La reflexión de Tornielli sobre 'Desiderio Desideravi': "El Papa nos acompaña al corazón de la celebración"

El director editorial del Vaticano ha analizado la Carta Apostólica dirigida a los obispos, diáconos, personas consagradas y a todos los fieles sobre la formación litúrgica

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El director editorial del Vaticano, Andrea Tornielli, ha analizado la carta apóstolica, 'Desiderio Desideravi' publicada este miércoles, 29 de junio, festividad de lo santos Pedro y Pablo. Una carta a los obispos, a los presbíteros y a los diáconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios.

Al origen de esta Carta Apostólica de Francisco, reflexiona Tornielli “está el deseo de que todo el pueblo de Dios, empezando por los celebrantes, redescubra la belleza y el asombro frente a la liturgia, dejando que la liturgia misma “forme” a los que participan en ella”.

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Según el director editorial del Vaticano, para empezar a entender este documento hay que volver atrás en el tiempo, al 1 de marzo de 2005 cuando el entonces cardenal arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, dio un discurso durante la plenaria del Dicasterio para el Culto Divino. En esa conferencia, Bergoglio sugirió la importancia de “recuperar el asombro frente al misterio” y pidió redactar un documento “que no fuera un tratado jurídico o disciplinario, lleno de reglas y columnas”, sino un documento con un “tono pastoral y espiritual, incluso meditativo”.

Andrea Tornielli subraya que con esta Carta Apostólica se cumple este deseo: “En 'Desiderio Desideravi', el Papa acompaña por un camino que va al corazón de la celebración litúrgica, que es al mismo tiempo “la cumbre hacia la que tiende la acción de la Iglesia” y “la fuente de donde brota toda su energía”.

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“Cada párrafo del nuevo documento de Francisco está impregnado de la conciencia de que “la liturgia es, ante todo, dejar espacio a un Otro”, reflexiona Tornielli.

Según el director editorial, “partir de esta conciencia, redescubrir la belleza de la liturgia, abrirnos a la formación y dejarnos formar por ella, puede ayudar a despejar el campo de tantas insuficiencias. Si participar en la celebración significa "escuchar las palabras" de Jesús y "ver sus gestos, más vivos que nunca", no pueden prevalecer el protagonismo narcisista del celebrante, la espectacularización, la rigidez austera o la dejadez y la banalización. Y la liturgia, “fuente y cumbre”, no puede transformarse en el campo de batalla donde se pretende hacer pasar una visión de la Iglesia que no acepta lo establecido sinodalmente por el Concilio Ecuménico Vaticano II”.

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