El Papa Francisco exhorta en la Divina Liturgia en Presov a no reducir la cruz a un "símbolo político”

El Santo Padre ha pedido seguir el testimonio de las "personas humildes, sencillas, que han dado la vida amando hasta el extremo. Ellos son nuestros héroes"

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Este martes, en su tercer día de viaje apostólico, el Papa Francisco ha presidido la “Divina Liturgia de Crisóstomo”. Esta mañana Francisco ha volado de Bratislava a Kosice, la segunda ciudad del país, capital de la región oriental del mismo nombre, al pie de los Montes Metálicos y a 20 km de la frontera húngara. En el aeropuerto ha sido recibido por el arzobispo Bernard Bober, el alcalde y las autoridades locales. Desde aquí, el traslado inmediato en coche, hacia el norte, hasta la ciudad de Presov.

El Pontífice ha empezado la homilía subrayando que la cruz “era instrumento de muerte, y sin embargo de allí ha venido la vida. Era lo que nadie quería mirar, y aun así nos ha revelado la belleza del amor de Dios”.



"San Juan vio en la cruz la obra de Dios"

El Santo Padre ha afirmado que lo que San Juan vio ante la cruz es “una de las tantas injusticias, uno de los tantos sacrificios cruentos que no cambian la historia, la enésima demostración de que el curso de los acontecimientos en el mundo no se modifica: a los buenos se los quita del medio y los malvados vencen y prosperan. A los ojos del mundo la cruz es un fracaso”.

Ante esta situación, dice el Santo Padre, “también nosotros corremos el riesgo de detenernos ante esta primera mirada, superficial, de no aceptar la lógica de la cruz; de no aceptar que Dios nos salve dejando que se desate sobre sí el mal del mundo […] San Juan vio en la cruz la obra de Dios. Reconoció en Cristo crucificado la gloria de Dios”.



"La cruz es como un libro que, para conocerlo, es necesario abrir y leer"

El Papa, sobre el significado de la cruz, ha pedido que “no debe haber en la tierra ninguna persona tan desesperada que no lo pueda encontrar, aun allí, en la angustia, en la oscuridad, en el abandono, en el escándalo de la propia miseria y de los propios errores”.

A continuación: “¿Cómo podemos aprender a ver la gloria en la cruz? Algunos santos han enseñado que la cruz es como un libro que, para conocerlo, es necesario abrir y leer. No basta adquirir un libro, darle un vistazo y colocarlo en un lugar visible de la casa. Lo mismo vale para la cruz: está pintada o esculpida en cada rincón de nuestras iglesias. Son incontables los crucifijos: en el cuello, en casa, en el auto, en el bolsillo. Pero no sirve de nada si no nos detenemos a mirar al Crucificado y no le abrimos el corazón, si no nos dejamos sorprender por sus llagas abiertas por nosotros, si el corazón no se llena de conmoción y no lloramos delante del Dios herido de amor por nosotros”.



No reducir la cruz a un símbolo político

El Pontífice ha pedido además no reducir la cruz a un “objeto de devoción, mucho menos a un símbolo político, a un signo de importancia religiosa y social”.

El Papa ha querido ahondar en el segundo paso de la contemplación del Crucificado: dar testimonio. Y ha reflexionado sobre los mártires: “Su rostro comienza a reflejarse en el nuestro, sus rasgos se vuelven los nuestros, el amor de Cristo nos conquista y nos transforma. Pienso en los mártires, que testimoniaron el amor de Cristo en tiempos muy difíciles de esta nación, cuando todo aconsejaba callar, resguardarse, no profesar la fe”.

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"El testigo de la cruz no usa los caminos del engaño y del poder mundano"

El obispo de Roma ha continuado en su homilía reflexionando sobre el testigo de la cruz: “No recuerda los agravios del pasado y no se lamenta del presente. El testigo de la cruz no usa los caminos del engaño y del poder mundano, no quiere imponerse a sí mismo y a los suyos, sino dar la propia vida por los demás. No busca los propios beneficios para después mostrarse devoto, esta sería una religión del doblez, no el testimonio del Dios crucificado”.

Lo que persigue el testigo de la cruz, dice el Santo Padre, es el amor humilde del Maestro: “No espera triunfos aquí abajo, porque sabe que el amor de Cristo es fecundo en lo cotidiano y hace nuevas todas las cosas desde dentro, como semilla caída en tierra, que muere y da fruto”.

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El testimonio de los "héroes de la cotidianidad que cambian la historia"

El Papa ha pedido seguir el testimonio de las “personas humildes, sencillas, que han dado la vida amando hasta el extremo. Ellos son nuestros héroes, los héroes de la cotidianidad, y sus vidas son las que cambian la historia. Los testigos engendran otros testigos, porque son dadores de vida”.

Según el Santo Padre es así que se difunde la fe, “no con el poder del mundo, sino con la sabiduría de la cruz; no con las estructuras, sino con el testimonio”.





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