Erik Varden y la limpieza de corazón

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Antonio Rubio Plo

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El obispo y monje cisterciense Erik Varden es una atrayente personalidad de la Iglesia de nuestros días. Sus orígenes están en una familia noruega de confesión luterana, pero la gracia le llevó al catolicismo por medio de su gran sensibilidad y su amor por la cultura. En este sentido, su página web https:/coramfratribus.com/ es una de mis lecturas habituales, y en ella pueden leerse, principalmente en inglés, su diario de notas y sus homilías. Se trata de una magnífica combinación de fe y cultura, sustentada en vivencias y reflexiones personales sobre el arte, la literatura, la música o el cine, acompañadas al mismo tiempo por un profundo conocimiento de la Escritura.

Erik Varden visitó el pasado otoño nuestro país para presentar su último libro, Castidad. La reconciliación de los sentidos (Ed. Encuentro). A algunos asistentes a las charlas de Varden en Madrid les llamó la atención que llevara en todo momento su hábito de monje. Nuestro autor podría haber respondido a esta extrañeza con una cita de Evragio Póntico, un asceta del siglo IV, y que es una de sus favoritas: “Un monje es alguien que está separado de todas las cosas y unido con todos los hombres”.

¿Un libro escrito por un monje sobre la castidad? Una propuesta chocante en una sociedad hipersexualizada, que cree haber alcanzado la madurez y no entiende el significado de la palabra castidad, pues lo asocia a terribles represiones y privaciones, que ahogan la propia personalidad. Sin embargo, Varden no se expresa en este libro como un moralista al uso, sino que despliega toda su erudición y pasión por el estudio. Solo así se puede entender el aluvión de referencias, sólidamente relacionadas, a Aristóteles y Cicerón, la ópera Norma de Bellini, o los escritos de los Padres de la Iglesia, sin olvidar a una variedad de escritores de todas las épocas como Keats, Cavafis o Pinter. En todo momento, Varden no pierde de vista que por castidad hay que entender pureza. Sobre este particular, nos recuerda que Cicerón decía que “solo se comprenden los fenómenos si el alma es casta y pura”, para después añadir que “los cegados por el vicio se alejan de la bondad y la belleza de los dioses”.

Es un libro que nos habla de la limpieza de corazón, la misma que menciona Jesús en las bienaventuranzas, y esa limpieza no busca “la aniquilación de nuestra naturaleza, sino su orientación y reconciliación integral, dirigida a la plenitud de la vida”. Pero hay que reconocer que, en los últimos tiempos, incluso los cristianos, nos hemos dejado llevar por el “naturalismo”, pues todo nos parece “natural”, especialmente los instintos y necesidades físicas, y no sería “natural” cualquier moderación. Gobernar las pasiones estaría excluido, pues eso implicaría ser un reprimido. Sin embargo, tal y como señala Varden, lo natural es dejarse gobernar por el Verbo, pues el cristiano es un ser para la eternidad. Fue la desobediencia de Adán la que hizo que la sexualidad se desviara hacia la autosatisfacción e instrumentalización. Podríamos añadir que el egoísmo es lo que hizo entrar el mal en el mundo.

Este libro es también una invitación a la naturalidad, algo opuesto al “naturalismo” antes mencionado, esa mentalidad que nos asegura que los vicios y los defectos son algo muy “humano”. Por el contrario, Varden asegura que “el principio de una vida casta en el mundo es verlo tal cual es, con reverencia, deseando encontrar lo que veo, pero liberarlo de la necesidad de poseerlo”. Esta cita me hace pensar que hemos confundido el “yo amo” con el “yo poseo”. Es la misma mentalidad que solo valora “la libertad de”, carente de límites, y no “la libertad para”, la libertad de la finalidad y del sentido.

Un gran melómano como Erik Varden hace al final de su obra la comparación de una vida casta con los instrumentos musicales. El cristiano tiene que “armonizarlos”, “afinarlos” en un tono que no es de este mundo. La pureza de corazón responde a la búsqueda de ese equilibrio. El cristiano tiene que aspirar a la reconciliación de los sentidos, que es el subtítulo de este libro, pero en ese camino no estará solo si está abierto a la gracia.



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