Pastor bajo las bombas

La tragedia de la guerra hace que salgan a la luz lo peor y lo mejor del ser humano

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La tragedia de la guerra hace que salgan a la luz lo peor y lo mejor del ser humano. Una figura que despunta desde el inicio de la invasión de Ucrania es el Arzobispo Mayor de la Iglesia greco-católica, Sviatoslav Shevchuk. Aunque era consciente de figurar en la lista negra de los servicios de inteligencia rusos, tuvo claro desde el principio que debía permanecer junto a su pueblo, y convirtió el sótano de su catedral, en Kiev, en un refugio para centenares de personas. Desde allí, cada día graba un vídeo mensaje que se ha convertido en una narración vibrante de la tragedia que asola a su nación, pero también de la fe y de la esperanza que están sosteniendo el milagro de algo que es más que mera resistencia frente a un agresor despiadado.

Sigo diariamente el relato del arzobispo Shevchuk y me llaman la atención tres reclamos. Primero, mantener y decir la verdad a toda costa, como única forma de no sucumbir. Porque la violencia de la mentira es más duradera incluso que la de las bombas. Segundo, frente a la destrucción cotidiana, la tarea de multiplicar el bien a través de una caridad diligente y creativa. Y tercero, la misericordia, que como decía san Juan Pablo II, es el límite último que Dios impone al mal. Y dentro de esta misericordia se incluye el misterio de los misterios, el perdón, que este arzobispo, sin pelos en la lengua para calificar a los invasores de su patria, invita a los suyos a poner en práctica. Porque como él dice, el perdón “es el secreto de nuestra victoria”.


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