Rezar por los periodistas

Soy periodista y me gustaría pedir muchas cosas para mi profesión. Pero hoy solo te pido una oración.

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Hace poco fue el aniversario de su beatificación… y volví a recordar al bueno de “Lolo”. Y a viajar con el recuerdo a Linares, cuando un 12 de junio de 2010 fue beatificado Manuel Lozano Garrido. Joven de la Acción Católica, mariano, eucarístico, escritor y periodista. Enfermo desde los 22, estuvo 28 años en silla de ruedas y sus 9 últimos, ciego. Un «comunicador de alegría a los jóvenes, desde su invalidez» y, para muchos “el Santo de la Alegría”.

Difícilmente voy a olvidar aquellos tres días en el pueblo que le vio nacer. El homenaje que un montón de periodistas y amigos le tributamos, una comida con compañeros que lo han sido todo en el periodismo de este país… y la ceremonia de beatificación… en la que cayó una tromba de agua de las que quedan reseñadas en las crónicas.

Soy periodista… no recuerdo haber querido ser otra cosa, tengo la fortuna de poder dedicarme a ello y doy gracias a Dios por poder aunar mi vocación y mi fe. Y me pide el cuerpo pedir muchas cosas.

Trabajo digno para todos los compañeros (que no están las cosas boyantes), salarios justos (que el trabajar casi gratis es bastante común en la profesión), libertad (que muchas veces las presiones son insoportables), buenas noticias (que las malas abundan) y “salero” para contarlas con gracia y con estilo. Porque el periodismo es necesario… un buen periodismo es indispensable para una sociedad libre, madura y responsable. Y también un buen periodismo es necesario para el Anuncio del Evangelio.

Pero lo que hoy pido… lo que te pido… es que hagas tuya esta oración del Beato Manuel Lozano Garrido “Lolo”, primer periodista seglar elevado a los altares… y que reces por los periodistas. Por ese que conoces, por ese que escuchas o lees, por el que te cuenta las noticias o te entretiene, por ese periodista que admiras… o por el que no puedes ni ver. Porque los periodistas también necesitamos que recen por nosotros.

Señor: Pon en la frente de todos los que escriben, una proa que enfile el buen puerto que eres, y asegura a su nave un paisaje completo de obreros y operarios, estudiantes y madres, profesores y chicas.

Que a su vez, en el trato y al margen del oficio sean semilla noble de ejemplo y de ternura.

Que también acaricien mirando a los semáforos o en el coche o en el metro.

Que su poso de ciencia tenga el espejo al fondo de tu sabiduría.

Que cuando las masas griten y suenen puñetazos en las cafeterías, él hable con un vaso en la palma y el agua esté serena como la faz de un lago.

Si un milagro hace falta sea en los teclados, se les vaya pintando la imagen de su hijo o la de los amigos.

Que si de pronto se hace en el mundo un silencio porque hacen falta normas, su corazón sea bravo para decir la palabra; que sea clara y rotunda y, sobre todo, justa.

Le negarás el sueño, como también la sal y el pan de cada día, si sólo él puede hablar y calla por cobarde.

Tendrá que poner “robo” o “compasión”, o “hambre”, y lo dirá sin tentarle la bolsa o el ascenso, el susto o la amenaza.

Que de sus labios broten consejos como fuente de pueblo, que mana día y noche.

Si alguna ración doble hay que dar de optimismo, de amor y de esperanza, escánciala sobre ellos. Mensajeros de fe y de alegría.

Que escriban de rodillas cuando un hogar naufraga. Que no los tiente la prensa de colores –“negra”, “amarilla”, “rosa”-.

Un periodismo al sol, claro y limpio como tu luz dorada, sea tu guía.

Y, por último, tantas gracias ocultas de quejas aceptadas y rodillas que sangran, a ver si ellos, a ver si en ellos pueden que estén siempre en la brecha del sudor y el esfuerzo para que un hombre vaya por la acera o aprisa y se dé con tu rostro, que le sonríe entre líneas.

Beato Manuel Lozano Garrido. Amigo “Lolo”… ruega por nosotros.

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