Cuatro misioneras combonianas ponen voz a una vida entregada a los más pobres de África: "Volvería a hacerlo"

Este 2022 se cumplen 150 años desde la fundación de las Misioneras Combonianas: Mari Luz, Magdalena, Puri y Ángela forman parte de esta familia

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Este 2022 se han cumplido 150 años desde la fundación de las Misioneras Combonianas, fundada por por el primer obispo de África Central, Daniel Comboni. Una figura que fue consciente del auge de la mujer en la sociedad y de su importancia en la evangelización de los pueblos.

En la actualidad, está integrada por un total de 1.060 hermanas de 34 nacionalidades diferentes, que trabajan en 31 países de África, América, Asia y Europa. En Ecclesia hemos tenido la oportunidad con cuatro de ellas: Mari Luz, Puri, Ángela y Magdalena.

Todas ellas han destinado su vida a servir a los demás desde la misión en diferentes países del Continente africano. Por cuestiones de edad, tres de ellas ya han regresado a nuestro país excepto Magdalena que, tras años en el Chad, ahora se encuentra en Togo.

El servicio, la caridad, el amor y, por qué no decirlo, el miedo y las tensiones han marcado la vida de nuestras cuatro protagonistas que ahora comparten su experiencia con Ecclesia.

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Que se lo digan a Puri Muñoz, que llegó a Etiopía el 21 de julio de1974, tan solo dos meses antes de que estallara la revolución marxista en el país que se prolongó durante 17 años, y que costó la vida a más de 700.000 personas.

Una tensiones que están reviviendo en los últimos tiempos debido a la guerra civil entre el gobierno y la región de Tigré. Pese a todo, Puri tiene muy claro que si tuviera que volver la vista atrás, repetiría todo: “Volvería a hacer lo mismo. Que me quiten lo 'bailao'. Siempre se dice que los pobres no se evangelizan, pero sí lo hacen, en el sentido de que tienen una forma de vivir felices, son honrados y decentes”, argumenta la misionera comboniana.

También ha sufrido las consecuencias de la guerra Mari Luz Sánchez durante los veinte años que ha permanecido como misionera en el Congo. Nos confiesa que echa en falta la intensa actividad que desarrollaba junto a la comunidad en el país, pese a las limitaciones impuestas por el conflicto bélico.

Unas limitaciones que impedía a Mari Luz, por ejemplo, continuar con su tarea de formar catequistas para extenderse por los poblados y atender a los catecúmenos: “Durante la guerra no podían desplazarse, lo que generó una situación muy dura”, recuerda.

Por su parte Magdalena Ribas desarrolla su labor actualmente en Togo. Allí la guerra no ha estallado y por suerte el yihadismo aún no ha logrado adentrarse en el territorio, pero el gobierno dictatorial que lidera el país oprime a los más pobres a través de los impuestos.

Además, Magdalena asegura que hay diferencias importantes entre Togo y el país donde estuvo como misionera anteriormente, en el Chad: “En el Chad trabajé en el campo sanitario y había hospitales que la Iglesia subvencionaba con la aportación de la gente, pero no había una tarifa normal salvo a personas que podían pagarlo. En el Togo vivimos en un suburbio pobre llegada de las zonas rurales y no se contempla curar a los enfermos si no tienen dinero con que pagarlo”, explica la comboniana.

Crear un sentido de fraternidad entre las personas sin tener en cuenta la condición social o la religión que profesa, es uno de los sellos de identidad de las Misioneras Combonianas. Así lo ha explicado Ángela Colombi, que en los últimos años ha estado en Sudán y luego Egipto.

“Nosotros tratamos de crear un sentido de fraternidad entre las personas, y particularmente donde hay situaciones en las cuales hay diferencia entre religiones. Para mi es un testimonio muy grande característico de nosotros. También porque en las comunidades vivimos con mayores y jóvenes, gente que vienen de países diferentes. Esto para mí es el testimonio más grande e importante. Ellos ven que gente diferente puede vivir junta, sin matarnos”, ha explicado.

El día a día con los colectivos más vulnerables de las misioneras combonianas

Los niños y mujeres suelen ser los colectivos más vulnerables en los países del Continente africano. Durante muchos años, Puri Muñoz trabajó por la promoción de la mujer en Etiopía: “El problema es que la mayoría de las niñas no iban a la escuela, por lo que les dábamos ánimos a las pocas que iban”.

“Hacíamos lo que podíamos con las personas marginadas”, explica Puri, quien recuerda que la capacidad de acción de la Iglesia era limitado en medio de una cruenta revolución: “El cardenal nos llegó a pedir que no habláramos en público, porque se dio el caso de un misionero holandés que escribió una carta a su familia relatando la situación del país, y 24 horas después echaron a todos los misioneros de la zona. El misionero permaneció preso mucho tiempo”, recuerda Puri.

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En el caso de Magdalena Ribas, los enfermos siempre ha sido su prioridad en Togo. Acompaña al hospital a los más necesitados para que los profesionales sanitarios atiendan con dignidad a estos pacientes sin recursos: “Cuando nos ven, nos respetan”, explica la comboniana.

Así las cosas, parte del trabajo de Magdalena Ribas es “implorar” al Ministerio de Acción Social de Togo para reducir la tarifa a enfermos que tengan que realizarse algún tipo de prueba médica, como una resonancia: “La vida es una tortura para esas personas”.

Pero las mujeres son también protagonistas en la vida de Magdalena, a quienes ayuda a través de talleres para hacer champús o geles y venderlos para sobrevivir: “Es la forma que tienen para ganar dinero”, afirma.

Las madres con hijos son los que más sufren esta situación de pobreza extrema: “Tengo una madre con seis hijos, de los cuales tres son trillizos, y la guardería no la pagan, pero sí el servicio de comida, que son 150 francos cada hijo. ¿De dónde saca casi 500 francos diarios para darles de comer?”

Mari Luz Sánchez también ha estado muy comprometida con los derechos de la mujer y de las niñas en el Congo. Durante la guerra, los militares acudían a la búsqueda de menores para pasar la noche con ellas. Una realidad cruel por la que se manifestaron desde las iglesias: “Muchas niñas sufrían abusos. Algo se consiguió con aquellas protestas pero era luchar contra una guerra. Fue duro”, lamenta.

Ángela Colombi también vivió en sus carnes el sentimiento del miedo en Egipto, donde la comunidad cristiana está perseguida: “Aparentemente no hay diferencias, pero sí. Hubo bombardeos, gente asesinada en la iglesia por grupo de personas”.

A juicio de la comboniana italiana, la escuela y la educación es la única vía posible para erradicar la violencia en favor del respeto y la tolerancia: “Cuando te encuentras con musulmanes que han ido a la escuela, tienen otra manera de pensar, más respetuosa”.

La historia del 'niño soldado' que dejó marcada a Mari Luz

Las vivencias y anécdotas se podrían contar por miles entre las cuatro misioneras que han entregado su vida a Dios y a los demás. Una de las más impactantes la experimentó Mari Luz en plena guerra en el Congo, cuando un 'niño soldado' logró escapar del campo de batalla tras ver morir a tantos compañeros.

“Se escapó y anduvo muchísimo por el bosque, atravesó ríos y apareció por nuestra casa donde vio nuestra casa, que estaba relacionada con Dios. Nos pidió ayuda. Buscaba un salvoconducto para encontrarse con su familia. Tenía mucho miedo, porque estaban amenazados de muerte quienes escapaban. Vio morir a muchos compañeros. Fue una experiencia fuerte pero bonita porque le acompañamos hasta el final. Le dieron el papel, le dimos ropa y comida. Llevaba una bala en una pierna. Le secuestraron en la escuela para llevarle a la guerra como esclavo con siete años. Siempre le recordaré”, recordaba una emocionada Mari Luz.

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