Padre Patton, Custodio de Tierra Santa, tras su viaje a Siria: "El terremoto ha dado el golpe de gracia"

Francesco Patton pasó diez días visitando a los frailes y las comunidades afectadas por el violento terremoto del 6 de febrero

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Fray Francesco Patton, Custodio de Tierra Santa, regresó el pasado 12 de marzo de su viaje a Siria, donde pasó 10 días visitando a los frailes y a las comunidades locales afectadas por el terrible terremoto del 6 de febrero. Patton se detuvo principalmente en Alepo, el lugar más afectado y donde se concentra la mayor parte del trabajo de los franciscanos.

En una entrevista publicada en la página web de la Custodia en Tierra Santa, Patton ha remarcado que durante este viaje ha podido ver “una realidad muy torturada, porque 12 años de guerra han destruido al país y el terremoto ha dado el golpe de gracia […] una parte de la ciudad, ya dañada por los bombardeos, ahora es un montón de escombros”.

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Más allá de la destrucción, Patton ha podido constatar la gran labor de acogida que los frailes de la Custodia han llevado a cabo desde los primeros momentos de la emergencia. Los colegios abrieron sus puertas y ayudar a los más necesitados: “He podido observar una gran generosidad y atención dirigida no solamente a los cristianos latinos, sino también a los musulmanes. El resultado de todo ello fue la ayuda mutua entre las distintas comunidades: la Media Luna Roja y las instituciones benéficas musulmanas nos donaron colchones para la noche y otros artículos de primera necesidad. Cuando se hace el bien de forma gratuita, generosa y sin distinciones, se pone en marcha un bien mayor”.

En Alepo, poco a poco, se han reiniciado proyectos como “Un nombre y un futuro” y proyectos de alfabetización creados para ayudar a los niños huérfanos o abandonados de Alepo este y a las mujeres: "Los edificios donde se imparten las clases están rodeados de la más absoluta devastación y en un aula de pocos metros cuadrados se hacinan 20 o 30 niños y mujeres que aprenden a leer y a escribir, aprenden a fabricar jabón o a coser y otros oficios que les capacitan para trabajar. La gente está feliz de haber retomado estas actividades".

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Para Patton, el mayor reto ahora mismo no es de tipo material sino “vencer el miedo”: “La gente, sobre todo en los primeros días, no quería volver a sus hogares y siempre regresaba al convento. Los frailes, durante este periodo, han realizado una impresionante labor de alivio y consuelo. En Knaye y Yacoubieh, fray Luai iba diariamente a visitar a la gente para ver cómo se encontraban y tranquilizarlos”.

“Los nuevos desafíos que se plantean apuntan necesariamente al futuro: la principal necesidad será reparar y reconstruir los hogares. En Alepo, un grupo de ingenieros está trabajando para formar a los técnicos locales en la evaluación de la gravedad de los daños estructurales. Después, habrá que pensar en los que a causa del terremoto han perdido no solo la casa, sino también sus negocios, sus talleres. Y apoyar la apertura de pequeñas actividades que produzcan ingresos, porque la gente no puede vivir de la caridad para siempre”, ha afirmado Patton.

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Actualmente, uno de los mayores problemas en Siria es la inestabilidad de la moneda, que no permite ninguna inversión: “Los ingresos de la gente son inexistentes: los salarios son el equivalente a 28 dólares estadounidenses al mes. ¿Cómo puede una persona pagar el alquiler y cubrir las necesidades de su familia e incluso, en caso de necesidad, pagar también medicinas? Ciertamente, nosotros no podemos resolver los problemas económicos de un país, pero al menos podemos ayudar a muchas personas a reiniciar su actividad productiva”.

Se acerca la Colecta del Viernes Santo y el Padre Patton tiene claro que lo que ellos piden “no es dar la vida, sino hacer una aportación que exprese cercanía y solidaridad con los cristianos de esta Tierra. Me gusta recordar lo que dijo San Pablo cuando organizó la primera colecta. Sus palabras son muy potentes y se encuentran en la segunda carta a los Corintios: “Cada uno dé como le dicte su corazón”. Si uno tiene el corazón pequeño, dará poco, si uno tiene el corazón grande, dará mucho. Y luego San Pablo añade que “Dios ama al que da con alegría”, por tanto, no a quien da a regañadientes”.

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