El Papa alerta sobre el vicio de la avaricia: "Es una enfermedad del corazón, no de la cartera"

Francisco ha continuado su ciclo de catequesis sobre los vicios y las virtudes: "Podemos ser señores de los bienes que poseemos, pero a menudo ocurre lo contrario"

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El Papa Francisco ha presidido como cada miércoles la Audiencia General en el Aula Pablo VI y ha continuado su ciclo de catequesis sobre los vicios y las virtudes. Después de la lujuria, el Santo Padre se ha detenido en el vicio de la avaricia, “aquella forma de apego al dinero que impide al ser humano la generosidad”.

El Papa ha remarcado que este pecado no solamente concierne a las personas que “poseen ingentes patrimonios”, sino que es un “vicio transversal, que a menudo no tiene nada que ver con el saldo de la cuenta corriente. Es una enfermedad del corazón, no de la cartera”.



Reflexionando sobre la avaricia, el Papa ha recordado como también los monjes, tras haber renunciado a enormes herencias y en la soledad de su celda, “se habían atados a objetos de poco valor: no lo prestaban, no los compartían y menos aún estaban dispuestos a regalarlos”. Vivían con estos objetos una “relación enfermiza con la realidad, que puede desembocar en formas de acaparamiento compulsivo o acumulación patológica”.

Para recuperarse de esta enfermedad los monjes propusieron un “método drástico”, pero sin embargo que fue muy eficaz: la meditación de la muerte. “Por mucho que una persona acumule bienes en este mundo, de una cosa estábamos absolutamente seguros: de que no cabrán en el ataúd. Aquí se revela el sentido de este vicio”, ha subrayado Francisco.



Estas consideraciones nos llevan, según el Santo Padre, a la razón más recóndita de la locura de la avaricia: “Es un tentativo de exorcizar el miedo de la muerte: busca seguridades que en realidad se desmoronan en el mismo momento en el que las agarramos”. Francisco, en su catequesis, ha recordado las palabras de Jesús en el Sermón de la montaña: “No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban (Mt 6,19-20)”.

“Podemos ser señores de los bienes que poseemos, pero a menudo ocurre lo contrario: son ellos al final a poseernos. Algunos hombres ricos no son libres, ni siquiera tienen tiempo para descansar, tienen que mirar por encima del hombro porque la acumulación de bienes también exige su custodia. Están siempre angustiados porque un patrimonio se construye con mucho sudor, pero puede desaparecer en un momento”, ha afirmado el Papa durante la Audiencia General de este miércoles.

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