El Papa Francisco califica de "cobarde" el secuestro de 317 niñas en Nigeria: "Estoy cerca de sus familias"

El Santo Padre ha mandado un saludo a los miembros de algunas asociaciones implicadas con las enfermedades raras, que han estado presentes en la Plaza de San Pedro de El Vaticano

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El Papa ha condenado este domingo el "cobarde" secuestro de 317 niñas en Nigeria. "Sumo mi voz a la de los obispos de Nigeria para condenar el cobarde secuestro de 317 niñas, sustraídas de su escuela, en Jangebe, en el noroeste del país", ha señalado el pontífice en el tradicional Ángelus de este domingo.

Francisco ha asegurado que reza por estas niñas para que "pronto" puedan volver a casa. "Estoy cerca de sus familias y de ellos mismos. Recemos a Nuestra Señora para que los guarde", ha afirmado.

Por otro lado, el Papa ha mandado un saludo a los miembros de algunas asociaciones implicadas con las enfermedades raras, que han estado presentes en la Plaza de San Pedro de El Vaticano, ya que este domingo se celebra el Día Mundial de las Enfermedades Raras.

"En el caso de las enfermedades raras, la red de solidaridad entre familiares, impulsada por estas asociaciones, es más importante que nunca", ha aseverado el pontífice, ya que "ayuda a no sentirse solo e intercambiar experiencias y consejos".

Así, ha animado a impulsar iniciativas que apoyen la investigación y la atención de estas enfermedades, y ha expresado su "cercanía" a los enfermos, a sus familias y, especialmente, a los niños. "Permaneced cerca de los niños enfermos, de los niños que están sufriendo, orar por ellos, hacerles sentir la caricia del amor de Dios, la ternura, sanando a los niños con la oración también, cuando hay estas enfermedades que no sabemos qué son o hay una predicción algo mala", ha implorado.

El Papa reflexiona sobre la contemplación de la transfiguración

En el segundo domingo de Cuaresma el Papa Francisco reflexionó, antes de rezar el Ángelus, sobre el Evangelio del día (Mc. 9, 2-10) que nos invita a contemplar la transfiguración de Jesús en el monte. Esa “anticipación de luz”, el rostro radiante de Jesús ante los discípulos asustados, a quienes había anunciado que sufriría mucho, sería rechazado y condenado a muerte, es una invitación para recordarnos, especialmente cuando atravesamos una prueba difícil, que el Señor ha resucitado y no permite que la oscuridad tenga la última palabra.

La oscuridad no tiene la última palabra

El Papa se centró, en primer lugar, en los sentimientos de los discípulos tras el anuncio de Jesús:

Podemos imaginar lo que debió ocurrir en el corazón de sus amigos, esos amigos íntimos, sus discípulos: la imagen de un Mesías fuerte y triunfante entra en crisis, sus sueños se hacen añicos, y la angustia los asalta al pensar que el Maestro en el que habían creído sería ejecutado como el peor de los malhechores. Y precisamente en ese momento, con esa angustia en el alma, Jesús llama a Pedro, Santiago y Juan y los lleva consigo al monte.

Posicionándonos en el lugar de la transfiguración, el monte, ese lugar “elevado, donde el cielo y la tierra se tocan”, y donde Moisés y los profetas “vivieron la extraordinaria experiencia del encuentro con Dios”, el Santo Padre señaló que el episodio de la transfiguración ofrece a estos hombres asustados, "la luz de la esperanza", “la luz para atravesar las tinieblas”, pues anticipa que “la muerte no será el fin de todo, porque se abrirá a la gloria de la Resurrección”. “Vivir esta ‘anticipación’ de luz en el corazón de la Cuaresma”, dijo Francisco, es “una invitación para recordarnos, especialmente cuando atravesamos una prueba difícil, que el Señor ha resucitado y no permite que la oscuridad tenga la última palabra”.

La luz del Resucitado

Tras centrarse en los sentimientos de los discípulos, ubicó el Evangelio del día en los sentimientos de los fieles: también nosotros pasamos a veces “por momentos de oscuridad en nuestra vida personal, familiar o social, y tememos que no haya salida”. “Nos sentimos asustados ante grandes enigmas como la enfermedad, el dolor inocente o el misterio de la muerte”. Incluso “en el mismo camino de la fe, a menudo tropezamos cuando nos encontramos con el escándalo de la cruz y las exigencias del Evangelio, que nos pide que gastemos nuestra vida en el servicio y la perdamos en el amor, en lugar de conservarla y defenderla”.

Necesitamos, entonces, otra mirada, una luz que ilumine en profundidad el misterio de la vida y nos ayude a ir más allá de nuestros esquemas y de los criterios de este mundo.

Atención a la “pereza espiritual”

Recordando que “también nosotros estamos llamados a subir al monte, a contemplar la belleza del Resucitado que enciende destellos de luz en cada fragmento de nuestra vida y nos ayuda a interpretar la historia a partir de su victoria pascual”, el Papa Francisco advirtió que, sin embargo, debemos “guardarnos”, de que esa sensación de “es bueno estarnos aquí”, como exclamó Pedro (v.5), no se convierta en “pereza espiritual”. Pues, como hizo con los discípulos, Jesús mismo “nos devuelve al valle”:

No podemos quedarnos en el monte y disfrutar solos de la dicha de este encuentro. Jesús mismo nos devuelve al valle, entre nuestros hermanos y a nuestra vida cotidiana. Debemos guardarnos de la pereza espiritual: estamos bien, con nuestras oraciones y liturgias, y esto nos basta. ¡No! Subir al monte no es olvidar la realidad; rezar nunca es escapar de las dificultades de la vida; la luz de la fe no es para una bella emoción espiritual. No, este no es el mensaje de Jesús.

Iluminados por la luz de Cristo, llevarla a todas partes

En definitiva, “estamos llamados a vivir el encuentro con Cristo para que, iluminados por su luz, podamos llevarla y hacerla brillar en todas partes”, pues es misión del cristiano “encender pequeñas luces en el corazón de las personas; ser pequeñas lámparas del Evangelio que lleven un poco de amor y esperanza”.

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