Relaciones de usar y tirar, precariedad laboral o aislamiento: peligros a los que se enfrenta la Generación Z

El espacio de debate Encuentro Madrid, que impulsa Comunión y Liberación, ha analizado con Helena Farré y Julio Llorente los desafíos a los que se enfrentan los más jóvenes

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Los periodistas Julio Llorente y Helena Farré han protagonizado el primer debate que organiza este fin de semana Encuentro Madrid en la Fundación Pablo VI, impulsado por el movimiento Comunión y Liberación. Ambos han analizado los aspectos que marcan la vida de nuestras generaciones en el contexto actual, y qué heridas hay detrás de ellas. Cuestiones como el amor, la soledad, el individualismo o el rol del trabajo desempeñan en nuestro día a día.



¿Por qué las relaciones humanas y amorosas de hoy son líquidas?

Es la primera cuestión que han analizado el editor y columnista Julio Llorente y la periodista y crítica literaria Helena Farré. Para Llorente, el amor nace de una necesidad, lo que tiene que ver con nuestra vulnerabilidad, precariedad y dependencia: “No podemos realizarnos solos nosotros mismos, necesitamos de otras personas para realizarnos plenamente. Esa necesidad es el germen del amor. Si fuéramos autosuficientes seríamos dioses. Estaríamos viviendo encerrados en nosotros mismos”.

Una necesidad, la de amar y ser amados, que a su juicio permanece en el ser humano desde el inicio de los tiempos: “Al final, estamos esclavizados por las mismas inquietudes y preocupaciones”. No obstante, percibe que en el contexto actual, el hecho de reconocerse vulnerable va contracorriente a nuestro modelo de vivir: “El modelo que se nos propone es que el hombre, con fuerza, alcanza lo que se propone, que no necesita a los demás, que cosecha logros gracias a sus méritos y el amor es lo contrario, es basar tu existencia en la de otra persona. Por eso es contracultural, porque va en contra de lo que el mundo nos propone, es el concebir el amar como un lastre que supone renunciar a la libertad. Atendiendo a este concepto tener novia o novio coarta la libertad”, asegura.

Por su parte Helena Farré considera que el mundo actual no favorece plantearnos un “nutrir el amor que necesita tiempo, pero la necesidad es intrínseca de sentirse visto, y en eso consiste al final el amor”, sostiene.

Argumenta la crítica literaria que el amor solo se da con vulnerabilidad, ya que implica entregar tu corazón a otro, lo que a su vez conlleva sufrimiento, al cual mucha gente rechaza, siendo uno de los motivos de que a veces las relaciones sean de usar y tirar: “Cualquier persona que tengas cierto amor por la felicidad no se quiere exponer a este sufrimiento gratuitamente. Por eso el amor se busca o se encuentra con pantallas de por medio, eso te da esa seguridad, y si noto que me puedo pillar o me puede hacer daño acabo y ya está”.

Asimismo, la escritora subraya que también influye la responsabilidad de que el bienestar de una persona dependa de ti, lo que a muchos les supone una carga e intranquilidad mental: “Asumir que alguien depende de mi cuando a veces no quiero estar con él, pues genera egoísmo”, ha indicado.

¿Las aplicaciones móviles funcionan como un supermercado?

En los últimos años se han popularizado, especialmente entre los jóvenes, aplicaciones móviles como Tinder para establecer relaciones. Un hecho que para Helena Farré refleja la necesidad del individuo a ser querido y observado, aunque sea por personas desconocidas. No obstante, alerta que se tratan de interacciones de usar y tirar: “Jóvenes de entre 18 y 25 años, la llamada Generación Z, tiene esa forma de actuar, aunque a su vez son los que más solos están. Tienen a un clic que una persona aparezca con una mochila con su comida, o con lo que han comprado de Amazon. Es el capitalismo escópico, que se extiende a las relaciones personales”, opina.

Línea en la que ha ido Julio Llorente, quien alerta del riesgo de que la manera en la que usamos los objetos que consumimos se extienda a nuestros comportamientos con el prójimo: “Compro un móvil y a los dos años lo cambio porque sale otro mejor, o los coches. Y eso se extiende al ámbito de las relaciones personales porque se asocia a una idea de libertad, la del desapego, eligiendo constantemente. Pero es ficción, porque la elección tiene sentido si uno se compromete con la elección que ha tomado”, ha comentado.

Soledad e individualismo: ¿nos hemos acostumbrados a vivir solo?

Al hilo de estas ideas, ambos periodistas se han cuestionado si los humanos tendemos a un aislamiento creciente. Un hecho que Llorente no comparte del todo, ya que aplicaciones como Tinder ponen de manifiesto que el individuo busca relacionarse aunque sea de manera superficial: “Hay que distinguir tipos de soledad según su duración. Algunas son permanentes y no deseadas pero a la que te avoca la vida. Otras soledades son deseadas y te ayudan a entrar en comunión contigo mismo, y así puedes entrar en comunión con los demás”.

Pero, a su juicio, las soledades de hoy son estériles, ya que el constante ruido de fondo como son los móviles o plataformas como Netflix nos impiden esa comunión con nosotros mismos: “Realmente es un aislamiento con ruido de fondo y estímulos. Nos sublevamos todos contra eso aunque sea inconscientemente y Tinder puede ser el recurso desesperado”, apunta.

Para Farré, es necesario hacer la distinción entre 'estar solo' y 'sentirse solo', ya que lo primero es voluntario y lo segundo es un sentimiento más profundo: “Esto genera problemas como cuadros de ansiedad o depresivos que se diagnostican cada vez más entre los jóvenes. La pandemia, el estar en casa y funcionar todo por zoom hizo que muchos se vieran sin vínculos pese a las redes sociales o al Whatsapp”.

¿Puede el trabajo ser la vía para encontrar la felicidad?

La precariedad laboral de buena parte de los empleos, sobre todo entre el colectivo juvenil, hacen que se ponga sobre la mesa el valor que para la persona tiene su puesto de trabajo. En este sentido, Farré y Llorente tienen posiciones muy diferentes.

Para este último, el trabajo sirve al ocio, donde nos realizamos con plenitud: “Vinculamos la vocación con el trabajo, pero esto mismo díselo a quienes tienen empleos duros como al minero o a quien barre las calles. Tiendo a pensar que el trabajo es un medio que propicia otras cosas que nos permiten mantener una familia, dedicarnos al ocio, leer... pero no lo relacionaría con la felicidad. Es más un medio para alcanzar la felicidad que un lugar donde podamos encontrar la felicidad, salvo en contadas ocasiones. Muchas empresas han perdido de vista a lo que deben servir, que es al bien común y no solo al lucro, como ha defendido el Papa Francisco”, ha recordado.

Por su parte Helena Farré comparte que el trabajo es un sustento paras vivir, pero defiende que son muchos quienes se sienten realizados como un médico, un periodista o un ingeniero: “El valor del trabajo que uno hace tiene repercusión, tal vez a niveles bajos, pero demonizar el trabajo como si fuera lo peor pues no, porque puede hacer bien al mundo”, opina.

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