El Papa pide una "Iglesia sin cadenas y sin muros" en la que todos "se puedan sentir acogidos y acompañados"

Durante la homilía en la Misa de los santos Pedro y Pablo, el Pontífice ha bendecido los palios de los nuevos arzobispos metropolitanos nombrados recientemente

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Este miércoles, 29 de junio, el Papa Francisco celebró la santa misa en la Basílica Vaticana con ocasión de la Solemnidad de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, mártires y patronos de Roma. Durante la homilía, el Santo Padre ha reflexionado sobre las Lecturas que nos encontramos en la liturgia de hoy y que nos hacen ver el testimonio de los dos grandes apóstoles de la Iglesia, Pedro y Pablo.

“Al primero, a quien hizo encarcelar el rey Herodes, el ángel del Señor le dijo: «¡Levántate rápido!» (Hch 12,7); el segundo, resumiendo toda su vida y su apostolado, dijo: «He peleado el buen combate» (2 Tm 4,7). Consideremos estos dos aspectos — levantarse rápido y pelear el buen combate — y preguntémonos qué nos sugieren a las comunidades cristianas de hoy, mientras está en curso el proceso sinodal”, dijo el Papa.



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Francisco, durante la homilía, ha subrayado como también “nosotros, como discípulos del Señor y como comunidad cristiana, estamos llamados a levantarnos rápidamente para entrar en el dinamismo de la resurrección y dejarnos guiar por el Señor en los caminos que Él quiere mostrarnos”. El Santo Padre ha advertido que, a veces, como Iglesia, “nos abruma la pereza y preferimos quedarnos sentados a contemplar las pocas cosas seguras que poseemos, en lugar de levantarnos para dirigir nuestra mirada hacia nuevos horizontes, hacia el mar abierto […] a menudo estamos encadenados como Pedro en la prisión de la costumbre, asustados por los cambios y atados a la cadena de nuestras tradiciones”.

El Papa ha añadido además como “el Sínodo que estamos celebrando nos llama a convertirnos en una Iglesia que se levanta, que no se encierra en sí misma, sino que es capaz de mirar más allá, de salir de sus propias prisiones al encuentro del mundo. Una Iglesia sin cadenas y sin muros, en la que todos puedan sentirse acogidos y acompañados, en la que se cultive el arte de la escucha, del diálogo, de la participación, bajo la única autoridad del Espíritu Santo”.

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Una Iglesia libre y humilde, que “se levanta rápido”, que no posterga, que no acumula retrasos ante los desafíos del ahora, que no se detiene en los recintos sagrados, sino que se deja animar por la pasión del anuncio del Evangelio y el deseo de llegar a todos y de acoger a todos”, ha continuado el Papa.

El pontífice ha pedido “no quejarnos de la Iglesia, sino comprometernos con la Iglesia. Participar con pasión y humildad. Con pasión, porque no debemos permanecer como espectadores pasivos; con humildad, porque participar en la comunidad nunca debe significar ocupar el centro del escenario, sentirnos mejores que los demás e impedir que se acerquen. Iglesia sinodal significa que todos participan, ninguno en el lugar de los otros o por encima de los demás”.

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Asimismo, el Papa ha lanzado una pregunta: “¿Qué podemos hacer juntos, como Iglesia, para que el mundo en el que vivimos sea más humano, más justo, más solidario, más abierto a Dios y a la fraternidad entre los hombres?”

“Es evidente que no debemos encerrarnos en nuestros círculos eclesiales y quedarnos atrapados en ciertas discusiones estériles, sino ayudarnos a ser levadura en la masa del mundo. Juntos podemos y debemos establecer gestos de cuidado por la vida humana, por la protección de la creación, por la dignidad del trabajo, por los problemas de las familias, por la situación de los ancianos y de los abandonados, rechazados y despreciados. En definitiva, ser una Iglesia que promueve la cultura del cuidado, la compasión por los débiles y la lucha contra toda forma de degradación, incluida la de nuestras ciudades y de los lugares que frecuentamos, para que la alegría del Evangelio brille en la vida de cada uno: este es nuestro “buen combate”, ha dicho el Papa Francisco.




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Al final de la homilía, el Papa se ha referido también a la bendición de los palios para los arzobispos metropolitanos nombrados recientemente: “En comunión con Pedro, ellos están llamados a “levantarse rápidamente” para ser centinelas vigilantes del rebaño" y a “pelear el buen combate”, nunca solos, sino con todo el santo Pueblo fiel de Dios”.

Francisco ha saludado “de corazón” a la Delegación del Patriarcado Ecuménico, enviada por el “querido hermano” Bartolomé: “¡Gracias por vuestra presencia aquí! Caminamos juntos, porque solo juntos podemos ser semilla del Evangelio y testigos de la fraternidad”.

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