El riesgo de ser sacerdote en la iglesia clandestina de China

El P. Yingxióng consiguió salir del país para estudiar derecho Canónico en Roma. A su regreso a China tendrá que vivir escondido y administrar los sacramentos en la clandestinidad.

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Cuando Yingxióng decidió hacerse sacerdote tenía 16 años. Fue una decisión muy difícil, porque era consciente de que los próximos años tendría que vivir escondido y olvidarse de su familia para no comprometerla. También tendría que cambiarse el nombre por cuestiones de seguridad.

El rector del seminario le hizo una sugerencia que marcó para siempre su vida: a partir de ahora, le dijo, aunque estés lejos de tus padres no vas a estar nunca sólo, porque María es tu madre y siempre estará a tu lado. En ese instante decidió que se llamaría María, un nombre que en china no implica que fuera sólo para mujeres y que tan sólo cambió cuando llegó a Europa. Nosotros lo llamaremos Yingxióng, cuya traducción al chino es héroe.

En China las casas de las familias son auténticas iglesias domésticas. La mesa del comedor se transforma rápidamente en altar cuando corre la voz de que un sacerdote esta de paso. Lo habitual es aprovechar ese encuentro para recibir alguna clase de catecismo. Quizás pasen años hasta que haya otra oportunidad de encontrarse frente a un sacerdote. La familia de Yingxióng conoció el catolicismo gracias a su tío, el primero en convertirse tras su encuentro con un sacerdote anciano que pasó cerca de su ciudad. Él se encargó de evangelizar a los miembros de su familia y todos en bloque decidieron bautizarse cuando Yingxióng tenía 7 años.

Nanchang es la capital de la provincia de Jiangxi, a la que pertenece nuestro protagonista. Tiene una población aproximada de 5 millones de personas. Es uno de los lugares de China con mayor número de católicos. En la raíz de esta evangelización se encuentra el jesuita Matteo Ricci, que vivió en la región durante tres años.

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Un seminario itinerante

El primer año del seminario lo compartió con cerca de 40 chicos de 16 años ocultos en una cabaña de la montaña. Ese año iniciaron el seminario en China otros dos grupos con unos 40 alumnos cada uno, una cantidad nada desdeñable en un país que sufre persecución.

En aquella cabaña, alejada de las rutas de paso habituales para no llamar la atención eran alimentados por los católicos del pueblo, que les subían a escondidas la poca comida que tenían. Muchos enfermaron y el rector decidió que siguieran las clases repartidos en distintas familias que les acogían en sus casas, de las que se iban trasladando cada cierto tiempo para no levantar sospechas. La jornada comenzaba a las 4 de la madrugada para poder rezar mientras los vecinos dormían. Las ventanas siempre cubiertas con cortinas, sin poder hablar en voz alta, reír y mucho menos cantar.

Al margen de no poder contar con una sede fija, la mayor dificultad a la que se enfrentan los seminaristas es la falta de profesores y de libros de texto para estudiar, que se suple con ingenio y sentido práctico. Se convierten en profesores aquellos seminaristas que simplemente van un poco más avanzados, los que han conseguido adelantarse en una asignatura o han podido estudiarse algún manual.

Cada tres o cuatro meses cambiaban de sitio porque era peligroso permanecer más tiempo en la misma familia. El gobierno tiene espías por todas partes y al final siempre hay alguien dispuesto a delatar con tal de recibir algún beneficio. Entidades como Ayuda a la Iglesia Necesitada apoyan desde la distancia la formación de estos seminaristas, que a día de hoy siguen estudiando de forma itinerante.

Yingxióng tuvo que esperar 10 años para ordenarse sacerdote, porque no había un obispo que pudiera hacerlo. Para entonces sabía que en la sociedad china la decisión de no casarse, siendo como era el hijo mayor de la familia, suponía una deshonra para los suyos. Finalmente, en 2015, ante la única presencia de otro sacerdote y una religiosa fue ordenado sacerdote. Ni siquiera sus padres lo supieron. Durante el siguiente año tuvo que ejercer su ministerio en silencio sin decírselo a nadie para intentar no ser descubierto. Si le retiraban el pasaporte nunca podría salir de China para completar su formación, tal como deseaba su obispo.

Durante su estancia en Roma para licenciarse en Derecho Canónico las autoridades descubrieron que había sido ordenado sacerdote y acudieron en varias ocasiones a la casa de sus padres para interrogarles sobre quién y cuándo le había ordenado y quienes financiaban sus estudios fuera de China. En estos momentos el gobierno tiene instaladas dos cámaras de vigilancia en la casa de sus padres para estudiar los movimientos de quienes entran y salen. El también recibió numerosas llamadas en Roma de números desconocidos desde China que nunca respondió. Sabía que eran agentes del gobierno.

En los próximos días regresará a China y cuando lo haga, puesto que las autoridades conocen su condición de sacerdote, sabe que será visitado dos o tres veces por semana por agentes del gobierno para que firme el documento de adhesión a la iglesia patriótica. Además, según establece la última legislación en materia religiosa del país, se le incluirá en una base de datos nacional con información detallada sobre si su ministerio está en vigor o ha sido revocado por pertenecer a la iglesia clandestina. En esta base de datos aparecerá el elenco de las “faltas” que haya podido cometer o los premios recibidos por su adhesión al régimen. Estos “antecedentes” pueden terminar facilitando o dificultando el acceso a determinados servicios.

Y como esta nueva Ley obliga al personal religioso a oponerse a las actividades religiosas no reconocidas por el Gobierno, será ilegal que un sacerdote oficial concelebre con uno que no lo sea. Si lo hace este “comportamiento” podría incluirse en su ficha policial.

Cambiar las imágenes religiosas por las del presidente chino

En la provincia de Jiangxi el gobierno obligó a los numerosos católicos de la región a retirar las cruces o imágenes que tenían en sus casas y a sustituirlas por retratos del presidente Xi Jinping. En caso contrario se les retirarían las ayudas de subsistencia o pobreza. Los funcionarios fueron visitando las casas una por una, advirtiendo a los fieles que debían seguir al Partido Comunista, que es quien les proporcionaba dinero, y no Dios.

En mayo de 2021 entró en vigor una nueva normativa que afecta directamente a los sacerdotes católicos que no aceptan pertenecer a la iglesia patriótica y por extensión a los responsables del resto de religiones. Estos “Nuevos Reglamentos sobre las actividades religiosas” exigen que todo líder religioso se registre ante las autoridades y se comprometa a “amar a la patria, apoyar el liderazgo del Partido Comunista Chino, apoyar el sistema socialista y respetar la Constitución, leyes, regulaciones y normas”. Al mismo tiempo, debe «practicar los valores fundamentales del socialismo, adherirse al principio de independencia y autogestión de la religión y a la política religiosa de China, manteniendo la unidad nacional y étnica, la armonía religiosa y la estabilidad social”.

Esta normativa supuso un nuevo giro de tuerca para obligar a los “disidentes” a entrar a formar parte de la iglesia patriótica, poque pone en evidencia a los sacerdotes y obispos no registrados o clandestinos, reconocidos por la Santa Sede, pero no por el régimen. Pero lo grave es que también declara ilegales todos los posibles gestos de comunión o colaboración entre la iglesia patriótica y la clandestina.

Es hostigamiento a los católicos clandestinos continúa sin tregua. Según Asia News, la publicación más informada sobre la situación de los católicos perseguidos en China, a un laico se le multó con 25.700 euros por atreverse a invitar a un obispo no registrado a celebrar Misa en su casa. Se le acusó de “actividades religiosas ilegales” por acoger a un ministro ordenado por una institución extranjera.

También se han cerrado orfanatos gestionados por religiosas y desde 2018 los menores de 18 años tienen prohibido acudir a Misa y a otras actividades religiosas. Una de las prioridades del régimen es anular cualquier tipo de “influencia religiosa” en los menores. Las cámaras instaladas en las iglesias sirven para controlar si a las celebraciones acuden miembros del partido u otras personas a las que por su trabajo se les exige no profesar ninguna religión.

Un acuerdo histórico y provisional con China para proteger a la iglesia católica perseguida

Desde que en 1951 se rompieran las relaciones diplomáticas, la Santa sede ha intentado insistentemente establecer puentes con el Gobierno Chino de forma paralela a la dolorosa persecución que ha sufrido la comunidad católica en el último medio siglo.

El septiembre de 2018 la Santa Sede dio a conocer un acuerdo sobre el nombramiento de obispos que permitiría a los fieles tener obispos en comunión con Roma, y que al mismo tiempo fueran reconocidos por las autoridades chinas. Con cesiones por ambas partes, el objetivo era unir espiritualmente a toda la Iglesia católica china, dividida por imposición del régimen.

Hasta llegar a este acuerdo fueron necesarias cientos de conversaciones y otras tantas reuniones llevadas con discreción desde hace años, incluida la “Carta a los católicos chinos”, que el papa Benedicto XVI publicó en 2007. El fundamento de este acuerdo, con luces y sombras era permitir mayor libertad en las iglesias locales.

A lo largo de estos años “ad experimentum” la Santa Sede va tomando nota, esperando siempre que el gigante asiático respete la libertad religiosa de su pueblo. El acuerdo se ha ido renovando cada dos años y en principio tocaría renovarse el próximo otoño. El texto permanece secreto por voluntad de Beijing, pero su contenido, a estas alturas, no es un misterio para nadie. De forma provisional, como su nombre indica, regula simplemente la ordenación de obispos de mutuo acuerdo, sin que por el momento implique relaciones diplomáticas o incluso un estatus jurídico para la Iglesia.

El nombramiento de obispos era el principal escollo entre el Vaticano y el régimen chino por la división entre la Iglesia oficial y la clandestina. Desde entonces, se han producido media docena de nombramientos por mutuo acuerdo, dos en los primeros dos años y cuatro tras su renovación. Pero en medio de este desconcierto hay un hecho importante e impensable hace años: se reconoce la autoridad del Papa. El problema es que persiste la persecución religiosa sobre los seis millones de católicos que pertenecen a la Iglesia clandestina.

YingXióng está convencido de que el acuerdo contribuirá a la unidad, aunque no ha impedido que continúen las persecuciones. El gobierno continúa impidiendo construir iglesias y muchos católicos de los que se niegan a firmar su adhesión a la iglesia patriótica son detenidos o desaparecen misteriosamente o se les niega el acceso a trabajos o subvenciones necesarias para subsistir en un país en el que la mayoría de los fieles son pobres.

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La Devoción a la Virgen, el ancla de los católicos en China

La Devoción a la virgen en China tiene una papel fundamental en su fe, la argamasa para mantenerles unido entre sí y a Pedro. Antes de despedirnos, YingXióng me regaló una imagen de Nuestra Señora de Sheshan.

Estaba envuelta en un pergamino que desenrolló con suma devoción y cuidado mientras me explicaba los símbolos que encierra la imagen: María levanta a su Hijo en lo alto, con los brazos por encima de la cabeza, como si quisiera darle la oportunidad de mirar aún más lejos y abarcar con su mirada lo más posible de las tierras que le rodean. Jesús tiene los brazos extendidos hacia el mundo, como para abrazarlo, de modo que, desde lejos, la figura de la madre con su Hijo se funde en la forma de una cruz. La composición tiene como fondo un círculo sobre el que está escrita en chino una preciosa oración compuesta por Benedicto XVI y que finaliza así:

“Señora nuestra de Sheshan, alienta el compromiso de quienes, en China,

en medio de las fatigas cotidianas, siguen creyendo, esperando y amando,

para que nunca teman hablar de Jesús al mundo y del mundo a Jesús.

Ayuda a los católicos a ser siempre testigos creíbles de este amor,

manteniéndose unidos a la roca de Pedro sobre la que está edificada la Iglesia.

Madre de China y de Asia, ruega por nosotros ahora y siempre. Amén”

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