La situación del clero en España: "El Señor sigue llamando, el reto es reconocer esa llamada"

Gaspar Hernández, rector del Teologado de Ávila y profesor en la UPSA partició en las las Jornadas de delegados del Clero organizadas en Madrid por la Conferencia Episcopal

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Construir puentes y tejer relaciones que nos saquen de la autorreferencialidad, la indiferencia y la inmanencia». Estos son algunos de los puntos que Gaspar Hernández Peludo, rector del Teologado de Ávila y profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca, expone para reflexionar sobre la identidad del ministerio sacerdotal en la época actual.

Y es que, en el marco de la situación actual del clero en España, la Comisión Episcopal para el Clero y Seminarios celebró del 23 al 25 de mayo en Madrid, las Jornadas de delegados del Clero donde se profundizó en los «condicionamientos» que dificultan hoy el ministerio y la vida de los presbíteros, que también se ve afectada por el desafío del «cambio de época». Un síntoma de ello es la crisis vocacional. No obstante, como dijo el Papa Francisco, «donde hay vida, fervor, deseo de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas. La vida fraterna y fervorosa de la comunidad la suscita el deseo de consagrarse completamente a Dios y, por tanto, a la evangelización».

—Las jornadas han puesto el foco en la situación actual del clero español pero «con una mirada esperanzada». Entonces, pese a las cifras, ¿hay esperanza?

—Una mirada a la realidad, del mundo, de la Iglesia y también del clero, desde el Evangelio siempre es esperanzada. El discernimiento cristiano no parte del mero dato sociológico, percibe en él una «llamada» de Dios que provoca nuestra libertad y abre caminos nuevos. Ciertamente, la reducción del clero y de las vocaciones al sacerdocio es notable entre nosotros, pero partimos de la certeza de que el Señor sigue llamando, y el reto es reconocer esa llamada y favorecer una respuesta. Como he intentado mostrar en mi ponencia hay diversos «condicionamientos» que dificultan hoy el ministerio y la vida de los presbíteros, pero —justamente a partir de esta mirada esperanzada— éstos no han de ser «obstáculos» sino «condiciones» para una renovada vivencia del mismo.

Crisis desde dentro

—¿Quizá hay una crisis en la comprensión del sacerdocio mismo?

—En este punto yo distinguiría dos perspectivas. «Desde dentro» de la Iglesia, más que de una crisis de la «identidad teológica» de los presbíteros —profundizada notablemente en los últimos decenios— se podría hablar de una crisis de «realización existencial» del ministerio en el sentido de cómo traducir de forma práctica esa identidad en la vida y en el ejercicio del presbiterado en medio de una cultura como la actual refractaria al Evangelio y, en concreto, a esta vocación eclesial. Por eso, «desde fuera» de la comunidad eclesial puede creerse que el sacerdocio mismo está en crisis, cuando de hecho uno de los grandes desafíos es mostrar a nuestros contemporáneos la belleza y plenitud de esta forma de vida y del seguimiento de Cristo.

—¿Cuál podría ser la referencia para la reflexión sobre la identidad del ministerio en la época actual?

—La referencia permanente del ministerio sacerdotal siempre es Jesús, Buen Pastor y Sacerdote nuevo, Maestro y Amigo de los hombres, a quien el presbítero representa sacramentalmente ante la Iglesia y el mundo. Estamos en un cambio de época caracterizado, entre otras cosas, por la «ruptura de los vínculos» con Dios (secularización), con los demás (individualismo), con la realidad (crisis ecológica) y con el propio cuerpo (transhumanismo e ideología de género). Por eso, para ser significativos en este cambio, una referencia fundamental puede ser la de Cristo Pastor como «pescador» de hombres capaz de rehacer estos vínculos, construir puentes y tejer relaciones que nos saquen de la autorreferencialidad, la indiferencia y la inmanencia.

Los abusos

—¿Qué espera el Pueblo de Dios de un sacerdote?

—Espera recibir aquello que el mundo y ellos mismos no pueden hacer ni se pueden dar; es decir, a Dios, su salvación, su Buena Noticia, sus signos de sanación y vida, el sentido y orientación de la existencia. Y esto al «estilo» como Dios lo ha hecho en Jesús, con proximidad, comprensión, compasión, ternura y alegría.

—¿En qué medida está afectando a los seminaristas y presbíteros la crisis informativa de los abusos que padecemos?

—Naturalmente que nos afecta, generando primero consternación, tristeza y vergüenza por los hechos, después en ocasiones desánimo por el cuestionamiento y la desconfianza que provocan en la opinión pública y dentro de la mismas comunidades cristianas ante el ministerio, pero ayudándonos a su vez a redescubrir y potenciar lo esencial del mismo para que estos lamentables delitos y pecados de algunos no oscurezcan la hermosura de esta vocación ni el testimonio de la mayoría de tantos sacerdotes que la viven con ejemplaridad y entrega.

La entrevista complenta podrá leerse en el próximo número de la Revista Ecclesia

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