El Papa Francisco, desde el corazón de África, llama a "dejar las armas": "No hay paz sin fraternidad"

Casi dos millones de personas participan en la Santa Misa en Kinshasa en una mañana histórica para el país: "El perdón nace cuando las heridas sufridas no dejan cicatrices de odio"

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Kinshasa se despertó este miércoles consciente de que iba a vivir una mañana histórica. Y así ha sido. El coro ha estado horas cantando y bailando antes de la Santa Misa y el ambiente ha sido inmejorable para recibir al Papa Francisco. La alegría de la República Democrática del Congo ha sido desbordante en la Santa Misa que se ha celebrado en el aeropuerto de la ciudad.

Casi dos millones de personas participaron en la Santa Misa, celebrada con el rito zaireño del Misal Romano. Una celebración que demostró que África sigue siendo un continente muy vivo que deberíamos cuidar entre todos. El Papa Francisco, durante la homilía, reflexionó sobre el Evangelio que se acababa de leer, pero en primer lugar confesó haber anhelado “mucho este momento”.



El Santo Padre les recordó las palabras de Jesús Resucitado a los discípulos: “¡La paz esté con ustedes!”. “Es un saludo, pero es más que un saludo: es un envío”, dijo el Papa al principio de la homilía. Jesús anuncia la paz a los discípulos que estaban “completamente aturdidos por el escándalo de la cruz” y el Papa pidió ponernos en su lugar: “La paz de Jesús llega en el momento en que todo parecía haber terminado para ellos, en el momento más imprevisto e inesperado, cuando no había atisbos de paz. Así actúa el Señor: nos asombra, nos tienda la mano cuando estamos a punto de hundirnos, nos levanta cuando tocamos fondo”.

Como Jesús anuncia la paz, “nosotros estamos llamados a hacer nuestro y proclamar al mundo este anuncio profético e inesperado de la paz”.




Para “conservar y cultivar la paz de Jesús”, el Papa recordó que es el mismo Jesús que señala tres fuentes de paz: “El perdón, la comunidad y la misión”. Sobre la primera fuente, Francisco remarcó que “el perdón nace de las heridas”: “Nace cuando las heridas sufridas no dejan cicatrices de odio, sino que se convierten en un lugar para hacer sitio a los demás y acoger sus debilidades. Entonces las fragilidades se convierten en oportunidades y el perdón en el camino hacia la paz. No se trata de dejarlo todo atrás como si nada hubiera sucedido, sino de abrir a los demás con amor el corazón”.

Refiriéndose a las heridas del país, “continuamente infectadas por el odio y la violencia”, el Papa subrayó que “Jesús sufre contigo, ve las heridas que llevas dentro y desea consolarte y sanarte, ofreciéndote su Corazón herido”.



“Que sea el momento oportuno para ti, que en este país te dices cristiano, pero cometes actos de violencia; a ti el Señor te dice: “Deja las armas, abraza la misericordia”. Y a todos los lastimados y oprimidos de este pueblo les dice: “No teman poner sus heridas en las mías, sus llagas en mis llagas”. Hagámoslo, hermanos y hermanas. No tengan miedo de quitarse el Crucifijo del cuello y de los bolsillos, de tomarlo entre las manos y llevarlo junto al corazón para compartir sus llagas con las de Jesús”, dijo el Papa durante la homilía en la Santa Misa en el aeropuerto de Kinshasa.

Tras reflexionar sobre el perdón, el Papa dedicó unas palabras a la segunda fuente de paz: la comunidad: “No hay cristianismo sin comunidad, como no hay paz sin fraternidad”. Como sucedió con los primeros cristianos, Francisco ha admitido que también para nosotros existe un riesgo, “caminar por cuenta propia, buscando en la sociedad, y también en la Iglesia, el poder, la carrera, las ambiciones”.



¿Cuál es el camino para no caer en las trampas del poder y del dinero, para no ceder a las divisiones, a las seducciones del carrerismo que corroen a la comunidad? Para el Papa, “el camino es compartir con los pobres. Este es el mejor antídoto contra la tentación de dividirnos y mundanizarnos. Tener el valor de mirar a los pobres y escucharlos, porque son miembros de nuestra comunidad y no extraños a los que hay que eliminar de la vista y de la conciencia”.

Por último, el Papa reflexionó sobre la tercera fuente de paz: la misión. “Estamos llamados a ser misioneros de paz, y esto nos dará paz”, ha subrayado Francisco.



Esta decisión, ser misioneros de paz, nos hará “creer que las diferencias étnicas, regionales, sociales y religiosas vienen después y no son obstáculos; que los demás son hermanos y hermanas, miembros de la misma comunidad humana; que cada uno es destinatario de la paz que Jesús ha traído al mundo. Es creer que los cristianos estamos llamados a colaborar con todos, a romper el ciclo de la violencia, a desmantelar las tramas del odio”.

Al final de la homilía, el Papa pidió dejar que las palabras, “la paz esté con ustedes”, entren en cada familia, comunidad, grupo étnico, barrio y ciudad de este gran país: “Escuchémosle dirigidas a nosotros y decidamos ser testigos de perdón, protagonistas en la comunidad, personas en misión de paz en el mundo”.




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