Una visita para la historia: Francisco viaja a Irak y se encuentra con Al-Sistani

Francisco logró ir a Ur. Y también a Mosul, la ciudad convertida por el Estado Islámico en la capital de su califato, en donde rezó por todas las víctimas de la guerra

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Del 5 al 8 de marzo de 2021, el Papa Francisco visitó Irak. Fue un viaje histórico, el primero de un pontífice al atribulado país. Ni Juan Pablo II primero, ni Benedicto XVI después, pudieron hacer realidad su sueño de peregrinar a Ur de Caldea, la patria de Abraham, como querían, a causa de las continuas guerras que se sucedían.

Francisco sí logró ir a Ur. Y también a Mosul, la ciudad convertida por el Estado Islámico en la capital de su califato, en donde rezó por todas las víctimas de la guerra, tanto en Irak como en Oriente Medio. La introducción de esa sentida oración en Mosul fue un alegato por la concordia y el entendimiento entre cristianos y musulmanes y todavía resuena hoy entre los creyentes. “Si Dios es el Dios de la vida —y lo es— a nosotros no nos es lícito matar a los hermanos en su nombre. Si Dios es el Dios de la paz —y lo es— a nosotros no nos es lícito hacer la guerra en su nombre. Si Dios es Dios del amor —y lo es— a nosotros no nos es lícito odiar a los hermanos», dijo el Romano Pontífice en la Plaza de la Iglesia de la ciudad, escenario de tanta persecución y sufrimiento.

Una imagen inédita

Francisco rezó por las víctimas de la locura islamista en Irak el día 7. Pero el día anterior dejó también otra imagen para la historia al visitar en su casa de Nayaf al ayatolá Alí Al-Sistani.

Sabido es que el Santo Padre mantiene una buena relación con el gran imán de la Universidad Al Azhar de El Cairo, Ahmed Al Tayyeb. Y la prueba es la Declaración de la Fraternidad que ambos suscribieron el 4 de febrero de 2019 en Abu Dhabi. Al Azhar está considerado el más importante centro académico del islam sunita. Pero la palabra de su gran imán no es “palabra de Dios”. En otras palabras, el islam no tiene una autoridad suprema, sino distintos referentes religiosos y escuelas de interpretación del Corán, y la de Al Tayyeb es solo una de ellas.

Aun siendo minoritaria, la rama chiíta del islam la profesan unos 200 millones de personas. Además de ser mayoritaria en Irán e Irak, está muy presente en Líbano, Catar, Yemen y Kuwait. El ayatolá Al-Sistani, de 92 años, es un referente del chiísmo, y la ciudad de Nayaf, en la que reside, es sagrada para esta corriente islámica, pues en su mequita se halla la tumba de Alí, primo y yerno de Mahoma, el cuarto califa, que murió asesinado. (La palabra chiíta, de hecho, no significa otra cosa que “los partidarios de Alí”).

La visita de Francisco a Al Sistani no figuraba en el programa oficial del viaje y fue calificada por el Vaticano como “de cortesía”. No hubo, por tanto, un comunicado oficial tras el encuentro, que se prolongó durante 45 minutos. Francisco, sin embargo, sí habló de ella en la rueda de prensa que concedió en el vuelo de regreso a Roma. En él, calificó a Al Sistani como “un grande, un sabio, un hombre de Dios”, y dijo que se sintió “honrado” ante él. “Un hombre humilde y sabio. A mí este encuentro me hizo bien al alma. Es una luz, y estos sabios están en todas partes porque la sabiduría de Dios ha sido esparcida en todo el mundo. Sucede lo mismo con los santos, que no son solo los que están en los altares”, afirmó.

La visita del Papa a Al-Sistani fue un intento de aproximación al islam chiíta. Y en concreto, a la vertiente del chiísmo que aboga por una distinción entre política y religión, a diferencia, por ejemplo, de la escuela iraní de Qom, cuyos ayatolás respaldan y sustentan la teocracia imperante en ese país.


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