Coordinadora de Obispos de Tierra Santa: «Jerusalén es una ciudad judía, cristiana y musulmana»

El organismo episcopal dice que la Ciudad Santa no debe «convertirse nunca en el monopolio exclusivo de ninguna religión»

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«Jerusalén es una ciudad judía, una ciudad cristiana, una ciudad musulmana. Debe seguir siendo un patrimonio común y no convertirse nunca en el monopolio exclusivo de ninguna religión». Así comienza la declaración final que la Coordinadora de Obispos de Tierra Santa ha hecho pública este 26 de mayo a la conclusión de su visita anual a la zona. Han sido cinco días en los que la delegación, encabezada por el obispo Declan Lang, representante de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, ha llevado su apoyo y solidaridad a las comunidades cristianas de Jifna, Beit Hanina, Ramala, Birzeit y Jerusalén. La visita ha tenido como lema las palabras del salmista «Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha» (Salmo 137:5).

La Coordinadora considera «un derecho» y «un deber» defender, como cristianos, la apertura y universalidad de la ciudad. Recuerda, en este sentido, que Jerusalén, tal y como dice el Papa Francisco, tiene un «valor universal» que va más allá de la cuestión territorial. «Inspirados por Cristo nuestra paz, todos los cristianos deben ayudar a preservar el carácter sagrado de la ciudad y promover una auténtica visión de Jerusalén como lugar de diálogo y unidad», dice.

La Santa Sede, como es sabido, ha subrayado reiteradamente la necesidad de que Jerusalén cuente con un estatus especial, reconocido internacionalmente, que garantice ese carácter sagrado para las tres religiones monoteístas.

La presencia cristiana en ella es «esencial para su identidad, tanto ahora como en el futuro», manifiestan los obispos, que, sin embargo, denuncian que los seguidores de Jesús están sufriendo persecución y dificultades crecientes. «Muchas de las personas que vimos se enfrentan a la violencia e intimidación de grupos de colonos, a las restricciones a su libertad de movimiento, o a separaciones familiares por el estatus que se les ha asignado».

Pierre Bürcher, obispo emérito de Reikiavik (Islandia) y delegado de las Conferencias Episcopales del Norte de Europa y Suiza en la Coordinadora, ha denunciado en una entrevista concedida al portal católico suizo Catho.ch que «Israel se está apoderando de tierras y casas, incluso en la Ciudad Vieja de Jerusalén, donde ondean cada vez más banderas israelíes». El prelado lamenta que las autoridades políticas y la comunidad internacional no parezcan dispuestos a reflexionar «con verdad y valentía sobre lo que ocurre en Tierra Santa», tal y como denunció el pasado 16 de mayo la Comisión de Justicia y Paz de Jerusalén. «Debe repetirse con claridad inequívoca: la causa principal y el contexto principal de la violencia son los 55 años de ocupación de Palestina», dijo Justicia y Paz en ese comunicado, que recuerda que en los últimos dos meses, y según datos oficiales, han muerto violentamente 45 palestinos, 16 israelíes y dos trabajadores inmigrantes.

Restricciones unilaterales a la libertad de culto

Los miembros de la Coordinadora expresan también su preocupación por dos acontecimientos recientes. Por un lado, «las restricciones unilaterales a la libertad de culto» impuestas por la policía israelí la pasada Semana Santa; y por otro, al asesinato, el pasado 11 de mayo, en Jenin de la periodista católica palestina Shireen Abu Akleh en el ejercicio de su trabajo, y la vergonzosa actuación de la policía dos días después en su funeral, unos hechos, dicen, que los cristianos locales han vivido con «profundo dolor» e «ira».

En el aspecto más social, la Coordinadora constata cómo la pandemia de covid ha agravado enormemente la situación de pobreza de muchas personas. «La ausencia de peregrinos durante los dos últimos años ha devastado los medios de subsistencia, incluso entre la comunidad cristiana de Jerusalén, dejando a algunas familias con dificultades para conseguir vivienda, alimentos u otros productos básicos», dicen los obispos antes de pedir a los peregrinos que, cuando regresen, apoyen a los cristianos de la Iglesia Madre.

Entre los «signos de esperanza» que mencionan están el trabajo de las organizaciones cristianas por la comunidad y la sociedad en general y el compromiso de la juventud con su tierra. «Conocimos a jóvenes que, a pesar de enfrentarse a diario a violaciones de sus derechos humanos fundamentales, se niegan a ser la última generación de cristianos en la ciudad».

La Coordinadora de Obispos de Tierra Santa fue creada a finales del siglo XX en 2000 y está integrada por obispos de Europa, América del Norte y Sudáfrica. El representante en ella de la Conferencia Episcopal Española es el arzobispo-obispo de Urgell, Joan Enric Vives Sicilia.


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