La debilidad del Papa Francisco por los enfermos: Así fue el abrazo a Vinicio, afectado por neurofibromatosis

Cuando habla de la enfermedad, Francisco pide que la la Iglesia "se confronte con el ejemplo evangélico del buen samaritano" y nos convirtamos "en un auténtico hospital de campaña"

Tiempo de lectura: 3’

El Papa Francisco ha dicho en varias ocasiones durante sus diez años de pontificado que hay que ver en los enfermos "la carne de Cristo". Lo dice, sobre todo, con sus gestos, dedicando siempre más tiempo a estrechar manos de quienes más sufren. “Sean misericordiosos, así como el Padre de ustedes es misericordioso. Estar al lado de los que sufren en un camino de caridad”.

Así lo expresó en su último Mensaje Jornada Mundial del Enfermo, en el que comienza recordando que hace treinta años, se instituyó esta Jornada Mundial para “sensibilizar al Pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias católicas y a la sociedad civil sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan”.

La historia de Vinicio Riva

Fue en noviembre de 2013, el Papa Francisco abrazaba y besaba a un hombre cuyo rostro estaba terriblemente desfigurado por tumores. Una imagen que dio la vuelta al mundo. Vinicio Riva, de 53 años y vecino de la localidad de Vicenza, al norte de Italia, relató su emocionante encuentro con el Papa, así como la historia de su vida, en una entrevista concedida al diario británico «Daily Mail» .

Riva relató que su corazón latió tan deprisa que «temió morir» y que, mientras estuvo rodeado por los brazos del Papa, se sintió "en el paraíso". "Ni siquiera pensó si abrazarme o no. No soy contagioso, pero él no lo sabía . Simplemente, lo hizo, me acarició la cara y sólo sentí amor", relató el protagonista.


La neurofibromatosis, una enfermedad genética que, en su caso, le transmitió su madre, y que no se manifestó en su cuerpo hasta que cumplió los 15 años. Entonces comenzaron a surgir los dolorosos tumores que cubren la práctica totalidad de su cara, que hacen que sus piernas sangren constantemente y que han deformado sus pies, hasta el punto de que le cuesta un enorme esfuerzo caminar. Ha sido sometido a diversas operaciones, incluida una que afectó a su corazón, pero al menos ha superado las previsiones de los médicos, que le otorgaban una esperanza de vida de 30 años.

Fue el 6 de noviembre cuando acudió al Vaticano. "Bajó del altar para saludar a los enfermos. Me abrazó sin decir una palabra. Permaneció en completo silencio, pero a veces se dice más cuando no se dice nada. Sentí como si mi corazón saliera de mi cuerpo". "Primero besé su mano y con la otra acarició mi cabeza y heridas. Entonces me atrajo hacia sí en un fuerte abrazo, besando mi cara. Mi cabeza estaba contra su pecho y sus brazos me rodeaban. Sólo duró un minuto, pero a mí me pareció una eternidad».

Un gesto que Riva valoró, ya que su vida no había sido sencilla desde que se manifestó la enfermedad. Una condición que, como a otros enfermos de neurofibromatosis , le ha granjeado a menudo el rechazo más o menos disimulado de sus vecinos. Ya sea cambiando de acera en la calle o cuando un hombre le obligó a cambiarse de sitio en el autobús porque, le dijo, no quería verle la cara.

Miedo a la vulnerabilidad

"Nunca estamos preparados para la enfermedad. Y, a menudo, ni siquiera para admitir el avance de la edad. Tenemos miedo a la vulnerabilidad y la cultura omnipresente del mercado nos empuja a negarla. No hay lugar para la fragilidad. Y, de este modo, el mal, cuando irrumpe y nos asalta, nos deja aturdidos".

Así lo expresa Francisco que asegura que "puede suceder, entonces, que los demás nos abandonen, o que nos parezca que debemos abandonarlos, para no ser una carga para ellos. Así comienza la soledad, y nos envenena el sentimiento amargo de una injusticia, por el que incluso el Cielo parece cerrarse".

De hecho, nos cuesta permanecer en paz con Dios, "cuando se arruina nuestra relación con los demás y con nosotros mismos. Por eso es tan importante que toda la Iglesia, también en lo que se refiere a la enfermedad, se confronte con el ejemplo evangélico del buen samaritano", para llegar a convertirse en un auténtico “hospital de campaña”.

Su misión, sobre todo en las circunstancias históricas que atravesamos, se expresa, de hecho, en el ejercicio del cuidado. Todos somos frágiles y vulnerables; todos necesitamos esa atención compasiva, que sabe detenerse, acercarse, curar y levantar. La situación de los enfermos es, por tanto, una llamada que interrumpe la indiferencia y frena el paso de quienes avanzan como si no tuvieran hermanas y hermanos.

Religión