Contemplativos

Revista EcclesiaVicente Niño

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En esta semana en la que la Iglesia Católica ha celebrado la jornada Pro Orantibus, la jornada en la Solemnidad de la Santísima Trinidad en la que ponemos la memoria, la oración, el recuerdo y el afecto en la vida contemplativa católica ?monjes y monjas que se entregan por entero a Dios y a los hermanos en la oración- abrimos esta puerta para acercarnos a este corazón profundo de la Iglesia que son nuestros hermanos contemplativos.

La vida contemplativa es sin duda una de las más incomprendidas de nuestro mundo. Si alguna vida es hoy realmente "contracultural" o "antisistema" es la vida contemplativa. Desde nuestras vidas concretas se hace difícil entender esas vidas tan distintas a las nuestras. Vidas de oración, de silencio, escondidas, de trabajo. Vidas concretas, entregadas, reales. Vidas de pobreza, compartidas, trascendentes.

¿Para qué sirve la vida contemplativa? ¿Sirve para algo? No sé si es una pregunta bien planteada esa. Pero me consta que mucha gente se la hace. Digo que no está bien planteada, porque no todo lo que existe está en función de su utilidad. Es más. Probablemente, las cosas más importantes de la vida no son las más útiles. Un amanecer frente al mar, una caricia de ternura, contemplar un cuadro de Friedrich. Una pieza de música de Arvo Part, bailar, quedarse hablando hasta que nazca el sol. Una película de John Ford, un libro de Chesterton, subir una montaña, un beso, rezar…

Y, sin embargo, son vidas que han encontrado lo único importante, el amor. Vidas entregadas al fuego único que quema por dentro y por entero haciendo de cada contemplativo una antorcha encendida. Y vida muy normales a la vez. Con las mismas pasiones, carencias, capacidades y riquezas que todas las demás, pero entregadas por entero el Señor de la vida. En un monasterio no hay lugar para esconderse, como en tantos resquicios de la calle, a la presencia de Dios. Todo está pensado para que Dios lo ocupe todo.

Quizás ahí está algo de su "utilidad". Son signos constantes de la presencia de Dios en el mundo. Son memoria diaria del amor de Dios por la humanidad. Son testimonio de por qué, para qué y por quién estamos hechos los hombres, de nuestra verdadera y profunda identidad. Son un grito silencioso en medio del mundo de la verdadera urdimbre del mundo.

No hay más que acercarse a un monasterio contemplativo para atisbar algo del sentido de su vida. Para intuir quizás que la vida contemplativa sirve para cambiar el mundo. De un modo diferente a lo que pensamos que es cambiar el mundo, seguro, pero cambiándolo. La presencia de estos hombre y mujeres cambia la vida de mucha gente. Desde la profunda oración son capaces de revolucionar la vida de muchos. De todos los que nos acercamos alguna vez allí, y de tantos que sin saber que existen, reciben su intermediación de oración. Eso es lo que cambia el mundo de verdad.

Entregarse sin medida, sin límites, por toda la humanidad, al autor del sentido es una llamada, un grito, un modelo para todos, de lo que realmente llena la vida del ser humano, el amor a Dios y el amor a los hombres.

Vicente Niño Orti, OP. @vicenior

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