El motivo por el que los apóstoles no reconocieron a Jesús tras resucitar

La primera carta de San Pablo a los Corintios apunta que Jesús resucitó al tercer y se apareció a más de 500 personas. Sin embargo, algunos no supieron reconocerlo. ¿Por qué?

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Cuando Jesús resucitó, muchas personas que lo vieron no lo reconocieron de primeras. En los Evangelios podemos encontrar tres momentos diferentes que lo reflejan.

El primero es el protagonizado por María Magdalena, quien encontró a Jesús cuando lloraba delante de su tumba y al principio no lo reconoció. Fue al escuchar la voz de su maestro cuando finalmente sí lo hizo.

El segundo momento que recogen las escrituras se contempla en el Evangelio de San Lucas. En esta ocasión, dos discípulos de los que no conocemos sus nombres, caminaban juntos hacia Emaús, mientras Jesús lo hacía a su lado, sin embargo, tal y como recoge el texto “los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen”. Cenaron juntos y fue entonces cuando “les fueron abiertos los ojos y le reconocieron”.

El tercer momento fue el de la pesca de los discípulos. Fueron siete de ellos los que terminaron una noche en la que no consiguieron pescar nada. Entonces, aún estando en el agua, Jesús les hablo desde la orilla preguntándoles por su pesca y apuntándoles que echaran sus redes al lado derecho de la barca. Pescaron 153 ejemplares gracias a esa indicación y fue Juan el primero en reconocerlo y seguidamente, Pedro saltó al agua y nado hacia él.

Las apariciones que llevó a cabo Jesús fueron inesperadas y nos demuestran que Jesús no simplemente falleció y resucitó, si no que volvió para hacerles ver, a ellos y a nosotros, que la vida no se acaba con la muerte, que existe la vida eterna y para poder obtenerla todos, Jesús ha muerto y vuelto a la vida.

¿Por qué la gente no reconoció en todo momento a Jesús resucitado?


El fenómeno de la ceguera espiritual

La explicación a las escrituras que recogen “Al principio no lo reconocieron porque sus ojos no se abrieron” se traduce en la ceguera espiritual. Esto significa que, la mayoría de las veces, los humanos nos encontramos en un estado natural de este tipo de ceguera, en el que podemos caminar por la vida mientras bloqueamos al mismo tiempo todos los signos y señales de Dios.

La incredulidad es la que mantiene el velo sobre nuestros ojos y Jesús, vivo y en medio de nosotros, no siempre tiene la apariencia en la que es frecuente pensar. La fe es el acto supremo que puede abrir nuestros ojos a un reino nuevo, a una vida eterna que no está al alcance de nuestros cinco sentidos. El Jesús resucitado no se parecía al Jesús que recordaban las personas que una vez lo conocieron. Estos pasajes en los que no se le reconoce, nos muestran cómo funciona la gracia de Dios, transformando nuestras vidas comunes, hecha humana en Jesús, en encuentros y relaciones llenas de gracia. Dios, actúa antes que nosotros, nos encuentra donde estamos y quiere caminar con nosotros.

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