Manuel Palacios, laico que se comprometió con su fe durante el laicismo radical de la República

Su activismo político durante la República hizo que tras el estallido de la Guerra Civil fuese preso y fusilado junto a uno de sus hijos. Será beato el 18 de noviembre en Sevilla

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Manuel Palacios Rodríguez fue un fiel laico que fue fusilado el 5 de agosto de 1936 junto a uno de sus hijos, el seminarista Enrique Palacios, de tan solo 19 años, en la localidad sevillana de Cazalla de la Sierra. Tampoco logró sobrevivir de la Guerra Civil Española su hijo Antonio, aunque perdió la vida en circunstancias diferentes. Tanto Manuel como Enrique serán beatificados el próximo 18 de noviembre en la Catedral de Sevillacomo consecuencia del martirio que padecieron tras dar su vida por Cristo.

Nos centramos en la historia de Manuel Palacios (la de su hijo puedas verla pinchando el siguiente enlace). Nació en la Sierra de Aracena, en Huelva, el 1 de agosto de 1877. Sus padres fueron Antonio y Rosario. Ya como vecino de Cazalla, el 4 de octubre de 1909, contrajo matrimonio con Luisa Monraba, de 29 años y también de origen sevillana.

Manuel Palacios actuó como oficiante del sacerdote Rafael Palacios Rodríguez, rector de la parroquia de Teba (málaga) y hermano del novio. Económicamente, Manuel vivía de sus tierras y del cultivo de viñas, con el que alimentaba a sus siete hijos. Era una familia muy humilde. El espíritu cristiano siempre reinó en la familia, con especial devoción por la Virgen del Monte, patrona de Cazalla de la Sierra.

Manuel, comprometido con la fe durante la Segunda República

Su compromiso público como cristiano quedó corroborado cuando, al arreciar el laicismo extremo durante la Segunda República, se vinculó políticamente a Acción Popular (de la que fue presidente local), una organización demócrata cristiana impulsada por Ángel Herrera Oria desde la dirección del diario católico 'El Debate' y desde la Presidencia de la Asociación Católica de Propagandistas.

En abril de 1932, Manuel fue también nombrado miembro de la Junta Parroquial de Subsidios para el Culto y el Clero, creada para sostener a la Iglesia local y diocesana al suprimirse la financiación presupuestaria del Estado con la instauración de la República.

Manuel, asesinado junto a su hijo seminarista

Con la sublevación militar, el 20 de julio fueron firmadas dos órdenes de detención por parte de la autoridad municipal, en ambos casos como medida preventiva. En ellas figuraba el propio Manuel Palacios y Vicente García Manzano, también vecino de Cazalla. Durante su reclusión, Manuel solía reunirse con los presos que también integraban la Junta Parroquial de Subsidios, incluido el párroco, con los que solían tener el rezo del Santo Rosario cada día.

Esa actitud religiosa vivida en comunidad quedó recogida en la memoria que escribió el único superviviente de este grupo, García Manzano: “Recuerdo que en el intervalo de los días, si pudieran llamarse algo más tranquilos que pasamos en nuestra prisión, se desarrolló en uno de ellos y en la celda que ocupaba Manuel Palacios Rodríguez, una disquisición mística sobre las prerrogativas y cualidades del cielo”, comenzaba explicando.

“Me parecía que este señor visionario (Manuel), anticipado de aquella patria celestial, nos iba dando a paladear ya inefables hermosuras, era un ambiente anticipado de sus propios gozos y así murió, entero, resignado, consciente de aceptar la voluntad divina”.

Manuel Palacios fue fusilado el 5 de agosto. A las tres de la tarde los presos fueron concentrados al patio central de la cárcel para, sin escapatoria por haberse cerrado todos los accesos, acabar con ellos. Su hijo seminarista buscó el amparo de su padre, tal y como dejó constancia de ello uno de los supervivientes, el coadjutor Francisco de la Rosa, testigo de la masacre.

“El seminarista D. Enrique Palacios Monraba se encontraba al lado de su padre, a quien sin duda acudió para ampararse en aquellos trágicos momentos, y ambos ya eran cadáveres”.

Uno de los días antes de morir, la viuda de Manuel acudió a llevarle comida y le pidió que no denunciara a nadie ni tomara represalias si le ocurría algo. Ella tuvo que hacerse cargo de los cinco hijos que sobrevivieron. Junto a Enrique, murió otro hijo de Manuel pero no el mismo día que su hermano y su padre, como contaba Francisco de la Rosa.

“Antonio se acercó, suplicándome delante de todos con verdadero espíritu cristiano, que le confesara, muriendo este joven al día siguiente cuando huía hacia su finca”.

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