto “Fieles al envío misionero”, las orientaciones pastorales y líneas de acción de la Conferencia Episcopal Española para el próximo quinquenio “donde se plantea la necesidad de vivir en este momento de la historia un permanente coloquio”: “El coloquio que vive la Iglesia siempre entre fidelidad y novedad”. El prelado aseguró que “estamos llamados a ser fieles al acontecimiento fundante, pero precisamente porque el Señor Resucitado va delante, en medio y detrás de nosotros, la fidelidad siempre ha de vivirse en la novedad de la época”.


Argüello reconoció que el hecho de estar “tanto rato” con la pantalla y comunicarnos desde ahí, “somete a la propia historia a un proceso tal de aceleración que apenas es posible al hombre seguirla”. Este cambio de época, insistió, se desarrolla “con un diagnóstico de la desvinculación de Dios, del propio cuerpo, del otro y de la propia realidad. Estos cuatro aspectos, están provocando una verdadera inversión normativa que ha quebrado el sentido común moral compartido”.

Contrastes en la plaza pública

Por eso, explicó, el Papa Francisco “a la hora de lanzarnos a la salida misionera nos hace caer en la cuenta de un nuevo coloquio entre naturaleza y gracia, que ha terminado descifrándose como libertad y gracia y hoy, quizás, como emoción sentimiento y gracia .

A este respecto, advirtió sobre las crisis que afectan a la familia, “que en realidad son crisis que afectan a la comprensión del sujeto y tiene como consecuencias desvinculación de la sociedad y una propuesta diferente del bien común”. Algo que consideró de especial importancia, ya que “incluso en el interior de la vida eclesial se pueden producir también contrastes entre nosotros y no digamos en la plaza pública en los discursos políticos albergan una estructura ideológica del sistema económico”.



Es la hora de hombres y mujeres comprometidos

Por todo ello, el Papa Francisco desde el principio de su pontificado “nos ha hecho caer en la cuenta de su sueño misionero”. Así, animó a recordar el Congreso de Laicos, Pueblo de Dios en Salida, celebrado en febrero de 2020 en Madrid. “Es la hora de hombres y mujeres comprometidos en el mundo que con su modo de vivir sean capaces de llevar la novedad y la alegría del Evangelio allá donde estén. ¡Vivan su propia vocación inmersos en el mundo con Dios y con la Iglesia los latidos de sus contemporáneos, no tengan miedo de patear las calles, de entrar en cada rincón de la sociedad, de llegar hasta los límites de la ciudad, de tocar las heridas de nuestra gente!. Esta es la Iglesia de Dios que se «arremanga» para salir al encuentro del otro sin juzgarlo, sin condenarlo, sino tendiéndole la mano para sostenerlo animarlo o simplemente para acompañarlo”.



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