El deseo del Papa para el pueblo de Chipre: "Pido para ustedes que puedan estar siempre juntos y unidos"

El Santo Padre celebró la Celebración Eucarística en el Estadio NEO GSP de Chipre en el marco de su 35º Viaje Apostólico

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El Papa Francisco celebró la Santa Misa en el Estadio Neo GSP de Chipre en el marco de su 35º Viaje Apostólico. El Santo Padre desarrolló su reflexión durante la Homilía, deteniéndose en tres pasos del encuentro que, en este camino de Adviento, “pueden ayudarnos a acoger al Señor que viene”. Francisco invitó a renovar la confianza en Jesús porque su luz “es más grande que cualquiera de nuestras tinieblas”.

La Santa Misa fue presidida en latín por el Papa, y concelebrada por el Patriarca de Antioquía de los Maronitas, el card. Béchara Boutros Raï; y por el Patriarca Latino de Jerusalén, Mons. Pierbattista Pizzaballa, quien dirigió un saludo al inicio de la celebración. Alrededor de 10 mil personas participaron en la Santa Misa, entre ellas el presidente de la República de Chipre.



El Papa afirmó que los dos ciegos, protagonistas del Evangelio leído durante la Santa Misa, a pesar de ser invidentes, “ven lo más importante: reconocen a Jesús como el Mesías que ha venido al mundo”. En esta línea, el Santo Padre propuso tres consejos: ir a Jesús para sanar, llevar las heridas juntos y anunciar el Evangelio con alegría.

Francisco recordó como Jesús “es la luz que ilumina las noches del corazónn y del mundo, que derrota las tinieblas y vence toda ceguera”, y reconoció que “también nosotros, como los dos ciegos, tenemos cegueras en el corazón… somos viajeros a menudo inmersos en la oscuridad de la vida”; por lo que “lo primero que hay que hacer es acudir a Jesús, como Él mismo dijo: ‘Vengan a mí todos los cansados y abrumados por cargas, y yo los haré descansar’”.



“¿Quién de nosotros no está de alguna manera cansado y abrumado? Pero nos resistimos a ir hacia Jesús; muchas veces preferimos quedarnos encerrados en nosotros mismos, estar solos con nuestras oscuridades, autocompadecernos, aceptando la mala compañía de la tristeza. Jesús es el médico, sólo Él, la luz verdadera que ilumina a todo hombre, nos da luz, calor y amor en abundancia. Sólo Él libera el corazón del mal”, dijo el Papa.

Luego, el Santo Padre alentó a pedir ayuda junto a otros porque “es el signo elocuente de la vida cristiana, el rasgo distintivo del espíritu eclesial: pensar, hablar y actuar como un ‘nosotros’, saliendo del individualismo y de la pretensión de la autosuficiencia que enferman el corazón”.



Los dos ciegos no piensan “cada uno en su propia ceguera, sino que piden ayuda juntos”. Se trata del “signo elocuente de la vida cristiana, el rasgo distintivo del espíritu eclesial” que es “pensar, hablar y actuar como un ‘nosotros’, saliendo del individualismo y de la pretensión de la autosuficiencia que enferman el corazón”.

“Los dos ciegos, al compartir sus sufrimientos y con su amistad fraterna, nos enseñan mucho. Cada uno de nosotros de algún modo está ciego a causa del pecado, que nos impide “ver” a Dios como Padre y a los otros como hermanos. Esto es lo que hace el pecado: distorsiona la realidad, nos hace ver a Dios como el amo y a los otros como problemas. Es la obra del tentador, que falsifica las cosas y tiende a mostrárnoslas bajo una luz negativa para arrojarnos en el desánimo y la amargura. Y la horrible tristeza, que es peligrosa y no viene de Dios, anida bien en la soledad. Por tanto, no se puede afrontar la oscuridad estando solos. Si llevamos solos nuestras cegueras interiores, nos vemos abrumados. Necesitamos ponernos uno junto al otro, compartir las heridas y afrontar el camino juntos” dijo el Santo Padre.

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De este modo, el Santo Padre subrayó que “si permanecemos divididos entre nosotros, si cada uno piensa sólo en sí mismo o en su grupo, si no nos juntamos, si no dialogamos, si no caminamos unidos, no podremos curar la ceguera plenamente”.

“La curación llega cuando llevamos juntos las heridas, cuando afrontamos juntos los problemas, cuando nos escuchamos y hablamos entre nosotros: es la gracia de vivir en comunidad, de comprender el valor de ser comunidad. Pido para ustedes que puedan estar siempre juntos, siempre unidos; seguir adelante así y con alegría, hermanos cristianos, hijos del único Padre. Y lo pido también para mí”, dijo el Papa.

Vivir con alegría el anuncio liberador del Evangelio, aseguró Francisco, “no se trata de proselitismo, sino de testimonio; no es moralismo que juzga, sino misericordia que abraza; no se trata de culto exterior, sino de amor vivido”. He aquí que animó a los chipriotas, tras haber manifestado su alegría por ver cómo viven el Evangelio, a seguir adelante y a renovar el encuentro con Jesús, saliendo “sin miedo” para testimoniarlo, llevando “la luz” recibida para “iluminar la noche que a menudo nos rodea”.

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“Se necesitan cristianos iluminados, pero sobre todo luminosos, que toquen con ternura las cegueras de los hermanos, que con gestos y palabras de consuelo enciendan luces de esperanza en la oscuridad; cristianos que siembren brotes de Evangelio en los áridos campos de la cotidianidad, que lleven caricias a las soledades del sufrimiento y de la pobreza” dijo el Papa.

Renovar la confianza en Jesús, que “escucha el grito de nuestras cegueras” y que “quiere tocar nuestros ojos y nuestro corazón”, “atraernos hacia la luz, hacernos renacer y reanimarnos interiormente” es la recomendación final del Papa que invoca, al final de su homilía al Hijo de Dios: “¡Ven, Señor Jesús!”

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